El vacío de poder
Columna JFM

El vacío de poder

Existe un vacío de poder, por un poder que no se ejerce y por espacios de prescindencia del Estado, que están generando un escenario indeseable para el futuro inmediato del país. Tres hechos completamente diferentes, sin relación entre sí, ocurridos en las últimas horas, lo demuestran con claridad: la toma violenta de las instalaciones del periódico Noticias en Oaxaca, el secuestro de Rubén Omar Romano y el debate, público, entre distintos miembros del gabinete sobre la llamada píldora de emergencia o del día después.

Existe un vacío de poder, por un poder que no se ejerce y por espacios de prescindencia del Estado, que están generando un escenario indeseable para el futuro inmediato del país. Los próximos doce meses, por lo menos de aquí hasta las elecciones de julio, y muy probablemente hasta la toma de posesión de la próxima administración, el primero de diciembre del 2006, vamos a vivir una situación muy difícil, compleja, con muchas presiones y con demasiadas cosas que se pueden salir de control.

Tres hechos completamente diferentes, sin relación entre sí, ocurridos en las últimas horas, lo demuestran con claridad: la toma violenta de las instalaciones del periódico Noticias en Oaxaca, el secuestro de Rubén Omar Romano y el debate, público, entre distintos miembros del gabinete sobre la llamada píldora de emergencia o del día después.

La toma de las instalaciones del periódico Noticias en Oaxaca, era una maniobra anunciada: los dirigentes de la CROC, con el respaldo del gobierno estatal, estuvieron esperando durante un mes la reacción del gobierno federal ante la verdadera ola de reclamos y protestas que se ha generado a nivel nacional e internacional por el hostigamiento hacia ese medio. Pero no pasó nada. Apenas el sábado, el presidente Fox dijo que el gobierno federal iba a intervenir en el caso. El lunes, su esposa, la señora Martha Sahagún, fue invitada a la Guelaguetza y mientras la señora Fox estaba en esa fiesta popular con el gobernador del estado, Ulises Ruiz, los fuegos artificiales utilizados para anunciar su culminación, sirvieron de señal para que los golpeadores de la CROC ingresaran a las instalaciones y se quedaran con el control del inmueble y del equipo del periódico, parte del cual destruyeron. No lo hicieron solos: fueron protegidos por fuerzas policiales locales que acordonaron la zona previamente y fueron acompañados por el subprocurador Wilfredo Almaraz. El gobernador Ruiz interrogado ayer sobre el tema, dijo que a él “le daba risa” lo ocurrido, porque los periodistas, dijo, primero se quejaban de que estaban secuestrados y ahora se quejan de que fueron desalojados. Eso le causa risa al gobernador e irremediablemente nos lleva a recordar aquel poema de Mario Benedetti, que se preguntaba “de qué se ríe señor ministro”.

Lo ocurrido de por sí es grave y la actitud del gobierno estatal lo es más, pero resulta increíble que nadie asuma que lo sucedido es una virtual provocación al gobierno federal: que esta incursión violenta en las instalaciones del periódico se dé a unas horas de que el presidente Fox haya aceptado (¡después de un mes!) la intervención del gobierno federal en el conflicto es grave, pero más grave es que esa incursión se produzca al mismo tiempo que estaba en el estado, invitada por el gobierno local, su esposa. Lo que buscaron fue poner en ridículo al gobierno federal y demostrar que sus fuerza está menguada, que no puede “meter las manos” en estos asuntos. Y lo lograron. Ayer, el secretario de gobernación, Carlos Abascal, también dijo que intervendría para buscar una solución y no pasó nada, a lo máximo unos agentes de la PGR se acercaron a las instalaciones del periódico y simplemente no los dejaron entrar. ¿No genera ello una percepción de vacío de poder?

