El jefe de los Zetas reemplaza a Osiel Cárdenas
Columna JFM

El jefe de los Zetas reemplaza a Osiel Cárdenas

¿Qué hay detrás de la publicitada pero aún confusa relación de militares guatemaltecos con narcotraficantes mexicanos? La relación no es nueva: lleva aproximadamente diez años y se fortaleció en la medida en que se desmovilizaron distintas fuerzas militares en Guatemala luego de la firma de los acuerdos de paz con la guerrilla. Ex militares, militares en activo y ex guerrilleros terminaron participando del negocio del narcotráfico, de la mano con el tráfico de gente, de armas e incluso hasta de maderas preciosas. La relación de distintos grupos delincuenciales con esos personajes tampoco es novedad: Joaquín El Chapo Guzmán, ha tenido el control de buena parte de la frontera sur.

¿Qué hay detrás de la publicitada pero aún confusa relación de militares guatemaltecos con narcotraficantes mexicanos?. Como dijimos en su momento, la relación no es nueva: lleva aproximadamente diez años y se fortaleció en la misma medida en que se desmovilizaron distintas fuerzas militares en Guatemala luego de la firma de los acuerdos de paz con la guerrilla. Tanto ex militares y militares en activo, como ex guerrilleros, terminaron participando del negocio del narcotráfico, de la mano con el tráfico de gente, de armas e incluso hasta de maderas preciosas. La relación de distintos grupos delincuenciales con esos personajes tampoco es novedad: durante años, Joaquín El Chapo Guzmán, ha tenido el control de buena parte de la frontera sur. La aparición pública del zapatismo en 1994 (con el que la gente de El Chapo había establecido relación antes del 94 sobre todo vendiéndoles armas) y la detención de El Chapo precisamente en esa zona de la frontera a fines de 1993, mitigaron esa presencia.

Pero las cosas cambiaron desde la fuga de El Chapo a inicio del 2001, que coincidió con la orden del presidente Fox, el primer día de su mandato, de retirar al ejército mexicano de varias zonas de control zapatista. Lo que sucedió, en los hechos, fue que se consolidó la presencia de distintos grupos del narcotráfico en la zona convirtiéndola en una intensa zona de tránsito.

Pero eso también se ha alterado en los últimos meses. La presión que han ejercido tanto las autoridades como los otros grupos del narcotráfico contra el cártel de Osiel Cárdenas, lo han llevado a éste a perder en buena medida el control de Nuevo Laredo, y como consecuencia de ello, también a revisar prácticamente toda la estructura de su organización. Osiel Cárdenas está perdiendo esa guerra desde hace tiempo, pero su situación ha empeorado desde enero de este año. Está perdiendo porque conservó un mando vertical, único, porque vía la incorporación de los Zetas a su organización, a fines de los 90, apostó demasiado a la violencia y el ajuste de cuentas para conservar su territorio. Sus adversarios fueron más inteligentes (y mucho más preparados en la organización y la operación).

La violencia desplegada por los Zetas, ordenada por Cárdenas Guillén, prácticamente obligó a las autoridades federales a intervenir en Nuevo Laredo con el operativo México Seguro y desmantelar a la policía municipal que trabajaba, casi en su totalidad, para el propio Cárdenas Guillén y era su principal fuente de protección en la ciudad. A eso se sumaron las ejecuciones de miembros de su organización y, simultáneamente, el endurecimiento de las condiciones de detención en La Palma después del asesinato del hermano menor de El Chapo Guzmán y de que trascendieron los intentos de fuga de Osiel de ese penal.

El endurecimiento de las condiciones se dieron para todos los detenidos pero sobre todo para quien era el virtual “dueño” del penal, Osiel Cárdenas, que no cortó de tajo pero que sí hizo mucho más esporádica la capacidad de comunicación de Cárdenas Guillén con su gente. Ese punto es clave, porque en el marco de la guerra entre los distintos grupos, mientras El Chapo Guzmán y la mayoría de su gente están en libertad y se mueven con una estructura horizontal, que permite que las ordenes lleguen rápido y con facilidad a cualquiera de sus operadores, el cártel del Golfo dependía cada vez más de las indicaciones de Cárdenas Guillén: con éste sufriendo dificultades para la comunicación con sus lugartenientes, la desventaja en su contra era evidente: sus órdenes llegaban casi siempre tarde.

