Buenos jugadores…en fuera de lugar
Columna JFM

Buenos jugadores…en fuera de lugar

De las hipotéticas propuestas presentadas por López Obrador respecto a la gente que gobernaría con él si llegara a la presidencia, ya hemos hablado del rector De la Fuente. El rector tiene luces y sombras, aspectos positivos y otros negativos, sobre todo si se piensa en encargarle la política interior del país. Sin embargo, me siguen preocupando más, mucho más, las otras propuestas, por ejemplo de colocar a Rogelio Ramírez de la O como encargado de las finanzas públicas.

De las hipotéticas propuestas presentadas por López Obrador respecto a la gente que gobernaría con él si llegara a la presidencia, ya hemos hablado del rector De la Fuente. El rector tiene luces y sombras, aspectos positivos y otros negativos, sobre todo si se piensa en encargarle la política interior del país. Sin embargo, me siguen preocupando más, mucho más, las otras propuestas, por ejemplo de colocar a Rogelio Ramírez de la O como encargado de las finanzas públicas.

Un día después de la entrevista de AMLO, Rogelio (que como De la Fuente  y José María Pérez Gay, insisto en el punto, es un hombre respetado y respetable) dijo que el modelo de gestión económica que adoptaría sería algo así como la combinación de inversión pública y privada y puso el ejemplo de la restauración del centro histórico. No deja de ser significativo: si alguien piensa que la restauración de una docena de manzanas, en una obra financiada por Carlos Slim (con obvios beneficios, legítimos pero beneficios al fin, para ese empresario), se parece a la administración de las finanzas públicas de un país, está perdido. Esa es una salida fácil que no va ni remotamente al centro del problema: ¿inversión pública y privada en qué, cómo, con qué mecanismos, a partir de qué política fiscal, con qué reglas del juego?. Cabría preguntarse si ese tipo de obras, no están, de lleno, enmarcadas en aquello de la rectoría económica del estado, tan de moda en los años de Echeverría y López Portillo. Con un punto adicional que no es menor: la restauración del Centro Histórico, como la construcción de los segundos pisos, como casi todas las obras de López Obrador se realizaron con adjudicaciones directas del GDF entregadas a un grupo privilegiado de empresas, sin rendir cuentas públicas (y por eso la necedad de cerrar a como dé lugar cualquier espacio de transparencia en ese sentido). Y se hizo, además, aumentando la deuda pública del GDF. Por cierto esa deuda no ha crecido aún más porque logró ser reestructurada a través de una institución financiera: ¿sabe quién reestructuró apoyando al GDF, toda la deuda del gobierno capitalino, en el ámbito nacional e internacional, para que la carga no fuera tan excesiva para esa administración?: Banamex, el mismo banco al que un día sí y el otro también contra el cual López Obrador arremete. Cuando en un road show para presumir esa reestructuración con empresas financieras de Estados Unidos se le preguntó al tesorero del GDF porqué agradecía la colaboración de ese banco para lograr ese refinanciamiento de su deuda, mientras su jefe atacaba a quienes lo estaban apoyando en su labor de gobierno, la respuesta fue desconcertante pero cierta: dijo que él se encargaba de las finanzas del gobierno local y de hacer bien su tarea, que su jefe lo que hacía era política: ¿así funcionará la economía si llega López Obrador a la presidencia?

