Si todo se puede, la democracia no funciona
Columna JFM

Si todo se puede, la democracia no funciona

Ayer me decía Enrique Jackson, hablando de la situación que se vive en el PRI, que el momento actual es más difícil para su partido que el que se vivió en el 2000, después de la derrota electoral de Francisco Labastida. Es verdad, pero las dificultades del momento trascienden al priismo, que al momento de escribir estas líneas, ya entrada la noche, no se terminaba de poner de acuerdo en cómo salir de la trampa en la que sólo se ha metido con la renovación de su dirigencia nacional sino que va mucho más allá. Difícilmente se pueden recordar en los últimos sexenios, salvo que nos vayamos hasta el de José López Portillo, un momento tan preocupante, con tantos elementos de incertidumbre como el que vivimos hoy.

Ayer me decía Enrique Jackson, hablando de la situación que se vive en el PRI, que el momento actual es más difícil para su partido que el que se vivió en el 2000, después de la derrota electoral de Francisco Labastida. Algo similar decía Dulce María Sauri. Es verdad, pero las dificultades del momento trascienden al priismo, que al momento de escribir estas líneas, ya entrada la noche, no se terminaba de poner de acuerdo en cómo salir de la trampa en la que sólo se ha metido con la renovación de su dirigencia nacional (después del descarte de Sergio García Ramírez, el nombre que volvía a sonar era el de Manlio Fabio Beltrones, aunque la discusión sobre cómo integrar el CEN parecía clave para definir el tema), sino que va mucho más allá. Difícilmente se pueden recordar en los últimos sexenios, salvo que nos vayamos hasta el de José López Portillo, un momento tan preocupante, con tantos elementos de incertidumbre como el que vivimos hoy.

Como en todo, hay varias lecturas posibles: una, es la que muy probablemente nos presentará el presidente Fox y que no necesariamente se aparta de la realidad. Una economía estable, con un crecimiento escaso pero sostenido y sin inflación; con sectores como el turismo con un crecimiento explosivo; precios altos del petróleo que mantienen establece el peso; una política social que ha tenido éxitos reconocidos por el Banco Mundial, el BID y la CEPAL; una ley de transparencia que, con todos los atorones del caso, comienza lentamente a rendir frutos. Un enorme pendiente que es el de la seguridad pública pero en un escenario donde ello se percibe, en esa lectura, como un capítulo específico, separado de lo demás. Esa es una visión sobre la situación del país, válida como muchas otras y que seguramente será la que presentará el presidente Fox el día de hoy.

Pero existe otra lectura que es mucho más peligrosa y que se termina relacionando con el clima de inseguridad que vivimos pero que penetra mucho más profundamente en la vida nacional. Platicaba con Héctor Aguilar Camín de su espléndida novela “La conspiración de la fortuna”, sobre la fisura que se había generado en la vida nacional a partir del 93-94 y el consiguiente debilitamiento del Estado, la sensación de impunidad, de que todo se puede y nada es castigado que hace falta de funcionalidad a todo el incipiente entramado democrático. Esa fisura podría haberse cerrado con la elección del 2000 pero no fue así, al contrario quedó abierta y hoy está expuesta. Hoy se vive esa misma sensación de que las cosas pueden marchar bien en algunos terrenos pero de que algo puede pasar, de que todo se puede descarrilar, con la enorme diferencia de que entonces, el control del gobierno federal sobre muchas de las riendas del poder era, sin duda, más estrecho, más firme que hoy. Los elementos ahí están, la evolución de las cosas dependerá en buena medida de que se mezclen o no los mismos, o más simplemente de cómo lo hagan.

