El PRI o aquí sólo hay de dos sopas
Columna JFM

El PRI o aquí sólo hay de dos sopas

Algunos sectores del priismo parecen empeñados en hacernos recordar a los viejos partidos comunistas o a grupos ultrarradicales que parecían tener como consigna que lo importante era ser pocos pero sectarios. Quizás como algunos de ellos han dicho, Tomás Ruiz no haya sido un verdadero militante del PRI, pero no entiendo de qué hablan cuando se refieren a que era un producto de la ?meritocracia? que nada había aportado al partido. Creo que muchos partidos quisieran tener entre sus equipos de especialistas a gente como Ruiz, aunque en ocasiones no se esté de acuerdo con ellos o sus propuestas no puedan aplicarse por razones políticas. El secreto está en abrir cauces de diálogo y participación para esos personajes y sectores. Y hoy eso no parece estar ocurriendo en el PRI.

Algunos sectores del priismo parecen empeñados en hacernos recordar a los viejos partidos comunistas o incluso a aquellos grupos ultrarradicales que parecían tener como consigna que lo importante era ser pocos pero sectarios.

Quizás como algunos de ellos han dicho, Tomás Ruiz, el actual director de la Lotería Nacional y ex subsecretario de ingresos, que esta semana renunció oficialmente al PRI, no haya sido un verdadero militante del PRI, pero no entiendo de qué hablan cuando se refieren a que era un producto de la “meritocracia” que nada había aportado al partido. Ruiz les podría gustar o no a muchos priistas, pero es un profesional prestigiado que ha ocupado numerosas posiciones importantes, sobre todo en el sector financiero, en donde es ampliamente respetado. Es, además, uno de los hombres que mejor conoce el sistema fiscal y las reformas que se requieren en el mismo. ¿Es preferible para el priismo que renuncie a ese partido o que algunos festinen que por fin se haya decidido a dejarlo o contar con sus servicios? Creo que muchos partidos quisieran tener entre sus equipos de especialistas a gente como Ruiz, aunque en ocasiones no se esté de acuerdo con ellos o sus propuestas no puedan aplicarse por razones políticas. El secreto, en todo caso, está en abrir cauces de diálogo y participación para esos personajes y sectores. Cuando Felipe González asumió el gobierno español le encargó la economía a Miguel Boyer, un economista prestigiado que apenas simpatizaba por el PSOE, no al equipo de Alfonso Guerra que había sido su compañero de luchas en la clandestinidad. Y hoy eso no parece estar ocurriendo en el PRI.

Se podrá argumentar que en el caso de Elba Esther Gordillo, de Tomás Ruiz o incluso de Miguel Angel Yunes, lo que priva es una suma de diferencias personales con Roberto Madrazo. ¿Pero qué sucede con todos los priistas que en los últimos días y después del derrumbe de Arturo Montiel han expresado una y otra vez que no tienen incentivos para continuar en ese partido? ¿alguien puede argumentar que Genaro Borrego o Roberto Campa no han sido verdaderos priistas? ¿quién, quiénes del equipo de Roberto Madrazo o de la propia dirección nacional del partido se está acercando a ellos para buscar una salida a sus legítimas inquietudes de participación en ese partido, manteniendo puntos de vista diferentes al madracismo? Los sectores más duros se han refugiado en los estatutos para no permitir, siquiera, la creación de una precandidatura, aunque fuera de referencia, que pudiera aglutinar a esos sectores y personajes para poder expresar sus posiciones, luego de la debacle de Montiel. Resulta paradójico que esos mismos grupos que están exhibiendo un sectarismo inaudito terminen difundiendo como si fuera un pecado de los otros, que los demás partidos, que el PAN y el PRD estén lanzando sus anzuelos para tratar de pescar en el río revuelto de la inconformidad priista.

Algunos dirán que todo eso es un espejismo producto del centralismo: que en los estados donde el PRI sigue ganando, como el estado de México o Coahuila, las cosas son diferentes y lo que se quiere es ganar las elecciones del 2006 y se presume de contar con una estructura partidaria que ninguno de sus adversarios puede exhibir. Pero la ausencia de ideas y propuestas que está mostrando el priismo hoy a nivel nacional resulta apabullante y esos mismos priistas que festejan el abandono del partido o que les reclaman a los disidentes del madracismo que acepten, sin más, la disciplina interna, olvidan que muchas de esas propuestas e ideas que podrían ser atractivas para un electorado que espera algo más que regresar al pasado, anidan en los hombres y mujeres que forman parte de esos grupos que hoy no tienen un espacio de participación.

Es verdad que no toda la culpa es del madracismo. Las corrientes y personajes que se agruparon en Unidad Democrática no supieron privilegiar sus supuestos objetivos de presentar una propuesta reformista y prefirieron adoptar un lema que, paradójicamente, le habían adjudicado sus adversarios internos: el Tucom, el todos unidos contra Madrazo. Una cosa es y era oponerse a Madrazo, otra plantear una alternativa reformista en el priismo. Pero como se privilegió lo primero, como incluso alguno de sus más pensantes integrantes terminaron obsesionados con impedir que Madrazo llegara a la candidatura, olvidaron que era mucho más importante, para el 2006 y para el futuro político de su partido y de su corriente, articular una serie de propuestas que demostraran que, como ellos decían, había otro priismo. El problema es que al convertirse Unidad Democrática en el TUCOM (y así aceptarlo la mayoría de sus principales integrantes) no pusieron mayor derecho admisión que la oposición al madracismo. Y por ello terminó allí Arturo Montiel y se convirtió en el candidato del grupo. Montiel no puede convertirse ahora en una sorpresa para el priismo, para ninguno de sus sectores, todos conocían sus fortalezas y debilidades, nadie puede ahora llamarse sorprendido por lo sucedido. El hecho es que Montiel no representaba a los sectores reformistas del PRI y los grupos y personajes de Unidad Democrática que, para conservar la disciplina interna del grupo, le dieron su respaldo una vez que ganó la candidatura, hoy se han quedado sin nada: no sólo sin un precandidato que defienda sus puntos de vista y posiciones sino, incluso, sin una corriente que les dé perspectivas hacia el futuro. Pareciera que la única alternativa que queda para muchos de esos grupos es refugiarse en sus sectores o en sus estados, y en el campo político, si se quedan en el PRI, buscar un espacio que abre en la candidatura de Beatriz Paredes en el DF.

Lo que sorprende es que el madracismo haya sido tan poco generoso en el momento de su triunfo interno: aniquilado por las denuncias Montiel, era el momento para plantear, de inmediato, una propuesta lo más amplia e incluyente posible. Y lo que se hizo fue exactamente lo contrario. Se les dijo algo así como que allí hay sólo de dos sopas: o se disciplinan con Madrazo o tienen la puerta abierta para irse. Se le propuso al equipo de operadores más cercanos a Montiel incorporarse al equipo de Madrazo pero no se le dio ninguna opción a quienes no eran parte ni de una ni de otra estructura. Pareciera que se insiste en ese tema: lo importante son las estructuras, el aparato, lo demás sobra.

Es una torpeza, un error que el propio Madrazo ha cometido ya en el pasado en Tabasco y que constituye, por encima de muchas historias, algunas reales, otras, muchas, definitivamente falsas, que se han creado en torno a Roberto, la mayor de sus insuficiencias políticas. Madrazo y los madracistas deben aceptar que solos no ganarán las elecciones, que la lógica de ser pocos pero puros (por lo menos en las lealtades partidarias) es la de una secta y no la de un verdadero partido político moderno, aunque sea el que tenga la mayor estructura electoral del país.

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