El secuestro del técnico del Cruz Azul, Rubén Omar Romano es doblemente grave, primero, porque es atípico, en el cual los secuestradores no realizan acción alguna para que el hecho no trascienda, al contrario: quieren hacer, ellos también, una demostración de fuerza. Segundo, porque en este caso, el gobierno del DF en los últimos días se ha involucrado, una vez más, en un enfrentamiento contra las organizaciones civiles que exigen que mejore la seguridad en la capital, sobre todo en el ámbito del secuestro. López Obrador se cansó de atacar injustamente a estas organizaciones y ahora se encuentra con un secuestro de alto impacto en la capital imposible de ocultar. Ya sus seguidores, han insistido en que no se puede responsabilizar al jefe de gobierno de este hecho. Y en parte es verdad; pero el de Romano es uno más de una cauda de secuestros que sufren muchos otros desconocidos de la opinión pública y esos son los que sistemáticamente han sido ignorados por el gobierno capitalino. Un tercer aspecto se une a los anteriores: la forma en que se realizó el secuestro y la zona. Ambos elementos nos podrían llevar a pensar en la posibilidad de que no se trate de una simple banda de delincuentes sino de un grupo armado, con intereses políticos manifiestos u ocultos. En este capítulo, el gobierno federal confirma que no ha podido avanzar en estos aspectos en los últimos años y el del Distrito Federal que sus pies son de barro. Pero el vacío que ambos dejan lo ocupa la delincuencia y/o los grupos armados.

Por último está el debate entre la secretaría de salud y la de gobernación por la inclusión en el cuadro básico de medicinas del sector salud de la llamada píldora del día después. El debate sobre si se trata de una píldora abortiva o no, en el terreno científico no tiene sustento: científicamente no está considera, ni por la Organización Mundial de la Salud, ni por la Organización Panamericana de la Salud, ni por las propias autoridades de salud mexicanas, como una píldora abortiva. En el terreno científico no hay debate posible. Por supuesto que éste puede darse en el ético, el moral o el religioso, pero ese es otro tema. Si la secretaría de salud decidió, luego de una labor de consulta, como se hace con cualquier otra medicina, incluir esta píldora en su cuadro de medicamentos básicos lo hizo, como con cualquier otro medicamento, basándose en criterios científicos y de salud, como debe hacerlo. Pongamos un ejemplo: hay grupos religiosos que se oponen a la transfusión de sangre: están en su derecho, quienes profesan esa religión, de no aceptar una transfusión sanguínea. ¿Debería entonces la secretaría de salud no tener centros de transfusión ni almacenar sangre para no ofender esas opiniones religiosas, tan respetables como cualquier otra? Por supuesto que no, y lo mismo sucede con la píldora del día después. Está en el cuadro básico de medicinas porque el índice de embarazos no deseados es un problema de salud pública y existe una respuesta científica y médica a ese problema. Pero la SSA no obliga a nadie a utilizarla: si la iglesia o algunos funcionarios o el PAN, no están de acuerdo con la utilización de ese medicamento que simplemente llamen a sus fieles o sus militantes a no utilizarlo, pero no pueden imponer su visión de las cosas a los demás. Pero si a eso le sumamos que repentinamente la secretaría de Gobernación quiere decir por sobre las de salud, y si el precandidato del PAN, Santiago Creel, coloca ese tema como uno de su campaña, estamos ante un vacío político inocultable. La política de salud del gobierno federal la debe llevar la secretaría de Salud, no Gobernación ni tampoco el PAN. Si Salud tomó una determinación se supone que ha sido con la aprobación del ejecutivo federal. Y el titular de Gobernación, en un campo que no es su área de influencia, simplemente debería acatarla o renunciar. Si Frenk no consultó con el presidente Fox y no tiene el respaldo del gobierno para asumir una decisión tan sencilla, tampoco tendría nada que hacer en el gabinete. Si Abascal no está de acuerdo con Frenk, debe discutirlo en el gabinete y con el presidente, no en los medios. La pregunta es quién pone orden en el equipo presidencial, quién puede llenar estos vacíos que de todas formas se ocupan: por gobernadores inescrupulosos, por el crimen organizado o los grupos armados, por la iglesia, por quien tenga intereses en cada uno de esos ámbitos específicos. Y así es como se deterioran, constantemente, las instituciones.

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