Un presidente a la medida
Columna JFM

Un presidente a la medida

Para el 2006 se elegirá un presidente honesto, con experiencia, que cumpla con sus promesas y que tenga preparación académica. Al contrario de lo que se ha dicho, aspectos de su perfil como el liderazgo, la firmeza, su decisión de ayudar a los pobres, son considerados importantes pero están bastante menos valorados por la gente. Por lo menos eso es lo que se desprende de la muy interesante encuesta de Gaussc, presentada por la organización Sociedad en Movimiento, que encabeza la Coparmex, con muchos datos que sirven para analizar, el sentir de la gente respecto al 2006.

Para el 2006 se elegirá un presidente honesto, con experiencia, que cumpla con sus promesas y que tenga preparación académica. Al contrario de lo que se ha dicho, aspectos de su perfil como el liderazgo, la firmeza, su decisión de ayudar a los pobres, son considerados importantes pero están bastante menos valorados por la gente. Por lo menos eso es lo que se desprende de la muy interesante encuesta de Gaussc, presentada por la organización Sociedad en Movimiento, que encabeza la Coparmex, con muchos datos que sirven para analizar, el sentir de la gente respecto al 2006.

Es notable que la enorme mayoría privilegie la honestidad del próximo mandatario, muy por encima (el doble) de cualquier otra cualidad. La experiencia, el que cumpla sus promesas y sus propuestas son, también, virtudes consideradas importantes, pero no se comparan con la que se le da a la honestidad. Ello parece ir de la mano, según el mismo estudio, con la percepción de la ciudadanía respecto a los gobernantes y los partidos: el 75 por ciento considera que los gobernantes pierden contacto con las necesidades de la gente; un 43 por ciento percibe que los partidos se han alejado de ella y sus necesidades, mientras que otro 36 por ciento considera que “siempre han estado alejados”; finalmente, el 78 por ciento considera que los gobernantes hacen lo que quieren con el país. En otras palabras, la mayoría de la gente no confía en los partidos y los gobernantes y por eso parece privilegiar “la honestidad” a la hora de ejercer el voto, aunque en términos políticos ello quede, la mayoría de las ocasiones, en el ámbito de las percepciones, de la subjetividad.

En este sentido, quienes aparecen como los principales favoritos en cada uno de sus partidos no tienen en su favor una percepción de honestidad muy definida, sea justa o no esa percepción. López Obrador ha marcado toda esta primera etapa de su campaña por el norte del país con la bandera de la honestidad, aunque hayamos visto su gobierno sacudido por reiterados escándalos de deshonestidad, de los que el ex gobernante capitalino, en términos de percepción pública, en buena medida como consecuencia de toda la trama del desafuero, ha logrado no quedar involucrado. Pero fuera de que el ex jefe de gobierno quiera presumir de una honestidad personal, será muy difícil que en la campaña electoral, no veamos, una y otra vez, los videos de sus principales colaboradores recibiendo en forma ilícita dinero o jugándoselo al black jack en Las Vegas: los videoescándalos de Ponce Meléndez, Bejarano e Imaz, son una pieza demasiado jugoso como para que no se asocie a López Obrador con ellos en la campaña. El punto es importante porque los otros atributos que interesan: experiencia, credibilidad y buenas propuestas, en su caso van demasiado de la mano con la percepción de honestidad. Si López Obrador es vulnerado en ese aspecto, lo demás se le vendrá abajo porque la suya es una candidatura que se basa, en buena medida, en la posibilidad que la gente pueda “creer”, sin contar con mayores elementos de juicio, sin que ingrese jamás al capítulo de los “cómo”, en el ex jefe de gobierno capitalino.

