Cárdenas no cree en las promesas de AMLO
Columna JFM

Cárdenas no cree en las promesas de AMLO

Durante los últimos cinco años, Andrés Manuel López Obrador menospreció a Cuauhtémoc Cárdenas. En realidad la distancia se dio, con toda la corriente cardenista, desde el mismo momento en que López Obrador asumió la jefatura de gobierno del DF y se puso como objetivo la candidatura presidencial para el 2006, asumiendo que la derrota electoral del año 2000 implicaba la ?jubilación? política del ingeniero.

Durante los últimos cinco años, Andrés Manuel López Obrador menospreció a Cuauhtémoc Cárdenas. En realidad la distancia se dio, con toda la corriente cardenista, desde el mismo momento en que López Obrador asumió la jefatura de gobierno del DF y se puso como objetivo la candidatura presidencial para el 2006, asumiendo que la derrota electoral del año 2000 implicaba la “jubilación” política del ingeniero. Esa lógica, lo llevó a distanciarse con su antecesora Rosario Robles, que era en el 2001 mucho más popular que AMLO, hasta llegar al grado de la persecución interna, en la administración y en el PRD, de los simpatizantes y colaboradores de Cuauhtémoc y de Rosario. Muchos de los ex colaboradores de Cárdenas vieron que, para desplazarlos, la administración López Obrador les iniciaba procesos administrativos y se llegó al grado de, cuando el ahora candidato único del PRD, decidió lanzar su programa de obras públicas en la capital, que giraban en torno al segundo piso, no canalizar por las vías institucionales esos proyectos para evitar que tuvieran algún tipo de relación con Cárdenas o con Robles. Primero, se realizó una licitación que ganó la empresa de Carlos Ahumada y el GDF la desconoció por la cercanía de éste con Robles (a partir de allí todas las obras se hicieron por adjudicación directa, sin el requisito de la licitación y fueron, en su enorme mayoría entregadas a la empresa Rioboó, que cuenta con las simpatías del ahora candidato). Luego, decidió responsabilizar de los trabajos no al secretario de obras públicas, el ingeniero y sin duda muy conocedor de la problemática de la capital, César Buenrostro (un hombre cercanísimo a Cárdenas) sino a la secretaria de Medio Ambiente, Claudia Sheimbaum, sin experiencia previa alguna en el tema, pero parte del grupo íntimo del jefe de gobierno. Después de todo el affaire de los videoescándalos y del derrocamiento de Rosario Robles en el PRD, Cárdenas no renunció al partido pero sí a todos los cargos dentro de la dirección del mismo, enviando una señal de indudable distanciamiento. No hubo una sola declaración, un solo gesto de López Obrador y su gente para tratar de acercarse a Cárdenas o tratar de reincoporarlo a la dirección del partido. Al contrario, las expresiones sobre todo de la corriente bejaranista, que es el principal sustento de López Obrador en el PRD, fue, una vez más, entre de alivio y desprecio por el alejamiento de Cárdenas.

Desde entonces, lo que hubo fue un proceso de distanciamiento notable entre Cárdenas y López Obrador, que estuvo marcado por el menosprecio de éste hacia el ingeniero y su corriente política. Todo ello enmarcado en la lógica que priva en el ahora candidato, respecto a que el eje de su campaña y actividad no está en el PRD sino en sus alianzas por fuera, que terminaron teniendo expresión en las llamadas redes ciudadanas. La situación se agravó porque López Obrador fue candidato al DF, sólo porque fue un compromiso que contra viento y marea, sacó adelante el propio Cárdenas. Y los pocos puntos con los que superó a Santiago Creel en la elección capitalina del 2000, en buena medida se debieron al buen trabajo que realizó Rosario Robles en la capital y, no se puede ocultar, a los recursos que de una u otra manera se destinaron a la campaña del tabasqueño desde el GDF. Tanto fue el interés de Cárdenas para que participara López Obrador que incluso se llegó a la negociación del propio ingeniero con el presidente Zedillo para que el PRI no impugnara la candidatura que, obviamente, no cumplía con los requisitos mínimos de residencia para competir por ese cargo.

