¡Qué miedo le tienen miedo a Calderón!
Columna JFM

¡Qué miedo le tienen miedo a Calderón!

Cuando un político (o su equipo) le tienen miedo de verdad a uno de sus competidores, lo demuestran con sencillez: lo descalifican sin base alguna, tratan de exorcizarlo como si se tratara de un fantasma al que no quieren ni siquiera ver. En realidad es una expresión de temor: tienen miedo porque surge, por ejemplo, un enemigo inesperado que no entraba en los cálculos de una campaña y que tiene virtudes que pueden destruir todo el discurso preparado previamente. Eso exactamente es lo que le está pasando al equipo de Andrés Manuel López Obrador con Felipe Calderón.

Cuando un político (o su equipo) le tienen miedo de verdad a uno de sus competidores, lo demuestran con sencillez: lo descalifican sin base alguna, tratan de exorcizarlo como si se tratara de un fantasma al que no quieren ni siquiera ver. En realidad es una expresión de temor: tienen miedo porque surge, por ejemplo, un enemigo inesperado que no entraba en los cálculos de una campaña y que tiene virtudes que pueden destruir todo el discurso preparado previamente.

Eso exactamente es lo que le está pasando al equipo de Andrés Manuel López Obrador con Felipe Calderón. No sucede lo mismo en el priismo porque, con la declinación de Arturo Montiel (¿qué mejor demostración para confirmar que el grupo de Unidad Democrática se equivocó completamente con esa designación?), Roberto Madrazo no tendrá oposición y el priismo está apostando, sobre todo, a sus electores constantes. Con ello posiblemente no le alcanzará para ganar pero su estrategia, en todo caso, se basará en tratar de ganar un porcentaje que, necesariamente, será pequeño de electores indecisos para así ser competitivos en el 2006. Parte Madrazo, en votos seguros, de un piso mucho más alto que sus competidores, pero su techo, por los negativos que ha generado, es más bajo, mucho más bajo que los demás competidores.

En el caso de López Obrador, sus votos seguros son muy pocos: la votación perredista apenas si alcanza los cuatro millones en todo el país. El ex jefe de gobierno ha crecido porque tiene, en estos momentos, un porcentaje muy alto de los electores llamados volátiles: los que sin simpatizar en particular con cualquier partido, suelen decidir por el candidato y en este caso, sobre todo, votarán por el que les concita menos antipatía, por el menos malo. En una contienda entre López Obrador, Madrazo y Santiago Creel, el que salía beneficiado de ese proceso era el propio Andrés Manuel y en menor medida Madrazo, porque la caída de Creel, terminaba polarizando la elección entre los dos tabasqueños.

La irrupción del efecto Calderón modifica todo este escenario. Primero, porque es un candidato no esperado que surge, no de un accidente político sino de una elección interna en la que debió enfrentarse a prácticamente todos los principales actores de su partido: no sólo a sus adversarios Creel y Alberto Cárdenas, sino también al peso del aparato gubernamental puesto al servicio del ex secretario de Gobernación y el de sectores empresariales y de poder (incluso eclesiástico) que apoyaban a Alberto Cárdenas, entre ellos buena parte de la dirección del partido, comenzando por Manuel Espino. Paradójicamente fue ese elemento: el no ser el candidato oficial, el mostrar que tenía argumentos y presencia para derrotar al aspirante oficial, al aparato gubernamental, incluso a una parte de la dirección de su partido, lo que le dio fuerza a la candidatura de Felipe Calderón. Se fortaleció también porque la suya es una imagen nueva y fuerte en el escenario electoral.

El más importante factor electoral de Calderón es que se trata de una figura política sin negativos (por eso sus adversarios ahora tratan de generarlos a como dé lugar), que puede inclinar en su favor a los electores volátiles, los que no son parte del voto seguro de ninguno de los partidos y que son la enorme mayoría: 40  millones de los más de 60 que podrían votar el 2 de julio del año próximo. Muchos de ellos no votarán, pero hasta ahora, la mayor parte de esos electores eran parte de la votación de López Obrador, ahora esa situación se puede revertir. Según las encuestas serias, los negativos (o sea las personas que de ninguna manera votarían por ese candidato) de Roberto Madrazo, se acercan al 45 por ciento, los de López Obrador al 35 por ciento, los de Creel superaban también el 35 por ciento.  Los negativos de Calderón, en el peor de los casos, no superan el 9 por ciento. En otras palabras, es una candidatura con un enorme potencial, cuyo techo electoral dependerá, por entero, de la capacidad de Felipe de hacer avanzar su propia campaña.

