Un IFE tan políticamente correcto que es ocioso
Columna JFM

Un IFE tan políticamente correcto que es ocioso

Nadie podría estar en desacuerdo en que en estos días navideños se hubiera establecido una suerte de tregua publicitaria entre los candidatos y partidos, por una parte para no contaminar el ambiente político aún más de lo que está y, por la otra y quizás más importante, para permitirle al propio IFE contabilizar con mayor claridad los tiempos utilizados en los medios por los partidos a partir del inicio de la propia campaña electoral, el próximo 18 de enero. Pero el IFE se ha involucrado en un proceso inmanejable en torno a la tregua. Nadie sabe hoy con certidumbre qué se puede hacer y qué no, en torno a esta determinación.

Nadie podría estar en desacuerdo en que en estos días navideños se hubiera establecido una suerte de tregua publicitaria entre los candidatos y partidos, por una parte para no contaminar el ambiente político aún más de lo que está y, por la otra y quizás más importante, para permitirle al propio IFE contabilizar con mayor claridad los tiempos utilizados en los medios por los partidos a partir del inicio de la propia campaña electoral, el próximo 18 de enero.

Pero el IFE, sin ayuda, se ha involucrado en un proceso inmanejable en torno a la tregua. Nadie sabe hoy con certidumbre qué se puede hacer y qué no, en torno a esta determinación. Cuando se aprobó la tregua electoral se dijo que lo que se prohibía era las actividades masivas de proselitismo y, sobre todo, la publicidad de los candidatos, particularmente en medios electrónicos. En alguna oportunidad, luego de aprobada la tregua, entrevistando a funcionarios del IFE les pregunté si, por ejemplo, los candidatos podían ofrecer, durante ella, entrevistas a los medios y dijeron que sí. Pero con el paso de los días, los consejeros fueron cerrando el espectro de lo permitido a los partidos y candidatos, hasta el punto de que hoy nadie puede estar seguro de qué está permitido en estas cinco semanas. El IFE no se ha dignado establecer con claridad una lista de prohibiciones que le dejara en claro a los candidatos, a los partidos y a los medios qué es lo que no está permitido, asumiendo que, por lo tanto, todo lo que no está prohibido está permitido. Al contrario, lo que han hecho es ahondar la confusión, porque dejan todo en el terreno de la subjetividad.

Ayer, por ejemplo, Felipe Calderón se reunió con un grupo de empresarios alemanes. Junto al lugar de la reunión había otro encuentro del Instituto Nacional de la Mujer, en la que había reporteros que trataron de entrevistarlo. ¿Estaba violando la tregua Calderón por reunirse con un grupo de empresarios? Desde cualquier punto de vista sensato no, ¿pero lo hubiera hecho si se hubiera dejado ingresar a los medios?, según el IFE sí, porque de acuerdo con el consejero presidente del Instituto, Luis Carlos Ugalde, cualquier acto privado donde participen periodistas podría interpretarse como una violación a la tregua. ¿Quiere esto decir que, por ejemplo, si cualquiera de los candidatos va a comer a una restaurante y lo encuentra un periodista y se publica una foto de esa comida, se estará violando la tregua?¿o si los medios envían reporteros a la casa de cada uno de los candidatos y tratan de entrevistarlos al entrar o salir de su domicilio, éstos estarían violando la tregua? Es ridículo y se llega al absurdo: los candidatos, todos, utilizarán estos días para el trabajo con sus equipos, para los encuentros con todos los interlocutores posibles y evidentemente ello no puede, ni quedará, en secreto. Pensar que cada uno de esos actos puede constituir una violación a la tregua electoral lo único que lleva es a pensar que los candidatos, sus equipos, sus partidos se vayan, todos, de vacaciones (e incluso así podrían estar violando la ley: ¿qué sucedería si alguno de los candidatos es sorprendido en la playa de Acapulco rodeado de simpatizantes o incluso platicando con simples turistas y eso se publica en los medios?) e hicieran un verdadero corte de actividades hasta el 18 de enero. Ninguno de ellos lo hará y es más, no deberían hacerlo.

