De amenazas y cosas peores
Columna JFM

De amenazas y cosas peores

Decía Oscar Wilde que la vida era como un teatro, pero que tenía un reparto deplorable. A veces pareciera que algo así ocurre con varios de nuestros actores políticos: recurren tanto al amarillismo, a la exageración, que terminan colocándose casi en el ridículo o jugando con fuego, haciendo de una suerte de aprendices de brujo que desatan fuerzas que luego no pueden controlar. Por ejemplo, el ambiente político que vivimos no admite jugar con la posibilidad de la violencia política. Esta es demasiado visible, demasiado palpable, como para no tomarla en serio o pensar que puede ser un instrumento electoral útil.

Decía Oscar Wilde que la vida era como un teatro, pero que tenía un reparto deplorable. A veces pareciera que algo así ocurre con varios de nuestros actores políticos: recurren tanto al amarillismo, a la exageración, que terminan colocándose casi en el ridículo o jugando con fuego, haciendo de una suerte de aprendices de brujo que desatan fuerzas que luego no pueden controlar.

Por ejemplo, el ambiente político que vivimos no admite jugar con la posibilidad de la violencia política. Esta es demasiado visible, demasiado palpable, como para no tomarla en serio o pensar que puede ser un instrumento electoral útil. Hay grupos que están apostando a la violencia y a la desestabilización por razones tanto políticas como de conveniencia personal o sectorial, y ello incluye desde grupos de poder, hasta algunas extrañas organizaciones armadas pasando por el narcotráfico y diversas formaciones del crimen organizado.

La violencia política, de cara al 2006, como ocurrió en el periodo 93-94, es una posibilidad demasiado real como para jugar con ella o para utilizarla como un simple instrumento de publicidad electoral.

En el 2000 se comenzó a especular con el tema de la violencia pero, a tiempo, el tema fue cancelado por los propios candidatos, en una muestra de madurez política. Todavía recuerdo cuando se le ofreció protección del estado mayor presidencial al entonces candidato Vicente Fox y en una entrevista me dijo que no la aceptaría y que incluso no lo aceptaría cuando fuera presidente, si ganaba las elecciones, porque eso sería “como poner la iglesia en manos de Lutero”. Afortunadamente, poco después Vicente Fox conoció en forma mucho menos superficial cómo funcionan las instituciones del Estado mexicano y desechó aquel discurso. Pero en el 99-2000 la situación parecía menos tensa que en la actualidad.

Por eso llama profundamente la atención que en los últimos días, en forma casi simultánea, en el equipo de López Obrador se haya hablado tanto de una página web supuestamente apócrifa para recaudar dinero que, obviamente, no era para la campaña del perredista, pero también que se haya ligado esto a un mail un poco extraño que utilizaba la palabra muerte hasta convertirlo, en el discurso, en una amenaza contra ese candidato. En el equipo cercano a López Obrador ese tema les resulta recurrente: lo utilizaron durante el proceso de desafuero, también lo relacionaron con el controvertidísimo tema de equiparar el desafuero con un golpe de Estado y terminaron diciendo que el poder quería deshacerse de AMLO a como diera lugar, incluyendo la violencia, equiparando a López Obrador con Colosio. Es un grave error porque no existe una sola prueba de que realmente exista una amenaza contra el candidato perredista y si existiera tendría que haber una denuncia penal para que la misma sea investigada por las autoridades correspondientes.

Lo cierto es que ni la amenaza de muerte es real ni tampoco, como se dijo, aquella página web apócrifa provenía de Guanajuato, con las connotaciones que se le quiso dar a ese origen. Al respecto, Julio Hernández publicó ayer en La Jornada una precisa investigación realizada por un grupo de simpatizantes de López Obrador que demuestra que esa página en principio provendría del estado de México y están involucradas cuentas de distintos lugares, incluyendo una de Estados Unidos: no tiene nada que ver, aparentemente con la política, según el texto de Julio, sino con hackers que buscaron apoderarse ilegalmente de esos recursos. ¿Por qué se aseguró que la amenaza venía de Guanajuato?. Pues quizás para darle una connotación política a lo que aparentemente es un simple fraude cibernético como muchos otros, que se termina relacionando, también, con la forma que ha elegido la campaña de López Obrador para recaudar dinero, utilizando listas de correos en forma masiva y solicitando recursos vía internet.

Y sabemos que esa vía está contaminada por muchos que se aprovechan de ella. Mezclar la solicitud de dinero para la campaña con el internet no me parece una buena idea. Pero incluso así, sería muy sencillo, ocurre cotidianamente, hacer una denuncia y descubrir, sin mayor problema el origen de una página fraudulenta a partir de una investigación policial.

Tampoco, afortunadamente, ha habido, por lo menos en el ámbito público, amenazas de muerte contra López Obrador o los otros candidatos presidenciales. La posibilidad ahí está y la percepción de la gente también: los peritajes oficiales han insistido, por ejemplo, en que la muerte del secretario de seguridad pública federal, Ramón Martín Huerta, fue producto de un accidente, de un error humano del piloto del helicóptero siniestrado. Puede ser verdad pero casi nadie, o muy pocos, lo creen, aunque ello haya sido muy posible. El hecho es que no hay amenazas públicas contra López Obrador ni tampoco contra otros candidatos, aunque, por ejemplo, la campaña anónima que se está realizando contra Madrazo, podría generar muchas dudas sobre su verdadero objetivo. Pero incluso así, no se la podría considerar, hoy, una amenaza, así sea solapada, contra su vida, aunque evidentemente ello va generando un ambiente pol´tiico que hace más propicia la posibilidad de la violencia.

Respecto al mail que había sido el tema de las supuestas amenazas contra López Obrador, el llegar a esa conclusión parece ser de una superficialidad absoluta. En todo caso esas amenazas no se comparan con los, esos sí amenazantes, mail con los que algunos “simpatizantes” de Andrés Manuel, nos inundan a los periodistas que osamos criticar al candidato perredista. Y eso no es nuevo, se arrastra de por lo menos un año atrás y va de la mano con la lógica descalificadora que sus más cercanos colaboradores utilizan ante cualquiera que no esté de acuerdo con su candidato. No debaten, descalifican y ello también incrementa un ambiente de confrontación, que el propio candidato alimenta al concentrarse en la propia descalificación de sus adversarios internos y externos, en lugar de llevar adelante una campaña aunque sea un poco más propositiva.

Ese ambiente es el que se debe erradicar y en él participan casi todos los actores políticos, pero en el caso del equipo de López Obrador parece irresponsable resucitar la teoría del complot en temas tan delicados como éste. Sobre todo porque la campaña electoral del año próximo parece ser que se decantará hacia una larga serie de golpes bajos y contrapropaganda que pareciera que busca que los electores voten con algún órgano, menos, definitivamente, con el cerebro.

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