Los electores ?morales? de una contienda política
Columna JFM

Los electores ?morales? de una contienda política

¿Tiene mucho sentido que los legisladores del PRD hayan introducido el debate sobre la eutanasia en estos momentos, cuando está concluyendo la actual administración federal y del DF?. Políticamente no tiene sentido alguno, centrar el debate en la eutanasia es un error de los legisladores perredistas y del gobierno de la ciudad que lo subieron en un mal momento a la agenda. La iglesia católica lo entendió muy bien y ha utilizado el tema de la eutanasia para potenciar los debates que realmente le interesan.

¿Tiene mucho sentido que los legisladores del PRD hayan introducido el debate sobre la eutanasia en estos momentos, cuando está concluyendo la actual administración federal y del DF? Políticamente no tiene sentido alguno. En lo personal favorecería una legislación en este sentido, me parece un derecho irrenunciable de las personas. Un radioescucha de mi noticiero en Imagen Informativa, Iván Rangel, de Monterrey, me envió un texto que me parece que refleja perfectamente bien el razonamiento lógico sobre el tema, incluyendo el propio interés religioso en él. Me decía que “si desconectas a un familiar para aplicar la eutanasia y a él no le toca morir, no va a morir. La paradoja de la iglesia católica es creer que los seres humanos podemos ser dioses tomando sus decisiones, cuando también profesa a un Dios único y todopoderoso. Al ser todopoderoso y decidir sobre la vida y la muerte, entonces hagamos lo que hagamos su decisión prevalecerá. Al contrario si vemos el sufrimiento en un ser amado y no hacemos nada para aliviarlo, sea lo que sea, entonces no tendremos perdón de Dios”. El punto, sin duda, es controvertido, pero deberíamos ser cada uno de nosotros quien tuviera derecho a decidir sobre el tema.

Pero centrar el debate en la eutanasia es un error de los legisladores perredistas y del gobierno de la ciudad que lo subieron en un mal momento a la agenda (cuando además, López Obrador que en éste como en muchos otros temas es profundamente conservador, no lo asumirá). La iglesia católica lo entendió muy bien y ha utilizado el tema de la eutanasia para potenciar los debates que realmente le interesan. Mientras los reflectores la semana pasada estaban puestos en la homilía del cardenal Norberto Rivera sobre el tema de la eutanasia y su llamado a la desobediencia civil en contra de ella, mientras el secretario de Gobernación, asumía que era válida la objeción de conciencia sobre el tema (sin embargo, el secretario Abascal debería recordar que no existe legislación en México sobre la objeción de conciencia, que sería un instrumento muy útil pero que se podría utilizar no sólo en temas de interés de la iglesia católica, sino en muchos otros, como, por ejemplo, la objeción a realizar el servicio militar o a no respetar ciertas reglamentaciones: el derecho inherente a la objeción de conciencia sin duda existe, pero se requiere un marco jurídico que permita acotarlo y darle un verdadero sentido positivo) y se contradecía con el vocero presidencial, Rubén Aguilar sobre el tema, la Conferencia del Episcopado México, a través de su secretario general, el muy influyente Carlos Aguiar Retes, propuso que los candidatos y partidos en su actividad de campaña den sus opiniones sobre la eutanasia, pero también sobre el aborto, la familia, el matrimonio entre homosexuales, el empleo y la seguridad.

Con ello dijo, buscan, según el comunicado de la CEM leído por Aguiar “ayudar a los ciudadanos a afrontar el proceso electoral en un ambiente bien informado, reflexivo y críticamente constructivo”.