La obligación del IFE que lanzó e hizo aprobar esta iniciativa es establecer con toda claridad qué se puede y qué no se puede hacer de aquí al 18 de enero, y el sentido común (y el propio espíritu de la iniciativa cuando ésta se dio a conocer) es prohibir la publicidad en medios y los actos proselitistas masivos. Todo lo demás, incluyendo la posibilidad de realizar entrevistas en medios o de tener reuniones con empresarios o simpatizantes o académicos, mientras sean privadas, debe estar permitido. Y esclarecer ese punto es una responsabilidad intransferible del IFE pero, hasta ahora, lo único que ha hecho en este tema es fomentar la confusión.

Lo mismo sucede con los lineamientos que entregó el IFE ayer a la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión para cubrir las elecciones. Estarían muy bien si no fuera porque son imposibles de cumplir y, además, contraviene derechos tan arraigados como la libertad de expresión. Comencemos por el principio: prácticamente todos los medios de referencia en Estados Unidos, prensa, radio y televisión, en las elecciones presidenciales pasadas, expresaron libremente su opinión sobre cuál de los partidos y candidatos era el mejor para dirigir los destinos de su país. Lo mismo suelen hacer la enorme mayoría de los medios europeos. En el caso estadounidense, la mayoría apoyo al candidato demócrata John Kerry, en contra de la reelección de George Bush. Como todos sabemos éste fue el ganador de las elecciones ¿leyó usted en alguna parte que ello implicaba una distorsión del clima electoral o una condición de inequidad en el proceso electoral? No, pero si nos atenemos estrictamente a los lineamientos entregados por el IFE ello será condenado en México. A cualquiera le tiene que parecer correcto que las campañas se desarrollen en un clima de equidad y que se fortalezca “el voto informado, libre y razonado” por parte de los ciudadanos. Pero, ¿porqué ello debería implicar la equidad (o sea los mismos espacios y tiempos) en todos los medios para todos los candidatos y partidos? No todos son, informativamente, iguales y los medios deben atenerse a lo que es y no informativo y atractivo para su público, que por cierto es diferente en cada medio. Se dice que se debe diferenciar entre nota informativa y comentarios y yo quisiera que alguno de los consejeros del IFE nos explicara, por ejemplo, cómo hacerlo en el transcurso de un noticiero de radio o televisión. Se dice que se debe garantizar el derecho de réplica y está muy bien pero no explican cómo: ¿a poco, como sucede con el vocero de un importante candidato, cada vez que se cita a su partido en un espacio se le debe dar el “derecho de réplica” como lo él exige para contestar, explicar o dar su opinión sobre la nota divulgada?

Se dice en los lineamientos que se debe respetar el derecho a la vida privada de los candidatos. Nadie podría estar en desacuerdo con ello, pero cuáles son esos límites: ¿si un candidato o candidata se está divorciando, si tiene una o un amante, si sus hijos están realizando negocios que pueden o no ser sospechosos, eso es parte del involucramiento en su vida privada? A muchos la mayoría de estos casos nos podrán resultar irrelevantes, pero para algunos otros electores no. Por ejemplo ¿es afectar la vida privada de los candidatos saber cuál es la fe religiosa de López Obrador o indagar sobre lo sucedido con la muerte de su hermano?¿es involucrarse en la vida privada saber si Felipe Calderón tiene o no relaciones familiares con sectores del Yunque?¿es violar la vida privada demandar o dar a conocer el patrimonio de Roberto Madrazo? Eso no lo puede definir el IFE ni tiene derecho a hacerlo, ni tampoco, en última instancia será respetado por los medios.

En realidad, los que castigan a los medios cuando sobrepasan el límite son sus lectores, sus radioescuchas, sus televidentes. Cuando los medios violan la ley en estos sentidos, existen instancias judiciales en los que pueden y deben ser denunciados. Si cualquier medio o comunicador tiene preferencia por un partido o candidato tiene derecho a decirlo, ya sabrá su empresa o su público si lo respaldan o no. Toda esta intención, con la tregua, con los lineamientos a los medios, no sólo resulta casi ocioso, sino que tiene la intención de hacer todo tan políticamente correcto, que termina siendo políticamente inviable en un proceso electoral. Y el que se debilita con ello no son ni los candidatos, ni los partidos, ni los medios: es el propio instituto electoral porque no puede hacer cumplir sus decisiones.

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