El acercamiento entre los Zetas y los kaibiles y otros grupos militares o paramiliares guatemaltecos, provino de esa necesidad. La relación era anterior, pero en la misma medida en que los Zetas eran golpeados, capturados y su cártel perdía presencia, requería de dos cosas: mantener abiertos espacios para el ingreso de drogas (y por eso la guerra librada por estos grupos por mantener el control en Michoacán y Guerrero) y abrir nuevas rutas en el sur, particularmente en la zona del Petén, que permitieran ingresar la droga en forma directa hacia el Golfo de México y de allí transportarla a la frontera. Mientras El Chapo tenía y tiene un control casi absoluto en toda la vertiente del Pacífico, incluyendo esa zona de la frontera (y por eso, por la necesidad de sicarios baratos que pudieran competir en esa guerra, la gente de El Chapo amarró alianzas, que no fueron lo fructífera que esperaban con integrantes de las Maras Salvatruchas), los aliados a Cárdenas Guillen trataron de disputar, mediante esa alianza con militares y ex militares, el control de la selva y la zona aledaña. Pero necesitaban nuevas fuerzas, y esas las encontraron en los kaibiles y sus operadores.

Del grupo original de los llamados Zetas que trabajan con Osiel Cárdenas, quedan unos 18 integrantes. Pero en julio pasado ya se detectó, según el departamento de seguridad interna de los Estados Unidos, que un grupo de 30 ex kaibiles estaban adiestrando a “nuevos Zetas”. Ello habría ocurrido, según la misma fuente, en un rancho cercano a Mc Allen, Texas.

Ya con nuevas fuerzas, con nuevos sicarios, comenzaron a tratar de recuperar espacios (recordemos que fue a partir de esa fecha que se catalizaron los enfrentamientos en Michoacán y Guerrero) pero también se dieron otro tipo de cambios. Todo indica, según información en poder de las autoridades, que en los hechos la operación cotidiana del cártel del Golfo, apoyado con estos nuevos aliados, recayó en el jefe de los Zetas, Heriberto Lazcano Lazcano, más conocido como el Z-3 o el Lazca, como una forma de responder con mayor rapidez a sus adversarios. Este hombre, acusado de ser el que organizó, entre muchos otros crímenes, el asesinato del periodista Francisco Ortiz Franco, coeditor del semanario Zeta, no es ya sólo el jefe de los sicarios, sino de toda la operación del cártel, aparentemente con el beneplácito de Osiel Cárdenas (¿será?) y con amplia autonomía de movimientos, precisamente para romper el esquema vertical que paralizaba al cártel del Golfo.

Ese es el gran cambio que se está dando en estas semanas en la geografía del narcotráfico y lo que permitiría pensar en una relación mucho más estrecha de este cártel mexicano con esos grupos guatemaltecos, que presagiaría una nueva y renovada ola de violencia.

Quizás por eso aquella declaración del secretario de la Defensa, el general Gerardo Clemente Vega García que llevaba toda la intención de abrir un pequeño espacio de información que, por su propia lógica, sabía que se convertiría en una gran historia imposible de ocultar. Con un dato adicional: por la vía que sea, el ejército mexicano no puede permitir que miembros o ex miembros de otra institución armada, de otro país, comiencen a operar en México, con todos los peligros que ello implica. Más aún cuando el narcotráfico ha penetrado tan profundamente, como en muchos otros países, en la estructura política de Guatemala.

Por lo pronto, asociado con kaibiles y otros grupos, todo indica que el cártel del Golfo tiene un nuevo jefe operativo: el líder de los Zetas, Heriberto Lazcano.

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