En el caso de Madrazo, y en general de la mayoría de los priistas, la deshonestidad desde casi siempre ha sido la característica negativa que se les ha achacado, sea o no verdadero en cada uno de ellos. Pero difícilmente de aquí al 2006 alguno de sus precandidatos podrá recuperar su imagen en ese sentido, quizás con la única excepción de Beatriz Paredes, precandidata al DF (y que algunos consideran que podría ser una suerte de plan B, en caso de que el proceso interno entre Madrazo y Montiel se enredara demasiado). Para luchar contra esa imagen, los priistas, tanto Madrazo como Montiel, tendrán que apoyarse en los otros atributos: experiencia sobre todo, buenas propuestas y cumplimiento de los compromisos asumidos. Y aunque este último aspecto es, también un factor de debilidad en la percepción de Madrazo, en la encuesta aparecen otros elementos que podrían compensar esas deficiencias: cuando se cruzan todas las cualidades que la gente desea ver en un presidente, la mayoría preferiría una persona con experiencia, dejando la preparación académica en segundo término, pero que llegue a consensos, que diga lo que piensa y sobre todo que actúe a pesar de que lo critiquen. Allí es donde podrían hacerse fuerte los priistas, e incluso, por otras vías, el propio López Obrador.

En principio, los panistas son los que en mejores condiciones podrían estar en el rubro de honestidad. Pero por eso mismo las denuncias contra la familia Fox-Sahagún son tan costosas para el gobierno y su partido y romper, una vez más, sean ciertas o no, esa imagen es tan necesario como difícil. Lo mismo sucede con Santiago Creel, con las últimas denuncias que lo han acosado. Vulnerar la percepción de los panistas como honestos, es muy grave para ese partido porque es en los otros atributos que se reclaman a un presidente, en donde quedan en desventaja con priistas e incluso perredistas: en términos de experiencia, de capacidad para llegar a consensos, de actuar pese a las críticas, esta administración no ha quedado bien parada. Por eso, la propia campaña publicitaria de la presidencia de la república, iniciada hace un mes, gira en torno a valores más que a logros, y se asocian casi todos ellos a la palabra democracia como si ella fuera un atributo inherente a Vicente Fox y a su partido, buscando fortalecer la idea de que, pese a todo, los panistas son más honestos que los priistas y perredistas.

La paradoja de esta encuesta es que si nos basamos en sus resultados, los mexicanos no tendremos en las listas para el 2006 a los hombres o mujeres que mejor puedan representar esos valores. López Obrador, Madrazo, Montiel o Creel, pueden ser cuestionados en varios de esos aspectos que la gente dice que preferiría para un presidente (con el componente adicional de que conceptos como honestidad, experiencia, capacidad de generar consensos o de asumir costos, no necesariamente quieran decir lo mismo para diferentes personas y sectores sociales). Incluso, en ese sentido, algunos de los que aparentemente estarían por debajo de ellos, parecerían mejor ubicados en ese sentido: Cuauhtémoc Cárdenas llena mucho mejor esos requisitos que López Obrador; Felipe Calderón es en esos aspectos más completo que Creel y, como dijimos, Beatriz Paredes, también si nos basáramos en estos datos, funcionaría como candidata mucho mejor que Madrazo o Montiel.

Pero los partidos, decía la propia encuesta, se basan en sus intereses y objetivos, no necesariamente en la percepción de la gente. Y la gente no siempre valora lo importante: llama la atención en esta encuesta, por ejemplo, que si bien se perciben la inseguridad, la corrupción y la impunidad, la pobreza y la desigualdad, lo mismo que el desempleo, como los principales problemas del país, no se identifique a la educación, el respeto a las leyes o mucho menos a la necesidad de reformas profundas en el ámbito económico, estructural, como temas fundamentales: por supuesto una reforma fiscal o energética ni aparecen en la encuesta. En general, pareciera privar más un ambiente restaurador, considerando (como dicen la mayoría de los encuestados) que en el pasado se vivía mejor, por encima de una inquietud por transformar el presente. Y eso no puede dejarnos satisfechos. Los organizadores de este estudio, insistieron en la idea, sin duda clave, de ejercer un “voto razonado” en el 2006 para contrarrestar esas tendencias. El problema es que una cuarta parte de la población no tiene idea de qué es el “voto razonado” y lo que los llevará a votar por uno u otro candidato, dependerá de cualquier otro factor, en ocasiones muy alejado de las necesidades reales del país.

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