Elba Esther y la analogía camachista
Columna JFM

Elba Esther y la analogía camachista

Lo que le ha sucedido a Elba Esther Gordillo es extraño: tiene poder, sigue siendo, pese a todo, secretaria general del PRI, pero ni ella parece querer demasiado a su partido ni su partido parece quererla demasiado a ella. Las razones para ese desencuentro son profundas y devienen de una realidad que ni los dirigentes priistas pueden ocultar ni Elba Esther tampoco: hasta ahora se necesitaban mutuamente aunque ni a ella le gustara el PRI actual ni al priismo las actitudes y políticas de la maestra.

Lo que le ha sucedido a Elba Esther Gordillo es extraño: tiene poder (lidera el sindicato más grande de América Latina, una federación de trabajadores al servicio del estado, tiene contactos muy cercanos en posiciones claves de la administración federal y en varios estados), sigue siendo, pese a todo, secretaria general del PRI, pero ni ella parece querer demasiado a su partido ni su partido parece quererla demasiado a ella. Las razones para ese desencuentro son profundas y devienen de una realidad que ni los dirigentes priistas pueden ocultar ni Elba Esther tampoco: hasta ahora se necesitaban mutuamente aunque ni a ella le gustara el PRI actual ni al priismo las actitudes y políticas de la maestra.

A ella ya no le gusta un PRI muy similar al que militó durante buena parte de su vida y varias de las actitudes que ha tomado en los últimos años, algunos dirán que para legitimarse, otros simplemente por convicción, y que son los que dan, de alguna forma, una mejor cara a las posiciones políticas de la maestra, son las que más escozor han generado en el partido tricolor porque lo perciben como faltas de disciplina y de lealtad: y ello va desde su participación en el lejano Grupo San Angel o en otras instancias similares, hasta el no apoyo a gobernadores o candidatos priistas impresentables, como José Murat o Ulises Ruiz.

En cualquier otro partido, el que uno de sus dirigentes participe en forma activa en un grupo que busca avanzar más en la democratización del país (aunque evidentemente ello sería a costo del propio priismo tradicional) o que no aceptara apoyar a dirigentes o candidatos considerados antidemocráticos o corruptos, debería ser motivo de un cierto reconocimiento. En el caso de Elba Esther no lo fue porque no involucró en ello a su partido y también, en parte, por su historia, en parte por la propia realidad que ha vivido el priismo desde el asesinato de Colosio. En el tema de las reformas hacendaria y energética del año antepasado, la verdad es que Gordillo tenía razón: la reforma hacendaria era (es) necesaria y en un país como el nuestro debe hacerse bajando la carga al impuesto sobre la renta y generalizando el impuesto sobre el consumo. Cuando se tiene sólo un relativamente espectro de contribuyentes cautivos, la única forma de aumentar y hacer más justa la recaudación es por esa vía. Así lo entendió el priismo durante mucho tiempo pero la mezquindad política y electoral no le permitió avanzar en ello (y si algún día regresan al poder se arrepentirán). La reforma energética es igual de imprescindible y sólo puede pasar por lo que se ha propuesto: avanzar en esquemas de inversión mixtos que permitan una mucho mayor producción de derivados del petróleo y generación de energía, que en nada afecta, al contrario, a PEMEX y la CFE. Con un agregado, tanto Elba Esther como Roberto Madrazo se comprometieron ante muchos sectores en sacar adelante esas dos propuestas. A Elba Esther ello le costó la coordinación de los diputados y mucho más, a Madrazo le costó en imagen pública y en la percepción, sobre todo en el mundo empresarial, de que es un hombre que no cumple con sus compromisos.

Pero Gordillo se ha equivocado desde su regreso a la política activa en México. Aparentemente no supo ni leer el mundo priista ni valorar sus propias fuerzas: apostó y todo parece indicar que perdió. Una connotada dirigente de ese partido, me decía que quizás no es así: que nos debemos fijar no en los fines sino en los móviles de la acción de Gordillo. Puede ser: todo indica que el centro de atención de la maestra en su accionar reciente es uno: enfrentarse a Roberto Madrazo e impedir, como sea que llegue a la candidatura y menos a la presidencia de la república.