Ramírez de la O es un buen académico, un hombre que sabe de economía, respetado en el medio empresarial como analista, pero que tiene dos inconvenientes. Por una parte, jamás ha estado a cargo de las finanzas públicas de un municipio, un estado y mucho menos de instituciones en el ámbito federal. Fue un hombre, además, que se opuso férreamente al tratado de libre comercio de América del Norte aunque luego, como otros, fue matizando su posición. Y aunque luego del vuelo de Pajarito en la plaza de toros México, se dice que sí es lo mismo ver los toros desde la barrera que estando en el ruedo, la verdad es que resulta muy diferente. Sobre todo cuando el candidato López Obrador dice que respetará la política macroeconómica y la disciplina fiscal y presupuestaria y luego la descalifica. Y no es un problema de nombres: de Francisco Gil Díaz o Guillermo Ortiz. Al primero lo puede cambiar, al segundo lo tendrá que tolerar, salvo que quiera anular la autonomía constitucional del Banco de México, pero lo que no puede cambiar son esas políticas. Creo que López Obrador no entiende que los logros obtenidos en esos ámbitos, sobre todo la tasa de inflación más baja de casi medio siglo, no son hechos aislados sino parte de una estrategia seguida a lo largo de muchos años, que ha tenido errores en otros ámbitos, pero que ha permitido no sólo mostrar buenas cifras al mercado, sino como contribución directa a la población que bajen significativamente la tasas de interés, lo que permite que la gente ahorre y consuma mucho más desde automóviles hasta ropa o electrodoméstico con créditos estables, que se construyan viviendas vendidas a las tasas fijas más bajas en la historia del país. Permite también que hoy se tengan suficientes reservas como para pagar una parte significativa de la deuda externan sin deteriorar la posición económica del país.

Por supuesto que eso no es toda la política económica y que los aciertos en ese campo se ven enturbiados por otros datos tan significativos como el paupérrimo crecimiento alcanzado o la incapacidad de la secretaría de Hacienda para simplificar el régimen fiscal. Por supuesto que debe haber cambios importantes en las políticas económicas, sobre todo para el fomento del empleo y la generación de riqueza. Pero el camino no pasa, para ello por la coinversión estado-iniciativa privada, sino por la apertura económica, la inversión privada y la generación de una economía mucho más competitiva en todos los sentidos. El estado debe ayudar en ello: no en invertir donde no tiene sentido que lo haga. Y debe haber absoluta transparencia en esas inversiones y esos inversionistas. La norma de que la adjudicación directa es más eficiente y rápida que una licitación, como argumentan las autoridades del DF, es una salida oportunista: lo mismo podría haber dicho López Portillo respecto a la forma en que entregó obra pública en su época. Y es una forma tramposa de involucrar a la inversión privada porque al no abrir las licitaciones tampoco abren el mercado. Sinceramente no veo a Ramírez de la O para hacerse cargo de toda esa tarea. Lo podría ver cumpliendo una labor similar a la que cumple hoy Eduardo Sojo en Los Pinos, pero no en la secretaría de Hacienda. Lo preocupante es que no se ve, en este sector tan estratégico, a nadie en el equipo de López Obrador que tenga la capacidad y la experiencia para afrontar ese desafío.

En el caso de José María Pérez Gay, también me parece un notable escritor, con experiencia sí en la carrera diplomática, pero cuya especialidad es otra: es el mundo de la cultura, no el de la diplomacia. Recordamos a Pérez Gay por sus libros, sus investigaciones, por su paso por Canal 22 cuando fue designado director del mismo por Carlos Salinas y ratificado luego por Zedillo, no por su paso por la embajada de Portugal, cuando fue designado a esa posición por Vicente Fox. Sus primeras declaraciones tampoco permiten pensar que reformará seriamente el sector, más bien al contrario: regresará a la política exterior que tan buenos frutos rindió en los años 70 y 80, pero que parece, con los cambios en el mundo y con los desafíos que se le presentan a México, sobre todo de cara a su relación con Estados Unidos y Canadá, agotada. Pérez Gay sería un magnífico secretario de cultura, simplemente no lo veo encargado de la política exterior. Hay más y mucho mejores para ese ámbito.

De mal en peor

La esposa, el hijo y la nuera de un cónsul de México detenidos en Texas acusados por traficar marihuana. No es un caso extraordinario, alguna vez la esposa de un militar estadounidense  alto rango fue detenida en Colombia por traficar cocaína. Pero es un dato más que será explotado por sectores antiinmigrantes, como el encabezado por Tom Tancredo. Por cierto, los principales periódicos estadounidenses no dedicaron ni una línea a analizar el tema migratorio abordado por Bush en su discurso del estado de la nación. El tema podrá estar en la agenda de algunos legisladores que quieren conservar su cargo en noviembre, pero no en las prioridades de la Casa Blanca y los medios de referencia.

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