Hay que seguirle la pista al dinero
Columna JFM

Hay que seguirle la pista al dinero

La primera advertencia que tuvo Arturo Montiel se dio antes de que resultara candidato por la corriente Unidad Democrática, previo, incluso, a las elecciones en el estado de México. En esa ocasión se divulgaron fotos personales del entonces gobernador y su esposa Maude Varsini, en la alberca de su casa en Acapulco. Luego, vino una andanada de correos electrónicos, la mayoría denunciando supuestos o reales negocios de la familia Montiel. Ahora, exactamente 72 horas después del registro de Montiel para buscar la candidatura priista, le llega algo más que un aviso: una denuncia que puede ser un golpe durísimo si no es esclarecido, en el que se divulgan operaciones financieras y mercantiles de su familia por unos 50 millones de pesos realizados entre el 2000 y el 2001, además de la compra de varias propiedades.

La primera advertencia que tuvo Arturo Montiel se dio antes de que resultara candidato por la corriente Unidad Democrática, previo, incluso, a las elecciones en el estado de México. En esa ocasión se divulgaron fotos personales del entonces gobernador y su esposa Maude Varsini, en la alberca de su casa en Acapulco. Obviamente la foto había sido tomada por alguien conocido: ambos, a pesar de la escasez de ropa, miraban a la cámara sin percibir peligro alguno. Cómo llegaron esas fotos a los medios nadie lo sabe, aunque se asegura que las mismas habían sido tomados por una cámara digital propiedad del hijo del propio gobernador, Juan Pablo Montiel Yañez que le habría sido robada tiempo atrás. En realidad, parecía mucho más un mensaje que una estrategia electoral: si en la intimidad de la casa del ahora candidato, le podían tomar esas fotos y hacerlas públicas era porque se conocía mucho de su historia de parte de gente muy cercana y quizás que había sido de mucha confianza…y ahora lo estaba traicionando.

Luego, vino una andanada de correos electrónicos, la mayoría denunciando supuestos o reales negocios de la familia Montiel. Ahora, exactamente 72 horas después del registro de Montiel para buscar la candidatura priista, le llega algo más que un aviso: una denuncia que puede ser un golpe durísimo si no es esclarecido, en el que se divulgan operaciones financieras y mercantiles de su familia por unos 50 millones de pesos realizados entre el 2000 y el 2001, además de la compra de varias propiedades. Víctor Trujillo presentó documentos e información que hacen presumir que la misma provino directamente de alguna autoridad financiera o de alguien muy cercano, demasiado cercano quizás, al precandidato, por lo menos en aquellas fechas.

Si esos movimientos fueron legales o no, ya habrá tiempo para averiguarlo y al momento de escribir estas líneas se esperaba un comunicado de Montiel al respecto, pero en los hechos, si se decía que Roberto Madrazo estaba a la defensiva por el hostigamiento que han ejercido sobre él los seguidores del sindicato magisterial, ahora también lo está Montiel con estas acusaciones que van sobre lo que sus adversarios siempre señalan: el origen del dinero para su campaña. Sin embargo, no parece que ésta sea una acción orquestada desde dentro del propio priismo, aunque hay que recordar el discurso de Montiel el viernes en la explanada del edificio tricolor y las acusaciones que allí lanzó y no sería descabellado pensar que alguien hubiera querido darle una respuesta, exactamente en el momento en que está comenzando la campaña interna.
Lo paradójico de todo esto es que en esta lógica, tanto Montiel como Madrazo se estarían desgastando mutuamente, quizás no entre sus votantes duros, pero sí en forma notable frente a los electores sin partido. Por otra parte, si de alguna manera Montiel lograra esclarecer estos hechos, se “vacunaría” contra ataques futuros de la misma índole. De todas formas explicar, en un político profesional, movimientos por decenas de millones de pesos no será sencillo.