Otro factor que contará en este esquema es la historia personal. Calderón no se enredará explicando o peleando por saber quién mató a Colosio, quiénes fueron los Caín, los innombrables, los buenos y malos del Fobaproa. En una sociedad donde un porcentaje altísimo de electores eran niños cuando ocurrieron aquellas historias y en las cuales los principales protagonistas del lopezobradorismo y del PRI siguen entrampados, existen un verdadero hartazgo respecto a los personajes y debates del pasado: la gente quiere saber qué se hará, cómo y con qué recursos para garantizarle certidumbre, seguridad y empleo. El PRI no ha presentado aún propuestas de fondo para el futuro del país; López Obrador tampoco y los puntos en los que ha insistido son ridículos, desde la mudanza al Palacio Nacional hasta los planes sociales financiados por un ahorro de 100 mil millones de pesos del gasto corriente del gobierno que, literalmente, no hay forma de obtener, salvo que no sólo se reduzca el salario drásticamente a todos los mandos medios y altos, sino que también se termine despidiendo a por lo menos un tercio de los maestros y médicos que trabajan en el sector público. Calderón ha presentado un buen plan de políticas públicas, una propuesta fiscal que reduciría impuestos globales pero extendería el mecanismo de recaudación y concentrará, ha dicho en privado, su campaña en el futuro: en los qué, cómo, cuándo y de qué forma.

Al ser el candidato disidente, no asumirá la mayoría de los costos del foxismo, aunque mantendrá a los electores que aún continúan fieles al actual gobierno, al tiempo que puede incorporar a su equipo, ya lo está haciendo, a personajes o sectores renovadores, de todas las corrientes, que no se sienten satisfechos con la opción Madrazo o López Obrador. Allí estarán sus verdaderas oportunidades y, a diferencia de los otros candidatos, al no tener cuentas oscuras en su pasado, podrá apostar todo a futuro, sabiendo que las guerras sucias o los golpes bajos que serán norma entre los otros aspirantes no tienen demasiado margen para afectarlo.

Por último, deberán ser sus propios competidores internos, la dirigencia del partido y la más alta estructura del foxismo, las que tendrán que mostrar el grado de madurez para aceptar esta derrota que en realidad pueden convertir en una suerte de triunfo, si saben aprovecharlo. De Creel y Cárdenas ya lo decíamos desde hace semanas: su actitud en buena medida fue mezquina al no aceptar declinar luego de la segunda ronda de votación. Paradójicamente ello terminó fortaleciendo a Calderón porque le permitió consolidar su candidatura y eso resultaba importante en una figura emergente como es la suya. En el caso de Creel, su futuro político quedará, inevitablemente, en entredicho, mientras muchos de sus antiguos colaboradores, que ni siquiera fueron llamados a la precampaña, se siguen preguntando qué le sucedió al Creel que conocieron años atrás. En el caso de Cárdenas, algo ganó: en la lucha interna en Jalisco, donde también se aproxima el momento de elegir candidato a gobernador, ha demostrado que tiene un margen de poder considerable. Nada más.

Al presidente Fox se le abre una posibilidad inédita: podrá gobernar los meses que le faltan sin un candidato oficial que respaldar. Por supuesto que Fox apoyará políticamente a Calderón, pero de la misma forma que éste tendrá amplia autonomía, porque se la ganó, respecto al presidente, el compromiso presidencial con el candidato será menor. Y quizás sus logros, hasta ahora escasos, podrán ser mayores. Lo dijimos antes de que comenzara la elección interna del PAN y es la hora de ratificarlo: suceda lo que suceda en julio próximo, la llegada de Calderón al escenario electoral es un benéfico soplo de aire fresco.

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