Madrazo y la prueba de la confiabilidad
Columna JFM

Madrazo y la prueba de la confiabilidad

Le llegó la hora a Roberto Madrazo: en los próximos días tendrá que dar los pasos probablemente más importantes de su carrera política, sólo comparables con aquella determinación que tomó en enero del 95 de no aceptar renunciar a la gubernatura de Tabasco. En aquella ocasión Madrazo apostó muy alto y ganó. Ahora tendrá que volver a apostar pero en otro sentido. Mañana, Madrazo anunciará oficialmente que deja la presidencia del PRI para buscar la candidatura presidencial y tres días después el PRI tendrá que emitir la convocatoria para seleccionar a su candidato presidencial.

Le llegó la hora a Roberto Madrazo: en los próximos días tendrá que dar los pasos probablemente más importantes de su carrera política, sólo comparables con aquella determinación que tomó en enero del 95 de no aceptar renunciar a la gubernatura de Tabasco, luego del acuerdo que habían llegado en ese sentido la dirigencia del PRD y el entonces secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma. En aquella ocasión Madrazo apostó muy alto y ganó. Ahora tendrá que volver a apostar pero en otro sentido.

Mañana, Madrazo anunciará oficialmente que deja la presidencia del PRI para buscar la candidatura presidencial y tres días después el PRI tendrá que emitir la convocatoria para seleccionar a su candidato presidencial. Este saldrá de la elección entre el propio Madrazo y quien resulte candidato por el grupo de Unidad Democrática, que en un par de semanas más tendrá resuelto cuál de sus aspirantes se enfrentará al tabasqueño (y todo indica que la disputa real está entre sólo dos de los cinco del TUCOM: entre Enrique Jackson y Arturo Montiel). Es verdad que distintos sectores del madracismo están tratando de impulsar la existencia de una candidatura única, pero la elección abierta (y no por distritos como quería Unidad Democrática) será inevitable. Pero ese no es el verdadero problema para el futuro del PRI.

El desafío de Madrazo está en ver cómo actúa ante su propia sucesión. Los estatutos priistas son claros al respecto: por el llamado orden de prelación quien debe quedar en el lugar de Madrazo, cuando éste renuncie a la presidencia, es Elba Esther Gordillo, la secretaria general, ausente desde hace meses por causas de salud pero también para no ahondar la confrontación con Madrazo, luego de que fue separada de la coordinación de los diputados priistas. Esa separación rompió, definitivamente, los pactos que habían permitido a Madrazo y Elba Esther aliarse para alcanzar la presidencia del partido. Me tocó estar con Madrazo y Gordillo, la tarde en que se habían registrado como fórmula para buscar la dirigencia del PRI. Les pregunté que los unía ya que venían de historias personales muy alejadas uno de la otra. Me hablaron de un proyecto partidario, de un esquema de relación con el gobierno, incluso de impulsar una serie de reformas estructurales para fortalecer la credibilidad en el partido y de la búsqueda del poder para el 2006. Había un punto de acuerdo básico que hacía operativa esa alianza: uno se quedaría en la presidencia del PRI y el otro se iría como líder de los diputados, posteriormente cuando uno de ellos, se presumía que Madrazo (pero en ese momento no se descartaba del todo Gordillo), buscara la candidatura presidencial, el otro se quedaría en el partido coordinando la campaña. Era un esquema de equilibrios, de mutuas conveniencias para asumir la desconfianza natural que ambos tenían, ya que se necesitaban porque, por separado, ninguno de los dos le podía ganar a Beatriz Paredes.

