Los candidatos y el enemigo en casa
Columna JFM

Los candidatos y el enemigo en casa

Si hay algo que llama la atención en las campañas electorales es que ninguno de los candidatos presidenciales se aparta, ni un milímetro, de lo que ya tiene programado: no importa que haya una ola de violencia ligada al narcotráfico, que existan incidentes graves en la frontera, que se deban establecer definiciones respecto a la relación con Estados Unidos, que el sistema de administración tributario esté haciendo cada vez más complejas las cosas que dice querer simplificar. No importa, los candidatos, todos, hablan de sus cosas, que en ocasiones no tienen nada que ver con las preocupaciones cotidianas de la gente y del país.

Si hay algo que llama la atención en las campañas electorales es que ninguno de los candidatos presidenciales se aparta, ni un milímetro, de lo que ya tiene programado: no importa que haya una ola de violencia ligada al narcotráfico, que existan incidentes graves en la frontera, que se deban establecer definiciones respecto a la relación con Estados Unidos, que el sistema de administración tributario esté haciendo cada vez más complejas las cosas que dice querer simplificar, que haya buenos signos en la economía o que la presa de La Parota, uno de las más importantes obras de infraestructura que el país necesita, esté paralizada por un pequeño grupo de ejidatarios y la decisión de un juzgado agrario. No importa, los candidatos, todos, hablan de sus cosas, que en ocasiones no tienen nada que ver con las preocupaciones cotidianas de la gente y del país.

Pero, además, es notable cómo cada día, el mayor problema que parecen enfrentar esos mismos candidatos (y ello en buena medida se explica por esa lógica de encerrarse en los esquemas de campaña preconcebidos por sus equipos) son los internos: todos están sufriendo conflictos dentro de sus propios equipos, de sus partidos, problemas que son, paradójicamente, los que están dando la nota.

En el caso de Roberto Madrazo, lo sucedido el martes en la Canacintra y en Pachuca es paradigmático. No sé quién confirmó la participación del candidato de la alianza por México en la reunión de los empresarios de Canacintra, pero enviar a Jorge Chavez Presa en su representación sin siquiera aviso previo es una grosería. Se podrá argumentar que López Obrador también había enviado un representante, pero las dos diferencias importantes son que el de AMLO iba a hablar después de Madrazo y al ver lo ocurrido con Chávez Presa se retiró discretamente, pero además que López Obrador nunca había confirmado su presencia, y Madrazo sí.

Más grave, o más representativo de lo que sucede, es lo que ocurrió en Pachuca. En su extendido equipo de campaña, el ex rector de la Universidad local, Gerardo Sosa Castelán, conocido por sus posiciones porriles (a su corriente le llaman la “sosa nostra”) y que amenazó en muchas oportunidades con irse al PAN o al PRD con su amigo José Guadarrama si no era candidato a gobernador, finalmente recibió una posición en el equipo de Madrazo encargado de las relaciones con estudiantes y universidades. Madrazo, por lo menos en el papel, apuesta a tener mucha presencia en universidades, porque considera que allí puede desprenderse de una parte del voto negativo que lo acosa y, además, porque sabe que en el terreno educativo tiene que dar la lucha contra Elba Esther Gordillo y un Roberto Campa que apuesta a hacerse fuerte en ese ámbito.

Ya todos sabemos que el acto de Pachuca fue un desastre que obligó a Madrazo a ofrecer el discurso más corto de su campaña: dos minutos. Nadie puede saber si se trata de incapacidad o de una operación antimadracista del propio Gerardo Sosa que se supone que tendría el control total del acto, pero el hecho es que si así van a estar organizadas las demás participaciones del tabasqueño en las universidades, será mejor que se olvide de ellas. El equipo de Madrazo está lejos de funcionar en forma aceitada y debe  ofrecer aún mucho más para ser competitivo. El hecho es que en prácticamente todos los actos públicos que ha organizado ha habido, de una u otra forma problemas, incluso ayer, en su estado, Tabasco, buena parte de las actividades tuvieron que ser suspendidas por el mal clima.

Felipe Calderón ha dicho que la suya es una alianza con la gente, con la sociedad, con “los mexicanos”. Es una idea acertada, sobre todo cuando se observa que sus adversarios hicieron inversiones muy cuantiosas en alianzas con otros partidos que no les han dado, por lo menos en las encuestas, ni un punto a López Obrador ni tampoco a Madrazo. Pero para que eso pase del discurso a la realidad, es necesario que el PAN se abra a la sociedad, y hasta ahora, el partido se ha cerrado en sí mismo. En la designación de las listas de plurinominales todas las posiciones han sido para gente del partido. En el primer lugar de la listas de senadores plurinominales va Santiago Creel y no hay ni un independiente. Una de las jugadas más interesantes que puede realizar Calderón, que es la candidatura de Demetrio Sodi al DF, sufrió un embate durísimo de dos personajes como Jesús Galván y Fernando Pérez Noriega en un debate interno que, si no tuvo mayor trascendencia, fue porque su difusión fue limitada. Pero Galván y Pérez Noriega, dos políticos respetables pero sin posibilidad alguna de competir por el gobierno de la capital, se unieron para criticar a Sodi simplemente porque no es panista. Nadie les dijo, ni a ellos ni a muchos otros dirigentes de su partido, que eso es lo que hace a Sodi un candidato atractivo y la razón por la cual el ejemplo de Sodi tendría que repetirse una y otra vez para que Calderón tuviera, realmente, una alianza con la sociedad: hasta ahora es con los panistas.

Andrés Manuel López Obrador tampoco puede vanagloriarse de cómo marchan sus cosas. Sus actos, hasta ahora, no han tenido la evidente desorganización de los priistas pero han resultado bastante desangelados, por lo menos, en relación con las expectativas que ha generado el propio equipo del candidato. Allí se vislumbran también problemas: en los hechos, diferentes versiones de prensa coinciden en que Jesús Ortega ha sido designado coordinador de la campaña pero no se le ha permitido, ni remotamente, funcionar como tal. El equipo de las redes ciudadanas tiene el control del proceso y Ortega no cuenta siquiera con oficina propia. El hecho recuerda la forma en que trató el equipo más cercano a Luis Donaldo Colosio a Ernesto Zedillo cuando éste fue designado coordinador de campaña del sonoerense. Con un paralelo adicional: como entonces, no sólo el equipo cercano y el coordinador iban cada uno por su lado, sino que también, como en buena medida ocurre en el PRD, el partido iba por el suyo. Lo ocurrido en el DF en la lucha por las candidaturas locales está demostrando el grado de violencia al que pueden llegar sectores de las tribus del perredismo cuando de luchar por espacios de poder se trata. La elección interna volvió a mostrar a un perredismo que no sabe procesar sus diferencias internas y que da trato de enemigo a sus adversarios. Pero allí no acaban los problemas internos de López Obrador: allí está ese gran desafío interno que se llama Cuauhtémoc Cárdenas, que no muestra intención alguna de allanarse a las presiones del candidato.

En el caso de Patricia Mercado es ya casi ocioso hablar del boicot interno al que la ha sometido la llamada ala campesina de su partido, más aún que el propio Víctor González Torres. Nadie, fuera de Alternativa, ha atacado tanto a ese partido como sus supuestos compañeros. Se debe reconocer que en el único partido donde aparentemente no hay problemas internos es en Nueva Alianza. Aunque nadie debería hacerse demasiadas esperanzas: aún falta, para ellos y para los demás, el trago más difícil de pasar, las listas de candidatos a diputados y senadores. Allí es cuando el enemigo interno será aún más feroz.

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