Una muerte que golpea al corazón del poder
Columna JFM

Una muerte que golpea al corazón del poder

La muerte del secretario de seguridad pública federa, Ramón Martín Huerta, del comisionado de la Policía Federal Preventiva, el general Tomás Valencia Ángeles y de un grupo de altos colaboradores de la SSP, es un hecho terrible. Lo es por la dimensión humana del hecho, por la trascendencia política, lo es por la falta de información confiable sobre lo sucedido, la sospecha de que el hombre más cercano del equipo de gobierno, haya sufrido un atentado, es imposible de rechazar en forma automática.

La muerte del secretario de seguridad pública federal, Ramón Martín Huerta, del comisionado de la Policía Federal Preventiva, el general Tomás Valencia Angeles y de un grupo de altos colaboradores de la SSP, es un hecho terrible. Lo es por la dimensión humana del hecho, lo es por la trascendencia política que tiene su muerte, lo es porque ante la falta de una información confiable sobre lo sucedido, la sospecha de que el hombre más cercano del equipo de gobierno, en lo personal y lo político, al presidente Fox haya sufrido un atentado, es imposible de rechazar en forma automática.

Ayer en la tarde cuando iban más de siete horas sin información oficial sobre lo que había ocurrido, el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, pidió a los medios no especular con información que “alarma a la sociedad sin fundamento”. Obviamente el secretario estaba en su papel, pero primero, no se trataba, cuando se hablaba y se sigue hablando hasta el momento de escribir estas líneas de las distintas posibilidades sobre lo ocurrido, de información sin fundamento (por la sencilla razón de que aún no se sabe qué ocurrió con fundamento) y luego porque casi doce horas (al momento de escribir estas líneas) sin información pública sobre un hecho de estas características es, en realidad, lo que sí alarma a la población por encima de cualquier otra consideración.

Primero las víctimas: Ramón Martín Huerta era, insistimos, el más cercano, en lo personal y lo político, de los colaboradores de Vicente Fox. Era una amistad de años, con el hombre que había manejado su administración durante la gubernatura de Guanajuato y quien se quedó en su lugar cuando Fox se fue a la campaña. Era el hombre que tenía el contacto y de alguna manera el control (en el ámbito político y de seguridad) de la familia presidencial. Era el hombre de confianza para los hechos más delicados: cumplió esa función en Guanajuato y también en el gobierno federal, primero en la subsecretaría de gobierno en la SG y luego en la secretaría de seguridad pública. Pero además de eso era un buen político y por sobre todas las cosas un buen hombre: derecho, firme, con convicciones y capacidad de diálogo. El presidente Fox y el sistema político van a extrañar, sin duda, a Ramón Martín Huerta. Nosotros en lo personal, también, porque era un hombre con el que habíamos creado una relación amistosa, seria, profesional.

El general Tomás Valencia era uno de los militares que mejor y más conocían en el ámbito de la seguridad y, sobre todo, del crimen organizado. Un militar confiable, serio, con capacidad y sentido político de la seguridad pública y la lucha contra la delincuencia. Como Ramón Martín, un hombre también con fama de honesto.

Ellos y los demás colaboradores de la SSP, más el tercer visitador de la CNDH, José Antonio Bernal, perdieron la vida “en cumplimiento de su deber” dijo el presidente Fox que sólo, en la primera línea de su mensaje, se refirió a “un lamentable accidente”. El resto de su mensaje parecía destinado a otro tipo de acontecimiento. ¿Por qué se puede pensar que no haya sido un accidente? Primero por una inexcusable falla en la seguridad: en el penal de La Palma están recluidos varios de los más peligrosos delincuentes del país, comenzando por Osiel Cárdenas, los cuales ya en varias ocasiones han ordenado el asesinato de altos funcionarios de gobiernos estatales. El último de ellos, el viernes pasado, en Morelia, del director de Seguridad Pública del estado de Michoacán, Rogelio Zarazúa Ortega, en otra ejecución pública, abierta, realizada con toda la intención de desafiar al poder. Pero también ejecutada contra un funcionario público honesto, que estaba obteniendo logros en su labor (aunque en ocasiones, aseguran en áreas de seguridad federal, cometía el error, grave en estos casos, de lanzarse solo, sin el suficiente cobijo del ejército y la PGR en operativos muy arriesgados). Un hombre que, además, era un muy cercano amigo, no sólo un colaborador, del gobernador Lázaro Cárdenas Batel. La información oficial sobre el hecho, confirmaría que detrás del asesinato estuvo un grupo de sicarios que trabaja para el cártel que encabeza Osiel Cárdenas.