Por eso la tentación de la violencia, de la desestabilización es tan fuerte y las réplicas a ella tan débiles. Se podrá decir que no es así: que la democracia evitará esos tropiezos, como hace doce años se decía que las reformas y la incipiente apertura, aunadas a los logros que provendrían del TLC también frenaría ese clima tan difícil de definir como fácil de percibir. Insistimos los hechos ahí están: algunos podrán entender como un avance democrático que el EZLN reaparezca en estos momentos y les parecerá menor que se diga que una organización que sigue siendo armada y clandestina, pueda recorrer el país como un “ciudadano más”. Otros podrán considerar que el secuestro, por ejemplo, de una figura pública como Rubén Omar Romano, que lleva en manos de sus captores más de un mes, es simplemente un dato más en las encuestas de la inseguridad. Se podrá considerar que la ola de violencia que azota algunos estados del país proviene sólo de la guerra entre narcos. De la misma manera se podrá pensar que la muerte de Enrique Salinas o antes de ello los atentados contra algunos periodistas entran en el terreno de lo cotidiano. Se puede entender así, pero también se puede leer como un mensaje de que todo se puede, y que nadie pagará un costo por ello, que todo queda impune Y ahí se incluyen desde la violencia cotidiana hasta la violencia electoral.

Se puede o no estar de acuerdo con Elba Esther Gordillo pero ¿no es un delito que un grupo de vándalos a plena luz del día pueda llegar hasta su casa, pintarrajearla, agredir a vecinos, cerrar el tránsito y que no suceda nada, salvo que las cinco patrullas que llegaron al lugar se limitaran a cuidar a los agresores? No es un dato menor, en ese edificio vive (y a ella se dirigió la agresión) Gordillo, en medio ahora del vendaval priista, pero allí también vive Jorge Castañeda y hasta que asumió la gubernatura de Michoacán allí también vivía Lázaro Cárdenas. Y alrededor viven decenas de familias que están a expensas de la violencia de cualquiera que desee agredirlas mientras las fuerzas de seguridad simplemente no actúan. Como no actuaron en Tláhuac cuando eran golpeados hasta morir calcinados un grupo de agentes de la PFP. No lo hicieron para no pagar costos políticos.

Se puede o no estar de acuerdo con José Murat, pero si la PGR hace ya más de un año confirmó en sus investigaciones que no hubo ningún atentado en su contra sino una fabricación en la que participó su propio cuerpo de seguridad y en el cual resultó muerta una persona, ¡no se debería esperar que esa violación a la ley fuera castigada? Si en el mismo estado, un periódico es invadido por vándalos enviados por el gobierno local ¿no deberían garantizar las autoridades la libertad de prensa en lugar de contemporizar con los agresores?

Nuestro sistema jurídico, nuestro aparato de procuración e impartición de justicia parece estar construido para alentar la impunidad, pero si una magistrado del Consejo de la Judicatura advierte que jueces y magistrados están siendo amenazados por el crimen organizado ¿nadie lo considera como un peligro evidente para la estabilidad del país?¿cómo puede, entonces, el secretario de gobernación, ante los propios legisladores panistas, decir que hay que tomar con pinzas esas advertencias y que en realidad, en la mayoría de los casos no se trata de verdaderas amenazas?

No guste o no Bejarano, el que hoy esté libre y manejando a un sector de su partido cuando todos lo vimos quedándose con enormes cantidades de dinero en forma ilegal ¿no sólo termina alentando la impunidad sino enviando el mensaje a todos los partidos, todos los candidatos de que consigan dinero de dónde sea que igual nadie será sancionado? Porque eso es lo que está pasando.

Decía Leonardo Da Vinci que “quien no castiga el mal, ordena que se haga”. Y eso es lo que está ocurriendo. Se suceden los hechos preocupantes, que podrán ser entendidos como eventos aislados, pero no se comprende que, al quedar todos impunes, uno alimenta a los otros y terminan creando este clima que comienza a pernear la vida política nacional.

El problema real de nuestro momento político no es saber quién ganará las elecciones, ni los desacuerdos domésticos en el PRI, ni las tensiones entre Cárdenas y López Obrador; tampoco el saber si Felipe Calderón le terminará arrebatando o no la candidatura panista a Santiago Creel. El verdadero problema es en qué contexto se dan esos procesos, qué generan y quiénes pueden intentar manipularlos. La advertencia sobre esos peligros, sobre la posibilidad de que en formas, momentos, procesos distintos se termine repitiendo una violencia similar a la de 93-94, no estará en el informe presidencial de hoy. No se dirá que todo se puede y prácticamente nada se castiga, desde la trampa hasta la violencia. Y es así que se fermentan las crisis. Contra eso no hay blindajes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil