Diálogo de sordos en la frontera de nopal
Columna JFM

Diálogo de sordos en la frontera de nopal

El miércoles el ex canciller Bernardo Sepúlveda habló en el Colegio de México de nuestra política exterior y dijo que la misma ?ha sufrido quebrantos que se originan en la falta de consensos por parte del sistema en su conjunto?. Fue más allá: ?estoy pensando, dijo, no sólo en el gobierno de la república, también en la sociedad en su conjunto, que no acaba de precisar en dónde están ubicados sus intereses fundamentales?. Otro especialista, Peter Hakim presidente del Diálogo Interamericano, me decía ayer que habrá que esperar hasta la elección de otro presidente, en México y quizás también en Estados Unidos, para tratar de reencauzar la relación bilateral, porque la administración Fox no ha podido establecer una ruta que consolide esas relaciones en estos seis años.

El miércoles el ex canciller Bernardo Sepúlveda habló en el Colegio de México de nuestra política exterior y dijo que la misma “ha sufrido quebrantos que se originan en la falta de consensos por parte del sistema en su conjunto”. Fue más allá: “estoy pensando, dijo, no sólo en el gobierno de la república, también en la sociedad en su conjunto, que no acaba de precisar en dónde están ubicados sus intereses fundamentales”. Otro especialista, Peter Hakim presidente del Diálogo Interamericano, me decía ayer que habrá que esperar hasta la elección de otro presidente, en México y quizás también en Estados Unidos, para tratar de reencauzar la relación bilateral, porque la administración Fox no ha podido establecer una ruta que consolide esas relaciones en estos seis años.

Mientras tanto, el embajador Tony Garza dio a conocer un nuevo comunicado demandando una mayor preocupación del gobierno mexicano respecto a lo que sucede en la frontera, y el canciller Luis Ernesto Derbez anunció que se entregará una nota diplomática al departamento de Estado, contestando a Garza y pidiendo explicaciones sobre cómo marcha la investigación de la muerte del migrante mexicano Guillermo Martínez, fallecido en diciembre pasado por disparos de un integrante de la patrulla fronteriza. Mientras los diplomáticos se pelean, la realidad se impone: en Tijuana se encontraron en pocos días tres túneles que cruzaban la frontera, el más importante de ellos de más de un kilómetro de largo partía de una zona cercana al aeropuerto de Tijuana hasta la garita de Mesa de Otay; en Ciudad Juárez se producían tres ajusticiamientos, incluyendo el del dirigente local del partido Convergencia; en Nuevo Laredo eran cuatro los muertos en los enfrentamientos de las últimas horas. El hecho es que la frontera parece estar, efectivamente, fuera de control y que de poco servirán las acusaciones mutuas para revertirlo.

El hecho es que quizás, en esta suerte de “machismo diplomático” que estamos viviendo, lo que hemos perdido de vista, quizás se trate, como decía Sepúlveda que como gobierno y sociedad no precisamos “dónde están ubicados nuestros intereses fundamentales”, pero independientemente de las actitudes que pueden tomar, justificada o injustificadamente, algunos o muchos políticos estadounidenses, la realidad es que no estamos leyendo correctamente la situación.

Algunos diplomáticos y analistas sostienen que la actividad del embajador Garza es producto de una convicción personal y de un interés por lograr mayor protagonismo individual. Es una visión errada: ello podría comprenderse en un embajador con mucho menor acceso directo al propio presidente Bush que Garza, o si se diera en una u otra ocasión esporádica, pero el embajador Garza no sólo ha expresado su opinión en forma pública en reiteradas ocasiones sino que lo ha hecho, como parte de una política expresa, desde el mismo día de enero pasado en que fue confirmada en el departamento de Estado Condolezza Rice. La política del embajador, desde entonces, ha sido constante y consecuente. Pensar en expresiones individuales es no comprender cómo funciona este tipo de mecanismos. Porque además no se trata de una excepción: desde el 2001 el presidente Bush no visita México y ya no lo hará en lo que resta del sexenio; no ha habido ninguna reunión bilateral importante, de fondo en los últimos años entre los presidentes Fox y Bush; en su última visita a Washington el canciller Derbez no fue recibido por Rice sino por un subsecretario. Hay un enfriamiento evidente en la relación bilateral y todo indica, como me decía Hakim, que en Washington simplemente están esperando que haya un nuevo gobierno en México para revisar, o no, su política bilateral.

No es un tema menor. Y aunque resulte políticamente incorrecto presentarlo de esa manera, lo que está planteando el gobierno estadounidense en el tema fronterizo, no es descabellado si partimos de su propia visión del mundo y sus intereses estratégicos y nacionales. Y es a eso a lo cual México debe dar respuesta y adecuar su estrategia. Alguien dirá que no es así, y hablará de la soberanía y la historia. Está bien, pero el hecho es que difícilmente se tendrá una relación fructífera con Estados Unidos, independientemente de quién gobierne a cada lado de la frontera, si no se entienden, por lo menos, esos intereses estratégicos. Veamos lo que planteaba el mensaje de Garza dado a conocer el 13 de enero pasado: “muchos estadounidenses, decía el embajador, ven la necesidad de mejorar nuestra seguridad fronteriza y una aplicación más eficaz de nuestras leyes migratorias, con base en el sentido común”. Decía que la propuesta aprobada por la cámara de representantes todavía no es una ley porque antes debe pasar por el senado y que en todo caso, no intentan cerrar la frontera, tampoco construir un muro a lo largo de ella (agreguemos nosotros que ese muro ya existe a lo largo de muchos kilómetros en la frontera entre Baja California y California). Y tiene razón al decir que se podrá estar a favor o en contra de la medida pero que es desmesurado comparar ese caso con el Muro de Berlín: uno servía para que los ciudadanos de un país, gobernado en forma dictatorial, no lo abandonaran y el otro, en todo caso, aunque no nos guste, está construido para proteger las fronteras de una nación democrática que tiene el derecho legítimo de hacer cumplir sus leyes y defender sus fronteras. Y lo mismo ocurre en México: ¿estaríamos dispuestos, por ejemplo, a abrir completamente la frontera sur para el paso de todos los migrantes centroamericanos que lo deseen?¿no acabamos de establecer medidas migratorias más estrictas para los visitantes de Brasil o Ecuador por motivos de seguridad?

Si no se comprende eso, insisto, aunque no nos guste la política migratoria estadounidense y mucho menos las expresiones racistas de grupos como los Minuteman Proyect, no habrá posibilidad de avance alguno. Si el gobierno federal como un todo no actúa en consecuencia (e insistimos como un todo, porque pareciera que las distintas áreas en éste como en otros temas, trabajan en forma autónoma) no habrá resultados aunque sea marginales y el destino inevitable será un mayor deterioro de la relación. Si un hombre tan representativo como el líder del Senado, Enrique Jackson en lugar de trabajar con sus homólogos en el Capitolio sobre las iniciativas que tienen entre sus manos los senadores estadounidenses, va a Estrasburgo a hacer un discurso casi de campaña sobre el muro fronterizo; si los candidatos no se comprometen con el tema (hay que reconocer que el único que, tímidamente pero en un par de oportunidades ha hablado con cierta claridad al respecto ha sido Felipe Calderón) y siguen con la retórica del machismo diplomático ni siquiera se podrá pensar en modificar la actitud con la siguiente administración.

Si vamos a pensar que Washington cambiará su posición y su política de seguridad y migración por las declaraciones que hagamos de este lado de la frontera, nos equivocaremos una y otra vez. La única forma de revertir el deterioro actual de la relación es trabajar sobre una agenda concreta y específica que incluya compromisos en México sobre el tema de la seguridad fronteriza; trabajar en el congreso con base en las distintas propuestas que ellos están trabajando, sobre todo los senadores; trabajar en nuestro congreso sobre medidas que permitan generar riqueza y mejores fuentes de empleo para frenar el fenómeno migratorio. Ser más eficientes en la seguridad fronteriza. Y saber, sobre todo, hacia dónde queremos dirigir la relación bilateral. Hoy, como decía Sepúlveda, tanto el gobierno como la sociedad parece que hemos perdido el rumbo.

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