Wilma: a pesar de todo, una oportunidad
Columna JFM

Wilma: a pesar de todo, una oportunidad

Se ha dicho muchas veces: en el lenguaje chino, la palabra que representa la crisis es la misma que significa oportunidad. Crisis y oportunidad deben ir de la mano: En estos días el sur del país se encuentra desolado: la tormenta Stan ha destrozado toda la costa chiapaneca, como ya había ocurrido en 1998. El huracán Wilma ha dejado Cancún en peores condiciones aún que el mítico huracán Gilberto. Pero pasados ya la tormenta y el huracán, el tema ahora es la reconstrucción. Y allí es donde la crisis tiene que transformarse en oportunidad.

Se ha dicho muchas veces: en el lenguaje chino, la palabra que representa la crisis es la misma que significa oportunidad. Crisis y oportunidad deben ir de la mano: cuando se presenta una, allí está la posibilidad de resolver los problemas de fondo que la ocasionaron y de poder dar un paso adelante. En estos días el sur del país se encuentra desolado: la tormenta tropical Stan ha destrozado toda la costa chiapaneca, como ya había ocurrido en 1998. El huracán Wilma ha dejado Cancún en peores condiciones aún que el mítico huracán Gilberto. Las aguas que generó Stan arrasaron con las barrancas y destruyeron casas y toda la infraestructura de la zona. Wilma se estacionó más de 30 horas sobre Cancún hasta rebasar cualquier medida de seguridad, destruyó buena parte de la ciudad, el sistema telefónico, el de luz eléctrica, el de drenaje, dejó las playas sin arena y los hoteles inundados.

Cuando las autoridades chiapanecas tratan de no ser olvidados por la magnitud de los daños causados por Wilma, en comparación con las olvidadas regiones chiapanecas destruidas por Stan, tienen toda la razón en hacerlo. Cuando las autoridades federales aseguran que en diciembre próximo tendrán funcionando Cancún y la Rivera Maya como centro turístico nacional e internacional, al menos al 50 por ciento, también hacen bien en ponerle fecha y objetivo a los actuales esfuerzos.

Pero pasados ya la tormenta tropical y el huracán, destruidos esa región de Chipas y buena parte de la costa de Quintana Roo, el tema ahora es la reconstrucción. Y allí es donde la crisis tiene que transformarse en oportunidad. En el caso de Chiapas sin duda tiene que haber una reconstrucción rápida y efectiva, porque estamos hablando de sectores muy marginales que sin esa ayuda no podrán jamás salir adelante. Pero lo que vimos con Stan ya lo habíamos observado hace siete años, cuando la misma zona sufrió los mismos problemas que ahora y se realizó lo que se suponía que sería una reconstrucción ejemplar de la zona. No fue así: pasaron los años y, nuevamente, se permitió a miles de familias asentarse en las barrancas, se permitió que continuara la deforestación de la zona, no se realizaron las obras para encauzar las aguas y deslaves que con regularidad azotan la costa chiapaneca en épocas de fuertes lluvias, como ahora. La costa chiapaneca se debe reconstruir pero sería irresponsable volver a hacerlo sin tomar las medidas preventivas imprescindibles para por lo menos disminuir los riesgos de un fenómeno natural que se dará inexorablemente con regularidad, comenzando por la reforestación de la zona y siguiendo por la prohibición absoluta de instalar asentamientos irregulares en las barrancas y las zonas en las que desfogan las aguas y el lodo en situaciones de emergencia.

El caso de Cancún es diferente. Se trata no sólo de una de las zonas más conocidas y mejor comunicadas del país, sino también una parte fundamental, clave, de la industria turística nacional, de donde provienen, además, el 98 por ciento de los ingresos de Quintana Roo. También sabemos que Cancún, como todo el Caribe y el Golfo de México, es una región susceptible a los huracanes y tormentas tropicales. Ante la llegada de Wilma, las autoridades tomaron las medidas idóneas y ello se ha reflejado en la casi inexistencia de víctimas ocasionadas por el meteoro, con daños menores, incluso que los observados en Florida. Pero nadie pensó, nadie esperó que Wilma, como había ocurrido años atrás en Centroamérica con Mitch, se estacionara durante tantas horas sobre la ciudad causando una destrucción inédita.