Por eso, en el entorno de Cárdenas lo más suave que se dice de López Obrador es que es un político desleal y poco confiable. Las designaciones y el protagonismo de Manuel Camacho y su equipo en las redes de apoyo, la distancia con Cárdenas e incluso con el PRD, la imposición de la dirigencia nacional y capitalina en el partido, el impulso a la candidatura de Marcelo Ebrard para el DF, son parte de esa lógica de desconfianza. Y también por eso, Cárdenas, no desde ahora, sino desde antes de las elecciones del 2003, viene insistiendo en que no se descartaba para las boletas electorales del 2006, pero sobre todo que quería impulsar un programa político, un proyecto de nación que ponía a la consideración de su partido y de otros sectores. López Obrador jamás aceptó la posibilidad de siquiera participar en la discusión de ese proyecto. Lo que hizo fue ignorar a Cárdenas y, sobre las rodillas, para neutralizar el esfuerzo que venía desarrollando la gente del ingeniero, presentar su “nuevo proyecto de nación” en un libro que está muy lejos, ya no sólo de competir con el trabajo que estaba realizando la gente de Cárdenas sino siquiera de cubrir las expectativas que el propio López Obrador genera.

Cuando Cárdenas le propuso a López Obrador que debatieran sobre ambos proyectos, el jefe de gobierno lo volvió rechazar e incluso el entonces nuevo presidente del partido Leonel Cota, terminó avalando la posición del jefe de gobierno. No había condiciones entonces para buscar la candidatura dentro del PRD y Cárdenas siguió haciendo trabajo político dentro pero sobre todo por fuera del partido. Finalmente, la posibilidad de una candidatura independiente de Cárdenas comenzó a tomar forma a través de la propuesta del frente amplio que plantean el PT y Convergencia y al que podrían incorporarse otros sectores.

Fue entonces cuando en el PRD comenzaron a reaccionar, a sacar cuentas y a comprobar que el menosprecio tenía un costo. Primero, Cota Montaño dijo que sí aceptaba el PRD participar en un frente pero que la única posibilidad era que el candidato fuera López Obrador; luego, éste en una nueva actitud marcada por el personalismo, declaró, visiblemente enojado que si se conformaba ese frente y no lo querían de candidato él renunciaba; más tarde comenzaron las presiones hacia Convergencia y el PT para que se alejaran de Cárdenas. Un dato, les preocupó seriamente: en una encuesta de María de las Heras, la semana pasada, el 52 por ciento de los encuestados dicen que quieren un debate entre López y Cárdenas, mientras que un 17 por ciento dijo que estaría dispuesto a votar por Cárdenas si éste se presenta. No estaríamos hablando, si Cárdenas es candidato, de dos o tres puntos, sino de números mucho más importantes, sobre todo si los sumamos a los que se podrían derivar de la descalificación del candidato perredista por parte de Marcos y el zapatismo.

Por eso han tratado de cambiar la estrategia. Ahora AMLO habla de que sí puede llegar a un acuerdo con Cárdenas, pero no dice cómo ni cuándo ni sobre qué bases. Y sobre todo, se concentró la presión en Lázaro Cárdenas, el hijo mayor del ingeniero y actual gobernador de Michoacán, con lógicas aspiraciones políticas. El eje es presionar a Lázaro, amenazándolo con cortar su carrera política si su padre se lanza por el frente amplio, al tiempo que voceros oficiosos de AMLO le envían mensajes a Cárdenas diciéndole que si no lanza su candidatura le garantizarán un espacio a Lázaro en el gabinete de López Obrador. El problema que se le presenta a éste para que avance esa propuesta es que, sencillamente, en el seno del cardenismo no le creen. Ya les ha fallado, ya en el pasado no ha cumplido sus compromisos. ¿Quién les garantiza, se preguntan, que ahora lo haga?

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