Camacho, AMLO, Arreola: el pez por la boca muere
Columna JFM

Camacho, AMLO, Arreola: el pez por la boca muere

Hablemos de congruencia política. El texto que sigue se publicó hace poco más de un año y fue un éxito editorial: ?en la biblia está la explicación del comportamiento de Manuel Camacho. La suya, en más de un sentido, es la biografía de Caín, aquel labrador que no soportó que Dios lo viera con menos simpatía que a su hermano menor, el pastor Abel. Los celos lo enloquecieron, lo llevaron a padecer el más profundo rencor y un día cualquiera, ya totalmente envenenado por el odio, Caín condujo a Abel al campo y lo mató. Es casi la historia de Camacho y Colosio.? El autor del libro es Federico Arreola, que ahora comparte asientos con Manuel Camacho en la dirección de las redes ciudadanas, impulsando el nuevo proyecto de nación que dice representar Andrés Manuel López Obrador.

Hablemos de congruencia política. El texto que sigue se publicó hace poco más de un año y fue un éxito editorial: “en la biblia está la explicación del comportamiento de Manuel Camacho. La suya, en más de un sentido, es la biografía de Caín, aquel labrador que no soportó que Dios lo viera con menos simpatía que a su hermano menor, el pastor Abel. Los celos lo enloquecieron, lo llevaron a padecer el más profundo rencor y un día cualquiera, ya totalmente envenenado por el odio, Caín condujo a Abel al campo y lo mató. Es casi la historia de Camacho y Colosio. Manuel, el hermano mayor en la familia salinista, aquejado gravemente por la envidia (no soportó que Salinas, el padre, no lo hubiese escogido como candidato a él) cometió desde el día del destape del sonoerense el peor de los crímenes políticos que alguien puede realizar en el viejo sistema priista: indisciplinarse. Manuel Camacho, resentido y obsesionado, decidió el mismo domingo 28 de noviembre de 1993, sabotear la candidatura de Luis Donaldo”. Así comienza el capítulo 11 del libro Así Fue , publicado por Aguilar Nuevo Siglo en marzo del año pasado, con motivo del décimo aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio. El autor del libro es Federico Arreola, que ahora comparte asientos con Manuel Camacho en la dirección de las redes ciudadanas, impulsando el nuevo proyecto de nación que dice representar Andrés Manuel López Obrador.

Dice ayer Federico que me respeta como periodista pero que soy incongruente y asegura que él no llevó a López Obrador el fin de semana pasado al visitar la tumba de Colosio y Diana Laura en Magdalena de Kino, que fue el propio López Obrador el que lo decidió. No tengo porque no creer en la palabra de Federico, aunque lamento que escriba que ahora, en la dirección de la campaña de López Obrador, no está en condiciones de dar órdenes a nadie, que “hago, simplemente, lo que se me dice”. Qué bueno por Federico que a López Obrador no se le ocurrió ir a visitar la capilla de Jesús Malverde, el santo de los narcotraficantes en Culiacán, porque si no se hubiera metido en problemas simplemente por haber aceptado órdenes.

Dice también Federico que Luis Donaldo siempre respetó a Andrés Manuel. Puede ser que se lo haya dicho alguna vez, a nadie le consta porque no existe una sola declaración, una sola línea de Colosio afirmando algo por el estilo. Por supuesto que Colosio tenía muchos amigos en la izquierda, sobre todo los que habían sido legisladores con él, pero que yo recuerde ninguno era siquiera del grupo que ahora acompaña a López Obrador, sino que provenían de los que verdad eran de la izquierda mexicana. Por eso dudo mucho, y Federico me concederá el decir que Colosio sí era congruente, Luis Donaldo sintiera simpatía por alguien a quien había calificado como “terrorista político”, encargado de “radicalizar grupos, provocando histeria social, destruyendo valores y sustituyendo la política con la violencia”.

Eso decía Colosio de López Obrador, y no lo digo yo, lo escribió el propio López Obradro en su libro Tabasco, víctima del fraude electoral , donde también acusó a Colosio de orquestar un complot (¿le suena conocido el slogan?) entre los empresarios locales en contra de la campaña del propio López Obrador. Pero hay más: López Obrador no sólo acusa de “delincuente electoral” a Colosio y a otros dirigentes del PRI en esa época, sino también a un personaje clave en ese libro: Manuel Camacho Solís, de quien dice que fue quien le dio posesión como líder estatal del PRI a Roberto Madrazo y que a partir de allí el fraude en su contra se manejó “desde el DF” con Fernando del Villar (que luego sería responsable del Cisen) como delegado del PRI (y con Camacho como secretario general) a quien López Obrador calificaba como un personaje de toda la confianza de Camacho. Es más, López Obrador dice que Camacho como estrategia de negociación le ofreció “tres ayuntamientos” a cambio de acabar con la movilización en el estado y Andrés Manuel lo acusa de ofrecerle “prebendas o migajas de cargos públicos a cambio de legitimidad electoral y política”. Hoy, ese hombre es su principal operador en las redes ciudadanas y diputado de su partido.

