La entrevista a López Obrador: luces y sombras
Columna JFM

La entrevista a López Obrador: luces y sombras

Sin duda, la entrevista que le concedió Andrés Manuel López Obrador a Joaquín López Dóriga es de las más importantes que el candidato de la llamada Alianza por el bien de todos ha ofrecido desde el inicio de su campaña. Como en toda entrevista, habrá quienes disfrutaron más o menos de ella, pero el hecho es que se abordaron varios puntos cruciales para conocer mejor al candidato presidencial. Como siempre, algunas de esas características son positivas y otras, definitivamente, obrarán en su contra.

Sin duda, la entrevista que le concedió Andrés Manuel López Obrador a Joaquín López Dóriga es de las más importantes que el candidato de la llamada Alianza por el bien de todos ha ofrecido desde el inicio de su campaña. Como en toda entrevista, habrá quienes disfrutaron más o menos de ella, pero el hecho es que se abordaron varios puntos cruciales para conocer mejor al candidato presidencial. Como siempre, algunas de esas características son positivas y otras, definitivamente, obrarán en su contra.

¿Qué es lo más positivo que dijo López Obrador? Dos cosas: primero, que aceptará los resultados electorales. Es la primera vez que le escucho al ex jefe de gobierno decir que aceptará esos resultados sin un condicionante posterior. Y eso puede ser una demostración de confianza en sus propias fuerzas pero también es un mensaje que se debe mantener, en él y en sus principales colaboradores, porque da confianza al propio electorado. El otro punto positivo es que aceptará debatir con sus oponentes. La pregunta es cuándo. Evidentemente, no podían ser los debates tan temprano en la campaña como proponía Felipe Calderón, en marzo, pero inevitablemente deben ser en mayo a más tardar, para que el electorado pueda procesar esos debates.

Un tercer punto que resulta de alguna manera positivo, aunque se le puede revertir en algunos aspectos, es el adelanto de algunos nombres con quienes gobernaría López Obrador: Juan Ramón de la Fuente, cuyo nombre para Gobernación se ha manejado desde hace semanas en los círculos perredistas resultó un nombre esperado. En el caso de José María Pérez Gay si bien es un hombre con experiencia diplomática y buenos resultados, pero mucho más reconocido por su trabajo en medios intelectuales, puede resultar una incógnita como un hipotético canciller, quizás más preocupado en hacer regresar nuestra política exterior hacia el pasado, rezagando algunos capítulos como el de los derechos humanos a favor de la tesis de no intervención. Probablemente la mayor duda estribaría en el tipo de relación que Pérez Gay podría implementar con Estados Unidos.

Finalmente Rogelio Ramírez de la O es un analista financiero y académico respetado dentro y fuera del país, pero jamás ha tenido responsabilidades importantes en el sector financiero. Y una cosa es la teoría y otra generar confianza en ese ámbito: recordemos, con toda la experiencia que había adquirido en las negociaciones del TLC, lo mal que le fue a Jaime Serra Puche (y con él al país) en su breve paso por la secretaría de Hacienda.

En este capítulo es donde mayores dudas generó López Obrador. En la mañana en su programa de televisión aseguró que no le pediría a Francisco Gil Díaz ni a ninguno de sus colaboradores que se quedaran en sus cargos porque la política económica ha sido un fracaso absoluto y lo repitió en la noche. Pero al mismo tiempo dijo que mantendría la política macroeconómica y la disciplina fiscal y presupuestal. Pues bien: esa política que dijo López Obrador que es un fracaso es la que dice que mantendrá. En muchos otros puntos del manejo económico de esta administración se pueden tener diferencias, pero el hecho es que la inflación es la más baja del último medio siglo y eso ha permitido mantener tasas de interés históricamente bajas. El mismo López Obrador y otros candidatos, han dicho que mantendrían el programa de viviendas implementado este sexenio pero olvidan que ese programa es posible porque la banca y las empresas financieras del sector pueden ofrecer tasas fijas muy bajas, del 9 por ciento anual, precisamente por el control de la inflación y por la política macroeconómica. López Obrador no puede comprometerse a mantener una cosa al mismo tiempo que la rechaza. Y ello se aplica, obviamente, también a la relación con el Banco de México, que el candidato perredista evidentemente subestima.

Resulta hasta irónico que los mismos que criticaron las respuestas de Madrazo sobre el tema de aborto o sociedades de convivencia o la eutanasia o la píldora del día siguiente, festinen ahora las respuestas de López Obrador sobre esos temas: dijo lo que ha dicho siempre, que no se compromete en ninguno de esos temas. Incluso repitió lo mismo que Madrazo: “lo que está en la ley”. Quizás faltó que, como se le preguntó a Madrazo, que a AMLO se le preguntara cuál es su opinión personal sobre esos temas. Dijo que se requiere de una amplia consulta, que lo verá con la gente, pero el hecho es que no avanzó en su gestión en el DF en ninguno de esos temas, pese a que estaban en el programa que lo llevó a ese cargo. En realidad, López Obrador se mostró evasivo y conservador en esos y otros capítulos.

Porque algo similar ocurrió con la pregunta de Joaquín respecto a la religión que profesa. Todas, o la enorme mayoría, de las religiones me parecen respetables, pero nadie entendió qué religión profesa el candidato perredista: dijo que era católico, luego explicó que cristiano, luego se comparó, en su mayor error, con Jesucristo, pero nunca respondió, ni siquiera con la fórmula que utilizaba Ernesto Zedillo diciendo claramente que era agnóstico. Tampoco respondió sobre el tema de los hijos: ¿dónde están, dónde estudian, porqué podemos tener seguridad de que no intervendrán en las decisiones políticas de su padre? Mucho peor fue su respuesta sobre Bejarano, Dolores Padierna o Ponce Meléndez: el ex jefe de gobierno insiste en no deslindarse de ellos. Es increíble que haga acusaciones durísimas y calificaciones tan estrictas sobre los hermanos Bribiesca, contra empresarios o funcionarios públicos y no se atreva a deslindarse de los corruptos de su propio entorno.           

Finalmente creo que faltó un capítulo clave para conocer la personalidad de un hombre que tiene altas probabilidades de gobernarnos: el tema no es si se parece o no a Hugo Chávez, si no porqué no ha viajado al exterior, porque no está interesado en lo que sucede en el mundo y cómo se va a relacionar con él. Escuchaba ayer a José María Pérez Gay hablar del interés de López Obrador en estos temas, en la literatura y la historia, pero nadie ha podido comprobarlo porque el candidato de la alianza PRD-PT-Convergencia no habla de ello, le escapa al tema y ello genera desconfianza.

Queda por último un punto. Ayer López Obrador dijo que prefería las entrevistas reales, abiertas, que su programa de televisión matutino hecho a modo. Qué bueno, porque su programa es francamente anodino. Pero ojalá que también López Obrador acepte participar en entrevistas, no fue el caso de la que realizó López Dóriga pero sí de muchas otras, en encuentros, con espacios y públicos que no sean sólo conformados por sus simpatizantes. Hasta ahora, salvo excepciones aisladas, no lo está haciendo.

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