Por supuesto que el estado mexicano se vio rebasado por la situación y una demostración de ello han sido los saqueos que todavía continúan, a pesar de que han disminuido en las últimas horas ante la mayor presencia de fuerzas de seguridad federales. Pero no nos engañemos, Cancún, y toda la Rivera Maya, es una zona turística extraordinaria donde Fonatur ha hecho una labor muy importante pero donde también se han sufrido demasiados años de desgobierno y abusos: una de las mejores demostraciones de ello ha sido el periodo de Juan Ignacio García Zalvidea como presidente municipal de Benito Juárez, el municipio donde se ubica Cancún, periodo en el cual se deterioraron seriamente los servicios, comenzando por la seguridad (y ello se reflejó en la actitud de una policía municipal incapaz de intervenir para poner un orden inicial en la situación mientras llegaban las fuerzas federales). Cancún y la Rivera Maya han crecido de una forma espectacular en los últimos años, pero ya comenzaban a presentarse problemas de saturación y falta de previsión en varias áreas: eran necesarias desde obras de infraestructura hasta la construcción de un nuevo aeropuerto para la zona de Playa del Carmen, continuando con mayores previsiones ecológicas, precisamente para mejorar la oferta ecológica en la región.

Ahora se debería aprovechar la oportunidad de la reconstrucción para volver a dirigir el crecimiento de Cancún y toda la zona sobre bases más sólidas y con una perspectiva a más largo plazo.

Porque la reconstrucción en sí de Cancún será compleja, difícil y muy costosa, pero buena parte de los principales inversionistas en la zona están asegurados, existen ya recursos federales destinados a la zona y no habrá problemas en conseguir financiamiento internacional en muy buena condiciones. Es verdad que los hoteles han quedado con muy graves perjuicios, pero en la mayoría de los casos no se ha tratado, afortunadamente, de daños estructurales. En estos días, algún medio ha insistido en que la recuperación no debería pasar, prioritariamente, por la industria turística de la zona. Es una insensatez. Quintana Roo vive en un 98 por ciento de la industria hotelera, el porcentaje de la población que termina dependiendo de ella es enorme y sin ese dínamo que mueva la economía regional no habrá reconstrucción posible.

Por ejemplo, para algunos les parecerá un tema menor ante la magnitud de la destrucción sufrida, pero es clave que se recuperen las playas: después de Gilberto, cuando también se perdió una porcentaje muy alto de las playas de la región se tardó demasiado en reconstruirlas porque no se permitieron acciones de bombeo de arena imprescindibles para que las playas se puedan volver a nutrir de ellas y terminó siendo una labor titánica. Con esa experiencia hoy debe ser prioritario el rescate de las playas: en la medida en que haya playas, habrá turismo y base para la reconstrucción de los hoteles y con ello se podrá avanzar en la de la ciudad, manteniendo lo que resulta, obviamente, hoy lo más preciado para los habitantes de la zona: sus fuentes de trabajo. Sin ellas, todo lo que se haga resultará inútil.

En última instancia lo que se tendría que recordar es que el turismo es uno de las principales fuentes de desarrollo del país y puede (y debe) crecer mucho más en el futuro. México tiene todo para ser una potencia turística mundial, generando millones de fuentes de trabajo en el sector y, sin duda, el detonador principal para ello está en todo el Caribe mexicano. Por eso mismo, ante la crisis derivada por Wilma, se debe interpretar la misma como una oportunidad, para recuperar ese extraordinario centro vacacional, pero también para corregir los errores y desviaciones que ya se estaban percibiendo en su desarrollo.

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