López Obrador: las horas bajas
Columna JFM

López Obrador: las horas bajas

Si alguien quería comprobar que la estrategia del desafuero era el más firme respaldo de Andrés Manuel López Obrador en su campaña presidencial simplemente tendría que ver cómo se han dado las cosas. López Obrador no sólo ha caído seis puntos, sino que sus conferencias de prensa matutinas ya ni remotamente llegan a las primeras planas de los periódicos o principales espacios noticiosos. El problema es mayor se están exhibiendo los problemas que se mantuvieron acumulando a lo largo de los meses pasados y que no tenían salida por la presión que ejercía el desafuero.

Si alguien quería comprobar que la estrategia del desafuero era el más firme respaldo de Andrés Manuel López Obrador en su campaña presidencial simplemente tendría que ver cómo se han dado las cosas en los últimos meses y cómo, al jefe de gobierno, se le han complicado las cosas en forma notable. No se trata, sólo, de que haya caído López Obrador seis puntos en una encuesta o que sus conferencias de prensa matutinas ya ni remotamente llegan a las primeras planas de los periódicos o los principales espacios noticiosos. El problema es mayor: se están exhibiendo los problemas que se estuvieron acumulando a lo largo de los meses pasados y que no tenían salida por la presión que ejercía el desafuero. Y el mundo real ha resultado para el jefe de gobierno mucho más inhóspito que el de la burbuja del complot.

Pocas cosas han dañado tanto a López Obrador en los últimos tiempos como la combinación de las derrotas en el estado de México y Nayarit, donde empeñó su imagen y presencia, combinadas con la virtual ruptura de Cuauhtémoc Cárdenas y la salida de prisión de René Bejarano. La encuesta de ayer de María de las Heras sobre este punto es contundente y el enojo de los miembros del equipo de López Obrador por esos resultados no cambia el sentido de la opinión pública: el 78 por ciento considera que la salida de Bejarano perjudica la imagen que tenían de López Obrador; el 61 por ciento considera que Bejarano salió de la cárcel porque fue parte de un acuerdo entre Fox y López Obrador; el 76 por ciento cree que López Obrador debería deslindarse de Bejarano (lo que quiere decir que para casi 8 de cada día personas el jefe de gobierno no se ha deslindado de su ex coordinador de campaña y secretario particular) y además el 54 por ciento estima que Bejarano se sumará al equipo de campaña de AMLO.

El tema Bejarano ha contaminado, además, el proceso interno para la elección del candidato para el Distrito Federal, por el apoyo de la corriente de Izquierda Democrática, que encabezan el propio Bejarano y su esposa Dolores Padierna, a la candidatura de Marcelo Ebrard. Y también esta corriente está en medio de otro problema grave, pero éste de índole sindical, que puede darle muchos dolores de cabeza en las próximas semanas al jefe de gobierno. En cuando regresen de vacaciones en la segunda semana de agosto, el Tribunal de conciliación y arbitraje del DF deberá decidir a quien le corresponde la dirigencia del Sindicato Unico de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal. En febrero del 2004, con la operación de Miguel Angel Velásquez Reyes, director de política laboral y servicio público de carrera del gobierno capitalino (un hombre cercanísimo a Bejarano) se impuso como presidente interino del sindicato a Enrique Hanff Vázquez quien es, a su vez, cuñado de Agustín Guerrero, ex presidente del PRD-DF y uno de los más cercanos operadores de Bejarano. Un grupo de dirigentes interpuso una demanda contra esa decisión, argumentando que el cargo de presidente interino no existe y que por lo tanto ese liderazgo no es legítimo. En los hechos, la decisión judicial final sobre este tema se dará en los primeros días de agosto y el proceso no ha estado exento de hechos de violencia como el asalto y amenaza contra uno de los dirigentes disidentes del bajaranismo en ese sindicato, Miguel Angel Chiquini Zamora, a fines de junio pasado.