Todo gira en torno a ello. Desde la demanda en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación , hasta el boicot que ha comenzado a sufrir Madrazo de parte de algunos maestros en sus giras, como sucedió esta semana en Guanajuato (y que podría leerse como la respuesta de Gordillo a las agresiones que sufrió en su vivienda de parte de “maestros” oaxaqueños, un esquema de toma y daca que, obviamente, terminará dañando a ambos por igual), lo cierto es que lo que se busca es un escenario en el cual toda la actividad del tabasqueño resulte obstaculizada.

El problema y lo que le ha generado rechazo incluso en sectores que nada tienen que ver con Madrazo dentro del PRI, es que la mayoría considera que de esa forma se entorpecerá, es verdad, al ex presidente del partido, pero también al partido en general. Por eso, si bien algunos sectores de Unidad Democrática y el propio Arturo Montiel plantean la necesidad de buscar un acuerdo con Gordillo y darle una salida al conflicto que enfrentan, se han cuidado mucho de no explicitar un apoyo a la presidenta del SNTE. Saben que pueden ganar en un sentido, pero perder mucho más en otro.

En lo personal, percibo a Elba Esther Gordillo mucho más cerca de romper con el PRI que de llegar a un acuerdo, por la sencilla razón de que no se observa, aunque haya oposición de muchos sectores a Madrazo, la intención de un cisma. Paradójicamente también, en términos de la más estricta real politik a Gordillo le convendría, incluso para equilibrar fuerzas en ese partido, una buena negociación más que una ruptura. Pero salvo que Madrazo pierda la elección interna del priismo (e incluso así), eso no se ve posible.

La posibilidad, como algunos señalaron, de que termine respaldando a López Obrador, parece lejana, no hay condiciones en el PRD para una alianza de ese tipo, aunque a AMLO no le disgustaría la posibilidad, y a su virtual jefe de campaña, Manuel Camacho, menos. En realidad, existe un paralelismo muy marcado entre la relación de Camacho y la de Elba con el priismo: ambos tuvieron influencia, peso, enormes posibilidades, pero ninguno de los dos fue querido por su partido. A Camacho se lo acusó de haber obstaculizar y traicionar a Colosio, con diez años de distancia y muchas diferencias, a Elba Esther, si Madrazo queda de candidato tricolor, también la van a acusar de traicionarlo y ponerle obstáculos. Los dos están recorriendo un camino lleno de paralelismos.

Con una diferencia. Elba tendría, para ser congruente con sus propias propuestas, si decide no quedarse en el PRI, una puerta abierta en sectores del panismo. Resultaría casi imposible un acuerdo con los sectores que representa Alberto Cárdenas (que el jueves comprobó, con un discurso tan pobre en el debate, que no está en condiciones de buscar la presidencia de la república y probablemente eso se confirme hoy en la primera ronda de votación panista), pero Santiago Creel está más que dispuesto a un acuerdo con Gordillo a la que Manuel Espino, con la “sensibilidad” política que lo caracteriza incluso la invitó a incorporarse al PAN, lo que debe haber hecho revolverse en su tumba a Manuel Gómez Morín. Felipe Calderón, como debe ser, ha sido mucho más congruente y cauteloso, pero aceptaría, obviamente, una alianza con ella, con Elba y su gente fuera del PAN. Pero sea acuerdo o alianza electoral, eso le daría un peso diferente a cualquiera de los dos precandidatos panistas. Cualquier otra opción, incluyendo la muy cacareada de Nueva Alianza, sería perder-perder para Gordillo.

Porque hay que recordar que Elba Esther tiene ahora unos 20 diputados fieles a ella, y también que tiene todo el peso en el SNTE. Pero ¿qué sucederá cuando vengan los tiempos electorales y cuando se repartan las candidaturas, en un sindicato federalizado como el SNTE, y los candidatos del magisterio tengan que elegir entre apoyar a Gordillo o aceptar las posiciones priistas que les ofrecerán, por ejemplo, los gobernadores o el candidato de ese partido?¿la seguirán a Elba?

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