El desastre, once años después
Columna JFM

El desastre, once años después

Hace exactamente once años, en estas horas, la economía de nuestro país se estaba derrumbando. El famoso error de diciembre, provocaba no sólo una devaluación feroz sino también la pérdida, aún no recuperada, de la confianza en el gobierno, en el poder, en el futuro. Las consecuencias sociales, políticas y económicas de aquel derrumbe aún no lo hemos aquilatado plenamente. El tema, incluso, ni siquiera se ha debatido con la profundidad e intensidad que requeriría para no volver a repetir ese error.

Hace exactamente once años, en estas horas, la economía de nuestro país se estaba derrumbando. El famoso error de diciembre, provocaba no sólo una devaluación feroz sino también la pérdida, aún no recuperada, de la confianza en el gobierno, en el poder, en el futuro. Las consecuencias sociales, políticas y económicas de aquel derrumbe aún no lo hemos aquilatado plenamente. El tema, incluso, ni siquiera se ha debatido con la profundidad e intensidad que requeriría para no volver a repetir ese error. Como los secretos de una vieja familia, se han analizado sus consecuencias, sus repercusiones, sus costos, pero las causas profundas han quedado escondidas, detrás de muchas palabras y pocas verdades.

La pregunta que nadie se quiere terminar de hacer es si la situación de diciembre del 94, podría volver a repetirse en este cambio de sexenio, que se presiente tan difícil, confrontado e incluso con posibilidades de violencia como aquel del 94. Las autoridades tienen toda la razón, al decir que las condiciones económicas han cambiado radicalmente respecto a aquellas, que existe un blindaje que entonces no había y que no habrá crisis en el 2006 como no la hubo en el 2000.

Es probable que sea así, pero nadie podría definirlo con tanta seguridad, por la sencilla razón de que los derrumbes como el del 94 tienen causas claramente económicas pero sería imposible entenderlos (e incluso que se produjeran) sin el componente político que los marca. En el 94, la economía se terminó cayendo como consecuencia del arrastre de acontecimientos que habían sido sorteados con relativo éxito pero que finalmente se acumularon en un momento e hicieron eclosión cuando los errores de operación ya no pudieron controlar tantas presiones. Parece notable que se hubiera dado el levantamiento zapatista, los secuestros de Alfredo Harp y Angel Losada, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, más tarde el de José Francisco Ruiz Massieu con todo el escándalo desatado por su hermano Mario, y que la economía se hubiera mantenido. El trabajo que realizó en ese sentido Pedro Aspe fue magnífico. Pero lo pudo hacer porque las expectativas que había generado el inicio del Tratado de Libre Comercio eran aún mayores que esos desafíos políticos y porque se mantenía la percepción de que el gobierno, pese a todo, mantenía el control del país.

Pero la noche del 19 al 20 de noviembre del 94, tuvo lugar una reunión que sería determinante para lo que sucedería después. Esa noche se reunieron el presidente saliente, Carlos Salinas de Gortari, con el mandatario entrante, Ernesto Zedillo, acompañados por Pedro Aspe y Jaime Serra Puche. Allí, ante las presiones financieras evidentes y la amenaza que significaba un vencimiento masivo de tesobonos en febrero del año siguiente, se analizó el tema de la devaluación o de un mayor deslizamiento del peso, mismo que se había venido ejecutando en forma muy sutil pero efectiva por la administración Salinas en los últimos meses. Zedillo pidió que hubiera una devaluación leve pero que se hiciera en el momento, antes del cambio de administración. Salinas propuso que se continuara con la estrategia de deslizamiento y que Aspe continuara en la secretaría de hacienda, para continuar ese proceso y sobrepasar el escollo del vencimiento de los tesobonos, por lo menos un año más. Zedillo aceptó continuar con la misma política pero no que Aspe, con el que se había confrontado en el pasado, siguiera al frente de Hacienda: le propuso quedarse en el gabinete pero en comunicaciones y transportes, lo que Aspe rechazó, y allí quedó en claro que el encargado de las finanzas nacionales sería Serra Puche.

El entonces secretario de Comercio traía las credenciales de haber sido el principal negociador del TLC y a partir de allí había construido una muy buena relación con muchos empresarios estadounidenses y se pensaba que a partir de allí podría tener una buena relación con los sectores financieros. Pero éstos, sobre todo los representantes de los grandes fondos de inversión que eran los que tenían en su poder los tesobonos, no habían tenido contacto con Serra, no lo conocían ni le tenían confianza, pensaban que habría continuidad con Aspe o con alguien de su equipo y la designación no les gustó. La primera señal fue la caída de la Bolsa el mismo día del anuncio del gabinete presidencial y la percepción se profundizó con los erráticos primeros días del zedillismo. Y las reservas comenzaron a flaquear día con día durante todo diciembre.

Pero incluso así, la situación se hubiera podido controlar. A la fuga de divisas se le sumó la decisión de ampliar la banda de flotación, el mismo día, el 18 de diciembre en que los zapatistas anunciaban una muy publicitada toma de un centenar de municipios chiapanecos. En términos estrictos, aquello no era verdad, pero las luces rojas se encendieron en muchos lugares porque parecía que el gobierno había perdido control de la situación. Esa misma noche en las oficinas de la secretaría del Trabajo, Serra convocó a los principales empresarios del país para informarles que se “ampliaría la banda de flotación” del peso y que ello se anunciaría la mañana siguiente, lo que generó un compás de espera entre los empresarios, entre el anuncio de la medida y su implementación y en ese lapso evidentemente la noticia se filtró y comenzaron a operar los mercados internacionales sacando en forma acelerada dinero de México. Eso detonó la devaluación y la crisis. Lo demás es historia.

Quedan enseñanzas que en ocasiones no se asumen: primero, que no hay blindajes económicos ante un proceso de desestabilización como el vivido en el 94 (y en el cual, en lo personal, sigo pensando que la devaluación y crisis fue un episodio más); segundo, que las expectativas tardan muchos años en generarse pero pueden derrumbarse en horas si no se toman las medidas adecuadas; tercero, que la violencia política es uno de los factores claves para acabar con esas expectativas; cuarto, que si no existe un acuerdo entre la administración saliente y la entrante, como sí se dio en el 2000 en éstos ámbitos, la transición es muy compleja y puede detonarse una crisis; quinto, que son imprescindibles (aunque a algunos candidatos no les guste) los organismos autónomos en el sector financiero: si el banco de México hubiera tenido en el 94 los márgenes de autonomía que tiene en la actualidad, quizás no se hubiera impedido la crisis pero la posibilidad de control hubiera sido mucho mayor.

Algunos de los factores que influyeron en el 94 siguen existiendo de cara al 2006, otros no. Lo importante en todo caso es asumir que allí están y que contra ellos no existen blindajes inviolables. Ojalá así lo entendieran todos los actores involucrados en el proceso político del 2006.

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