Manuel Camacho, a su vez, asegura que siempre ha mantenido una trayectoria rectilínea en la vida política de apoyo a los procesos democráticos. En realidad no ha sido así. Ha presentado los éxitos que se registraron en las distintas labores en las que estuvo encomendado como triunfos personales, jamás de las administraciones en las que participó pero los errores siempre los asumió como derrotas de éstas y particularmente de quienes eran sus jefes. Hoy está haciendo lo mismo con López Obrador.

Nadie como el propio Camacho estaba tan convencido de que debía ser en 1994 candidato presidencial. No deja de resultar paradójico que, aunque se presente ahora como el candidato de la democratización, siguiera y respetara escrupulosamente las reglas de la sucesión presidencial más tradicional sin reclamar en público o en privado apertura alguna de ese proceso. Camacho descubrió sus profundas diferencias con el salinismo el 28 de noviembre de 1993, cuando no fue candidato presidencial. E incluso así, aceptó ser canciller y luego negociador en representación del gobierno de Carlos Salinas en Chiapas e intentó, desde allí forzar al propio Salinas a que le retirara la candidatura a Colosio para convertirlo a él mismo en candidato. El propio Camacho en su controvertidas memorias, que en su momento aseguró que eran falsas, apócrifas y que ahora reconoce como auténticas, relata, desde su punto de vista, una reunión con Salinas de Gortari el 8 de enero del 94, en la cual le exige al presidente en turno, para no renunciar al cargo de canciller, que negocien dos cosas: Chiapas y la sucesión presidencial. Así dice Camacho que le dijo a Salinas: “si verdaderamente quieres que te ayude, aquí tenemos que hablar de dos cosas: sobre la sucesión presidencial y sobre qué hacer en Chiapas”. Manuel, dice que le contestó Salinas, “no creo que tenga caso hablar de la sucesión. Ello nos tensaría”. Camacho arremetió, según su propia versión y le dijo al presidente: “si tú no quieres hablar de la sucesión y no vamos a establecer entre nosotros una relación de absoluta confianza, no hay problema, simplemente me retiro”. Luego de varios comentarios sobre el tema, la pregunta clave de Camacho y la que mejor refleja su forma de entender las cosas fue: “la única pregunta que tengo Carlos no es porqué fue Colosio, sino porqué no fui yo (sic)”. Dice Arreola en su libro publicado el año pasado, que Camacho nunca admitió la derrota ante Colosio y recuerda a Voltaire: “los celos, cuando son furiosos, producen más crímenes que el interés y la ambición”. Y concluye que “Caín, como en el relato bíblico, se preparaba para atacar a Abel”.

Hoy todos están juntos y dicen ser lo mismo: López Obrador dice honrar a un hombre, como Colosio, que despreció en vida y al que llamó públicamente delincuente electoral. He buscado en estos días en archivos y no he encontrado una declaración, una esquela de López Obrador lamentando la muerte de Colosio. Federico dice que Colosio respetaba a López Obrador pero en realidad Luis Donaldo había clasificado públicamente a López Obrador como “terrorista político”, según lo acepta el propio Andrés Manuel en su libro. Camacho dice que siempre trabajó por la democratización del país pero López Obrador, su actual jefe, lo acusó de operar el fraude electoral de Tabasco en 1988 y de ofrecerle “prebendas o migajas a cambio de legitimidad electoral y política”. Arreola acusó a Camacho, hace un año, de ser “el Caín que condujo a Abel al campo, y lo mató”. ¿Cuál de todos ellos tiene la razón?

Dice Arreola, y tiene razón, que en algún momento todos hemos actuado irracionalmente y yo agregaría que nos hemos equivocado. La diferencia está en cuando uno se equivoca y rectifica, cuando reconoce su error. La congruencia, en buena medida pasa por ello, no en inventarse una historia a modo para acomodarla de acuerdo a las circunstancias.

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