Y ganaron. Por una pequeña diferencia que muchos priistas atribuyen a los muchos, demasiados, votos que José Murat y Ulises Ruiz “metieron” en Oaxaca, lo que comenzó a generar problemas para Madrazo porque esos operadores, con la peor imagen pública del priismo y enemigos de años atrás de Gordillo, comenzaron a exigir reciprocidad y posiciones y detonaron el enfrentamiento con la secretaria general, lo que se escenificó, sobre todo, con las listas de candidatos para el 2003, con las cuales Madrazo rompió muchos compromisos que él mismo, pero sobre todo Gordillo, había asumido. Es verdad que muchos otros tenían diferencias con Gordillo, y que mientras Elba Esther consolidó un grupo propio en la cámara de diputados, los adversarios de la maestra comenzaron a tejer alianzas con Madrazo aunque en el pasado hubieran estado distanciados con él y eso abarcaba un espectro amplio de dirigentes que iba desde Manlio Fabio Beltrones hasta Beatriz Paredes, pasando por César Augusto Santiago. Cuando llegó el momento de legislar, después de las elecciones del 2003, la ruptura se hizo inevitable y si bien Elba Esther terminó perdiendo la coordinación legislativa, también perdió Madrazo, porque al no apoyar las reformas rompió o desconoció acuerdos que había establecido con distintos actores políticos pero sobre todo con grupos empresariales muy importantes.

A partir de allí, Gordillo, que además se vio afectada por una grave enfermedad, dejó de aparecer públicamente, aunque luego de los momentos más críticos de sus dolencias siguió atendiendo en forma privada muchos asuntos (y consolidando espacios de poder muy importantes, sobre todo en el ámbito sindical) y Madrazo se lanzó a afianzar su candidatura presidencial, haciéndose fuerte en todas las estructuras del PRI, comenzando por su Consejo Político Nacional, un organismo clave para el proceso de selección de candidato y sucesión en la dirigencia del partido. Pero desde entonces hasta ahora, Madrazo ha cargado con un fardo político muy pesado: sus adversarios e incluso algunos aliados potenciales, dicen que no cumple con sus compromisos, que no es confiable. Y nada, para quien busca la presidencia de la república puede ser más costoso que el calificativo de poco confiable.

Ahora Madrazo ha logrado construir, pese a esa desconfianza recíproca, distintos acuerdos con los miembros de Unidad Democrática y está negociando con la propia Elba Esther. Se ha comprometido a hacer respetar los estatutos del partido y permitir que Gordillo asuma la presidencia del partido si ésta así lo decide. Madrazo renunciará el 12, el 15 se reunirá el Consejo Político Nacional y se estima que será hasta el 30 cuando podría estar de regreso Gordillo en México y asumir formalmente la presidencia del PRI. Queda abierto, en este proceso de negociaciones a varias puntas, cuánto tiempo se quedaría en esa posición y en todo caso por quién sería reemplazada si tuviera o quisiera dejarla.

Pero hay un movimiento de grupos madracistas que están presionando para que Elba Esther no asuma la presidencia del partido y que si lo hace sea sólo por algunas horas. Los adversarios de Madrazo sostienen que éste los deja hacer para decir que él intentó llegar a un acuerdo pero que esos sectores, que no puede controlar, lo reventaron. Sería el mayor de los errores que podría cometer Madrazo, sobre todo porque el tabasqueño es quien tiene mayores posibilidades de convertirse en candidato presidencial por su partido, pero eso sólo si conserva un PRI unido y son muchos los sectores, dentro y fuera del PRI, que están observando si, en este momento clave del proceso interno priista, Madrazo cumple o no con sus compromisos, si honra o no los acuerdos. Y no aceptarán la versión de que las cosas se le hayan salido de cauce. En última instancia en estos días se comprobará que tan confiable puede resultar Madrazo, si puede controlar a sus amigos y llegar a acuerdos con sus adversarios, y por ende si el PRI puede llegar unido a las elecciones (teniendo entonces amplias posibilidades de ganarlas) o si irremediablemente, en mayor o menor magnitud, tendrá que enfrentarse a una ruptura.

A ello se agrega un factor clave para el desarrollo de todo este proceso. Hasta ahora, para quienes estuvieran decididos a romper con el PRI o con Madrazo no existía mayor posibilidad que un acuerdo con el PAN (ideológicamente improbable) o con López Obrador (indeseable para la enorme mayoría de los que simpatizan con Unidad Democrática). Pero ahora apareció en el horizonte una opción que se llama Cuauhtémoc Cárdenas, que también los podría necesitar y donde, políticamente, tendrían más que un espacio.

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