Es difícil tener diferencias con el resto del documento. Piden los obispos que los candidatos y sus colaboradores sean personas “competentes, experimentadas y con un sólido bagaje ético”; que se realicen reformas estructurales que los sistemas político y financiero requieren; que no se tomen decisiones al influjo, sólo, de la imagen en los medios de comunicación; que las campañas no se funden en la ofensa, la descalificación, la mentira, el chantaje y la vulgaridad; que se respeten las reglas establecidas por el IFE. Queremos saber, dice el documento leído por Aguiar, qué se proponen los candidatos para abatir los índices de inseguridad, para mejorar los niveles educativos, para crear fuentes de empleo mejor remunerado. Pero, concluye, “nos interesa, de manera especial que se expresen con honestidad sobre los temas relacionados con el respeto a la vida y el fortalecimiento de la convivencia familiar”. Y agregan lo central: que por ello, la iglesia católica ofrecerá “talleres orientadores para recordar que la fe cristiana compromete al creyente en la creación de una sociedad más justa”.

Allí está el tema central y ello se enlaza con los cinco mensajes sobre la vida política nacional que el papa Benedicto XVI ha enviado en las últimas semanas, luego de sucesivas reuniones con obispos mexicanos. El Vaticano y la iglesia católica evidentemente están interesados en el proceso electoral del año próximo y piensan y quieren intervenir en él. Los talleres de orientación, que ya habían sido anunciados en un encuentro con Benedicto XVI, serán la piedra nodal de esa intervención y la demanda a los partidos y candidatos para que opinen sobre los temas de interés general como la inseguridad o la creación de empleos, se empalmará allí con otros que son motivo de controversia y en muchas ocasiones de convicciones personales: el llamado respeto a la vida, que los obispos asimilan al tema del aborto, de la píldora del día después, al del uso del condón o cualquier anticonceptivo y de la eutanasia, o el “fortalecimiento de la convivencia familiar” que convierten en sinónimo del rechazo al divorcio o, más aún, al llamado “matrimonio entre homosexuales” que en realidad tendría que ser entendido como las llamadas sociedades de convivencia.

Y es que saben que la vida y la realidad, sobre todo a la hora de tomar decisiones de estado, de gobierno, desde el poder, no puede basarse en las convicciones religiosas personales del gobernantes, sino en las leyes y en las exigencias de una sociedad que no tiene porqué coincidir con esas convicciones. Entonces lo que están tratando de hacer es vacunar a los candidatos o candidatas haciendo públicas esas convicciones personales más que por cualquier otra consideración. Como los aspirantes a ser inquilinos de Los Pinos los próximos seis años saben que esos temas le pueden generar controversia, no los sacarán a colación en sus campañas, aunque sean parte de las exigencias de amplios sectores sociales.

Cualquier candidato podrá tener las mejores propuestas económicas o para luchar contra la inseguridad, pero si llega a decir que él personalmente piensa que el aborto debe ser despenalizado o que apoyará las sociedades de convivencia porque se requiere dar una certidumbre jurídica, por ejemplo, a parejas del mismo sexo que existen de hecho, aunque esas no sean sus convicciones personales, aunque en lo personal no esté “a favor” de esas medidas, será señalado por la iglesia y “procesado” en los talleres orientadores, buscando comprometer, como dice el documento, a los creyentes con esos principios.

El problema de la iglesia es que muchos, la enorme mayoría de los creyentes, no están de acuerdo con muchos de esos principios. No dejan de ser creyentes pero se divorcian, usan anticonceptivos, una enorme cantidad de mujeres se ven obligadas a practicarse un aborto, si una persona amada está sufriendo por una enfermedad terminal no le ven sentido a que siga sufriendo sólo porque un aparato le permite seguir manteniendo algo que está muy alejado del verdadero concepto de la vida. Y esa es una tendencia universal, irreversible, que le está haciendo perder creyentes a la iglesia católica en casi todo el mundo pese a la creciente influencia política y social que adquirió durante el papado de Juan Pablo II.

Buscar una respuesta a esa dicotomía social en la política, en la calificación “moral” de los partidos y candidatos, a partir de sus convicciones personales, en esos temas controvertidos, es una estrategia tomada y decidida ya por la jerarquía eclesiástica en nuestro país (y en el Vaticano), que le puede generar ciertos éxitos, pero a largo plazo constituye un grave error, que terminará alejando aún más a esa jerarquía de la mayoría de los ciudadanos y paradójicamente de los creyentes.

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