Un extraño sistema de premios y castigos
Columna JFM

Un extraño sistema de premios y castigos

Los datos duros de la realidad no son, como se ha puesto de moda decir ahora, política ficción. Esta semana el Foro Económico Mundial dio a conocer que México cayó siete puestos en el ranking de competitividad mundial. Y eso no es lo más grave: como país caímos del lugar 48 al 55 en el mundo. En otras palabras, nuestra competitividad está en la mitad baja de América Latina y al nivel de algunas naciones africanas. Una economía que no es competitiva no puede crecer y en el mundo globalizado actual quien no crece, o quien crece lentamente, sólo puede rezagarse. Y es lo que nos está sucediendo.

Los datos duros de la realidad no son, como se ha puesto de moda decir ahora, política ficción. Esta semana el Foro Económico Mundial dio a conocer que México cayó siete puestos en el ranking de competitividad mundial. Y eso no es lo más grave: como país caímos del lugar 48 al 55 en el mundo. En otras palabras, nuestra competitividad está en la mitad baja de América Latina y al nivel de algunas naciones africanas. Somos miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que se supone es el club de los países con mayor desarrollo del mundo; estamos consideradas entre la décima y la duodécima economía del mundo; el gobierno federal presume de ser la economía más sólida de América Latina (Chile está en el lugar 23 en competitividad y nos superan en ese ámbito otras cuatro naciones de la región); tenemos, como ninguna otra nación en el mundo, un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá y otro con la Unión Europea.. .y nuestra competitividad cae un año sí y el siguiente también. En otras palabras, una economía que no es competitiva no puede crecer (y eso lo hemos comprobado hasta el hartazgo en estos años) y en el mundo globalizado actual quien no crece, o quien crece lentamente, sólo puede rezagarse. Y es lo que nos está sucediendo.

Uno de los campos en los que resulta lastimosa nuestra falta de competitividad es en el ámbito energético. Pese a que el petróleo está a los precios más altos de la historia, no somos competitivos: cada vez nos cuesta más extraer un barril de crudo comparado con otros países; cada vez más las reservas confirmadas disminuyen porque no se hace la exploración suficiente; no tenemos una industria petroquímica sólida que permita explotar y sacarle toda su riqueza a cada barril de crudo; por eso importamos buena parte de la gasolina que consumimos de Texas, porque nuestras plantas de producción en el país no son suficientes para abastecer el mercado interno pero están prohibidas las inversiones privadas en el sector (los genios del nacionalismo decimonónico creen que así se protege la soberanía); nuestras empresas públicas están buscando invertir en la producción de gas en países tan lejanos como Nueva Zelanda, Argelia o Bolivia porque legalmente no podemos explotar a fondo nuestras enormes reservas de gas en la Cuenca de Burgos. Lo cierto es que, sin cambios dramáticos, en una década estaremos importando crudo, petroquímicos y gas.

De acuerdo con las normas del TLC en enero del 2008 se abrirá completamente el sector agrícola del país para todo tipo de productos. Lo sabíamos desde 1994. No se ha hecho nada, menos aún en los últimos cinco años con un presidente de la república que se ufana de ser un hombre de campo y un secretario de agricultura que ha hecho unos negocios familiares fantásticos en el sector, que fue calificado por el presidente como el mejor secretario del sector de la historia y que ha resultado ser un notable fracaso. El campo, estructuralmente, está en una situación muy difícil, no soportará la apertura como no soporta siquiera la competencia actual. Nuestra estructura productiva en azúcar, maíz, frijol, en casi todo, no va de la mano con la realidad del consumo, ni siquiera en nuestro país; vamos, ni siquiera lo está la realidad demográfico: cuatro de cada diez mexicanos viven en y del campo. Ningún país medianamente desarrollado tiene esas tasas demográficas. ¿Qué ha sucedido en el sector en los últimos años para modificar esa realidad? Nada, sólo se ha incrementado la migración a los cinturones de miseria de las grandes ciudades (donde tampoco alcanzan las fuentes de trabajo) y sobre todo a Estados Unidos. Buena parte de las familias del campo viven de los apoyos de Oportunidades y más aún de las remesas de sus familiares.