Las historias del dinero continúan: en el PAN se asegura que la insistencia de Santiago Creel y Alberto Cárdenas de continuar en la precampaña, tiene raíces políticas e incluso ideológicas, pero también porque ello es parte de los muy altos compromisos que ambos adoptaron con algunos de sus poderosos patrocinadores de campaña. Seguirle la pista al dinero es clave, también para el futuro del joven Manuel Bribiesca Sahagún. Las acusaciones de la comisión legislativa formada ex profeso para investigar sus negocios, ha cometido varios errores, como difundir información no confirmada y luego desmentida por distintas autoridades, pero también han abierto un hueco en la confiabilidad de esas declaraciones y de los negocios del propio hijo mayor de la señora Fox. Es verdad que una cosa es la compra al IPAB a 3 mil pesos de unos miles de casas y otra es un financiamiento comercial para construir dos centenares de departamentos, pero el hecho es que lo que se quiere generar es la desconfianza hacia Bribiesca, acentuada por el hecho, indudable, de que por lo menos, se ha metido en terrenos peligrosos al hacer negocios muy cerca de las instituciones del poder político. Y pocas cosas destruyen más la credibilidad de un hijo de un político (y de su familia) que ello. Hoy, Manuel Bribiesca y su familia están, en este tema, también a la defensiva: deben demostrar que lo que dicen sus acusadores no es verdad. Y eso no es ni será fácil.

Ayer hablábamos de la viga en el ojo del equipo de López Obrador, con otras historias personales que podrían ser del mismo tipo de éstas: son indicios de que algo está mal, de que el manejo del dinero no es ni ha sido el correcto, vamos en algunos casos no ha sido ni siquiera un manejo lícito de los recursos públicos y privados en la administración del GDF. Pero el hecho es que, independientemente de las características de las diferentes denuncias, el dinero (y la denuncia sobre el mismo) se torna en un arma política muy útil para tratar de destruir adversarios.

El problema con el dinero es que todos los candidatos y todos los partidos confían más en él que en la política. Creen que necesitan más dinero que ideas. Y el dinero es imprescindible en una campaña existosa, pero nadie gana una elección sólo con dinero. Todos están gastando en exceso, todos han vulnerado principios y corrido sobre el límite de la legalidad para financiar sus actividades. Y todos van a pagar el costo que ello implica para su credibilidad.

En todo caso, hay que colocar las responsabilidades en donde corresponde. Los partidos se quejan unos de los otros del manejo de dinero de sus adversarios y algunos de sus voceros acusan, incluso, al IFE o al Trife de no hacer nada para evitarlo. Es una forma de propaganda vacía: olvidan concientemente que el Instituto o el Tribunal Electoral simplemente no pueden hacer nada porque los mismos partidos, todos, bloquearon las reformas necesarias como para poder supervisar los dineros utilizados en las precampañas por los partidos y sus precandidatos. Hasta que no comience formalmente la campaña, el IFE y el Trife no pueden hacer nada más que llamados a la buena voluntad de los partidos.

Es más, como los partidos no quisieron hacer reformas al respecto, aunque existan denuncias fundamentadas de gastos excesivos en campaña, el IFE no puede hacer nada hasta que concluya la misma (o sea hasta después de la elección) y la sanción por esas faltas será económica, nada más. Entonces las quejas de los candidatos son, sólo, instrumentos publicitarios, una suerte de gritar “al ladrón, al ladrón” para distraer la atención del público elector sobre sus adversarios y ocultar sus propios malos manejos.

El tema del dinero seguirá estando en el centro de las campañas de aquí al dos de julio del año próximo. Se descubrirá y divulgará mucha información de todos los partidos y candidatos. Para éstos no quedará más que esclarecer las denuncias y tratar de salir lo más limpios posibles. No creo que ninguno, en los hechos, lo logre completamente: es mucho lo que está en juego y los propios partidos se han encargado que no existan los instrumentos de control necesarios como para tener esa variable, la del dinero, bajo vigilancia. Lo demás es palabrería.

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