Si analizamos los principales logros de la gestión de Huerta en la SSP, hay que referirse a dos temas: primero, el haber logrado romper, en enero pasado, la estructura de poder que le permitía a Osiel Cárdenas, asociado entonces con Benjamín Arellano Félix, tener el control real del penal de la Palma. El otro capítulo importante fue la segunda etapa del operativo México Seguro en Nuevo Laredo, que logró revertir muchos de los defectos que tuvo en su primera etapa y, además, según información extraoficial pero muy confiable, logró, finalmente, desarticular la red de protección y operación del grupo de los Zetas en esa ciudad, perdiendo con ello Osiel Cárdenas el control de la misma. Y ese es un golpe demoledor para un narcotraficante de su calibre (y por eso mismo la insistencia de la gente de Osiel de proteger enclaves como Michoacán o crecer en otros como Guerrero). Ambos operativos, el de la Palma y el de Nuevo Laredo, lastimaron al cártel de Osiel Cárdenas que, en más ocasiones que cualquier otro grupo del crimen organizado, ha atentado contra funcionarios públicos, ninguno por cierto, de este nivel.

¿Pueden estos grupos realizar algo así? Sin duda, más aún sabiendo a qué hora y en qué lugar pueden “cazar” el helicóptero o el transporte en el cual llegaría el funcionario a un lugar aislado como La Palma.

Hay otros datos: no hubo de parte del piloto ninguna advertencia sobre problemas en la nave, como se había dicho originalmente. Y un helicóptero que transporta al secretario de seguridad y al comisionado de la PFP si tiene cualquier tipo de problemas se reporta inexcusablemente. Hay versiones de testigos que dicen que primero se escuchó una fuerte explosión en el cielo y que luego vieron caer la nave dejando una estela de humo. En la noche se dijo que era al revés, que primero había caído y luego había estallado. Puede ser, entonces hay que explicar porqué cayó. Se ha dicho también que se estrelló contra un cerro ante la existencia, sorpresiva, de un banco de niebla. También puede ser, lo sorprendente es que no se advirtiera de ese peligro a tierra, sobre todo estando tan cerca del lugar de aterrizaje.

El gobierno federal no quiere que se especule con estos hechos. Pero el hecho es que mientras no haya por lo menos una versión oficial, seria y creíble de lo ocurrido, las especulaciones estarán a la orden del día. Porque además, la posibilidad de una venganza, de un atentado del crimen organizado, desgraciadamente, no es descabellada. Ojalá no sea así, ojalá que dentro de lo terrible de la tragedia que ha costado vidas valiosas y dejado destrozadas a tantas familias, todo sea en realidad sólo un accidente. Pero el propio rostro del presidente Fox, su gesto, sus palabras, el sentido de las mismas nos lleva a pensar que son muchas las posibilidades que se deben manejar para tener mayor certidumbre.

En una plática que mantuvimos con Héctor Aguilar Camín respecto a su libro La Conspiración de la Fortuna y cuyo extracto publicamos en Milenio semanal la semana antepasada, hablábamos de la posibilidad, abierta, de que en este proceso político hubiera tentaciones violentas, hablábamos de que una fisura social en ese tema que no se había cerrado desde los hechos del 93-94, y que podía provocar hechos distintos pero también similares a aquellos en nuestra vida política. La muerte de Ramón Martín Huerta, aunque sea efectivamente un accidente, una conspiración de la fortuna, puede provocar que esa fisura se ahonde en el futuro.

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