Esa es la realidad. Ante ese cuadro preocuparse porque Gil Díaz se reunió con Salinas, sobre si éste conocía a Carlos Ahumada o no, sobre si López Obrador quiere vivir en Palacio Nacional o en Los Pinos, es estúpido, intrascendente. La dimensión que tiene para millones de personas ese sólo dato: que siendo la economía 12 en el mundo somos la 55 en competitividad tendría que ser objeto de un enorme debate público. Pero la información ha pasado casi desapercibida. La mayoría de los candidatos y partidos están ocupados en otra cosa: en el chisme barato, en la intrascendencia.

Pero pareciera que sucede lo mismo en el gobierno federal. Esta semana hubo cambios en varias secretarías de estado, precisamente en las que tienen la responsabilidad en estos ámbitos: la competitividad, la energía, el campo. El sistema de premios y castigos que aplica el gobierno federal en ese contexto es inexplicable. En las tres áreas hubo cambios y el presidente Fox sólo movió piezas: el fracaso fue premiado y la ineficiencia no tuvo castigo alguno.

El secretario Javier Usabiaga se fue con nueve meses de antelación a buscar una candidatura en Guanajuato que no obtendrá. Lo hizo en medio de un grave conflicto social, como lo fue la crisis cañera. Paradójicamente, muchos de los participantes, incluso del gobierno consideran que si éste de alguna manera se pudo solucionar fue precisamente porque Usabiaga se fue de Agricultura, porque su interlocución hace ya años que se perdió con los productores agropecuarios del país. Lo reemplaza un hombre de su equipo, Francisco Mayorga. En la despedida a Usabiaga, el presidente Fox lo felicitó por su labor y la calificó como un funcionario “eficiente”.

Fernando Elizondo quiere ser senador por Nuevo León y entonces él también, a muchos meses de las elecciones, dejó su responsabilidad: nada menos que la secretaría de energía, el sector para el cual el presidente Fox presentó un decálogo de propuestas hace apenas unas semanas y que deberá ser en parte negociado con el congreso. El registro de los candidatos a senadores, si no me equivoco, será en marzo o abril del año próximo, ¿cuál es entonces la prisa de Elizondo? Quizás, como dicen algunos, “no se hallaba” en el DF y prefirió regresarse a Monterrey, pero lo cierto es que pasó inédito por la secretaría de Energía.

Para reemplazarlo llegó el que hasta el miércoles era el secretario de Economía, Fernando Canales Clariond. Lo de Canales es una incógnita: como gobernador de Nuevo León logró en poco más de cinco años de gestión, que su partido pasara de ser mayoría absoluta a perder con el PRI dos a uno en las elecciones estatales. En Economía no se percibe ningún logro que el gobierno federal pueda presumir; con los empresarios con los que he hablado, ninguno está satisfecho con la labor de Canales; si de allí depende la competitividad del país, como lo especificó el propio presidente Fox cuando le dio posesión en esa secretaria al reemplazante de Canales, el hasta entonces subsecretario Sergio García de Alba, el sólo dato conocido el mismo día del reemplazo hubiera sido suficiente como para olvidarse de Canales Clariond: la competitividad en un año cayó siete posiciones a nivel mundial y estamos debajo de la media internacional. Pero fue premiado y responsabilizado del área energética. ¿Podrá hacer Canales Clariond en la secretaría de Energía, donde las dificultades políticas son mucho mayores, lo que no hizo en Economía? Evidentemente la lógica indicaría que no. Lo dicho, el fracaso es premiado, la ineficiencia no se castiga y la vida política del país continúa a la deriva.

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