Pero los problemas no acaban allí. López Obrador acaba de declarar que su gobierno puede ser acusado de cualquier cosa menos de corrupto, eso a menos de una semana de la liberación de Bejarano, cuando el GDF no hizo nada para detener a Gustavo Ponce Meléndez, cuando ha actuado desde el principio con total indulgencia contra Carlos Imaz, pero sobre todo cuando la auditoria de las obras del distribuidor vial y del segundo piso del Periférico han mostrado la realidad de esas obras: costaron mucho más de lo estimado, por arriba de los dos mil millones de pesos y faltan por justificar 330 millones de pesos, en un proyecto que fue entregado, como casi todas las principales obras del GDF, por adjudicación directa. Más graves, además son casi 500 piezas de la obra las que presentan, según la misma auditoria, fallas estructurales. López Obrador argumentó que era falso, que toda la obra había sido supervisada por el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Pero ayer mismo el director de ese Instituto, Sergio Alcocer Martínez declaró que sólo asesoraron al GDF sobre el proyecto estructural y que no evaluaron ni la calidad ni tampoco le dieron seguimiento al proceso de construcción. El problema se agrava porque el GDF no ha dado a conocer el estudio de seguridad y mapa de riesgos de esa misma obra. A eso se suma que, según la auditoria se desviaron para los segundos pisos recursos de varias secretarías capitalinas, desde la de salud hasta el presupuesto para las obras del Metro, que han estado obviamente paralizadas durante todo el sexenio.

Otra obra inconclusa que, apenas ahora comienza a tratar de funcionar con una mínima eficiencia, es el metrobus, un proyecto que ha costado 700 millones de pesos y cuyos beneficios no se perciben, salvo para quienes recibieron la obra, ellos también, por adjudicación directa.

En términos políticos, López Obrador, un precandidato presidencial que nunca ha salido de México (salvo para un larga estadía en Cuba cuando aún era militante del PRI) cometió el grave error de decir que México estaba exento de la posibilidad de un ataque terrorista como el cometido en Londres por no haber participado en la intervención en Irak, lo que le ha valido un verdadera tunda de los especialistas en el tema de seguridad, de legisladores estadounidenses y del propio ex canciller Jorge Castañeda. Resulta obvio, sólo hay que informarse, que ha habido atentados contra intereses de los países participantes en la intervención, en particular de Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, en varios países que no fueron parte directamente de aquella intervención. Y México, Estados Unidos y Canadá comparten un espacio de seguridad común que es concebido como un objetivo de los grupos terroristas. López Obrador demostró, una vez más, que sus conocimientos de política exterior dejan, por lo menos, mucho que desear, tanto como cuando acusó al departamento de Estado y del Tesoro de EU de ser parte del complot en su contra.

Malas historias, malos números, malas reacciones, malas repercusiones, números que no cuadran y obras que no se sabe si son seguras. Y López Obrador deberá esperar, sin contendiente interno, aún varios meses antes de ser, de verdad, candidato presidencial.

Espino, duro contra…Calderón

La dirigencia nacional del PAN tardó varios días en reaccionar respecto a los pésimos resultados electorales en el estado de México y Nayarit. Tampoco sus dirigentes reaccionaron ante la renuncia de Francisco Barrio a continuar en la lucha por la candidatura presidencial, argumentando que los dados estaban cargados en el gobierno y el partido a favor de Santiago Creel. Pero ahora Espino sí reaccionó rápido y con dureza… pero atacando a Felipe Calderón por haber utilizado una frase que pronunció hace ya muchos años, don Luis H. Alvarez, y que fue guía durante años para el panismo, aquella de que debían “ganar el gobierno sin perder el partido”. Espino ahora sí no tuvo dudas: dijo que era “un término mercadológico”, que era “falso” que “el objetivo de su partido sea el gobierno” (sic), desmintió con firmeza a Calderón y aseguró que “si queremos retornar al origen, no son solamente principios, sino propósitos” (recontra sic). Parece que hay un árbitro levemente parcial en la disputa interna en el blanquiazul.

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