UNAM, más allá del rector De la Fuente
Columna JFM

UNAM, más allá del rector De la Fuente

Como un derivado de las opiniones que aquí expresamos respecto a la propuesta de López Obrador de colocar al rector Juan Ramón de la Fuente como encargado de la política interior del país en caso de que ganara la presidencia de la república, he recibido demasiados mensajes que van desde una crítica feroz a la Universidad Nacional hasta una completa descalificación de los juicios aquí vertidos, incluyendo una carta muy respetuosa, poco amistosa y con fuertes disensos sobre lo escrito, de uno de los hombres más importantes en las últimas décadas en la UNAM como lo es el doctor José Narro Robles.

Como un derivado de las opiniones que aquí expresamos respecto a la propuesta de López Obrador de colocar al rector Juan Ramón de la Fuente como encargado de la política interior del país en caso de que ganara la presidencia de la república, he recibido demasiados mensajes que van desde una crítica feroz a la Universidad Nacional hasta una completa descalificación de los juicios aquí vertidos, incluyendo una carta muy respetuosa, poco amistosa y con fuertes disensos sobre lo escrito, de uno de los hombres más importantes en las últimas décadas en la UNAM como lo es el doctor José Narro Robles. Creo que los extremos en este tema son perniciosos y tampoco la intención de aquella columna era colocar en el centro del debate a la Universidad Nacional.

Pero ya que el debate se ha presentado, quisiera centrarlo en algunos puntos. Primero, el rector Juan Ramón de la Fuente. Dije en esa oportunidad y lo reitero, que me parece un hombre respetado y respetable, que además ha realizado una buena labor como rector. Creo que no ha realizado todas las reformas que la UNAM requería y que están pendientes, muchas de ellas desde la época de aquel polémico diagnóstico del entonces rector Jorge Carpizo, pero que ha sabido avanzar con cautela, insisto, para mantener la “pacificación” de la universidad y relanzando, en muchos sentidos, sobre todo en la valoración de la gente, la Universidad y ese es un gran mérito. Como político, sigo pensando que tiene luces y sombras y que, por ejemplo, no podría explicar el salto de haber compartido el gabinete de Ernesto Zedillo a ser parte del gabinete de López Obrador. No dudo que sería un muy buen secretario de estado pero no, por lo menos no en principio, en Gobernación: ya hemos tenido la experiencia de políticos tan respetables como De la Fuente en ese cargo y sus resultados no han sido los mejores. Pienso en dos hombres como Esteban Moctezuma (que había hecho un muy buen trabajo en Educación y luego en Sedesol pero que fracasó en Gobernación) o Santiago Creel (un respetado consejero del IFE y diputado federal que tampoco rindió buenas cuentas en Gobernación). Para la secretaría de Gobernación se necesitan, sí, hombres que sepan negociar y conciliar pero que sean también, en el mejor sentido del término, políticos profesionales. López Obrador tendría varios a los que recurrir que le podrían dar mejores resultados: pienso en primerísimo lugar en Ricardo Monreal, o en el propio Alejandro Encinas o incluso en Jesús Ortega.

Un segundo punto es la UNAM. Una de las diferencias importantes de México respecto a otras naciones latinoamericanas, es la fortaleza de muchas de sus instituciones. La UNAM es una de esas instituciones. Nada más lejos de lo que quiero y espero como ciudadano para mi país, que el denigrar a la UNAM: pasé por ella, es una universidad que quiero entrañablemente y que creo que es, en muchos sentidos, ejemplar. Creo también que es una institución que debe ser fortalecida mucho más, porque en el destino de la UNAM se juega, en buena medida, el futuro de la educación pública y laica en México. Pero precisamente porque creo en ella, también sostengo que debe avanzar mucho más y convertirse en una universidad más moderna y más acorde con las exigencias de nuestro tiempo. Lo hace en algunos ámbitos, en otros definitivamente no.

Es verdad, cometí un error en aquella columna: en la última encuesta del periódico londinense The Times sobre universidades del mundo, la UNAM avanzó casi cien posiciones respecto al dato del año anterior que proporcioné y quedó en el lugar 95, por encima de otras prestigiadas universidades. Pero hay estudios más serios sobre el tema que el de The Times: en el Academic Ranking of World Universities, realizado por la Shangai Jiao Tong University, con una metodología distinta, donde se encuestó a dos mil universidades del mundo, los resultados fueron muy diferentes. ¿En que se basa el ranking de la Shangai University?, en datos más duros: número de premios Nóbel ganados en física, química, medicina y economía; números de investigadores altamente citados en 21 áreas de conocimiento; número de artículos publicados en las revistas Science y Nature; número de artículos en la base de datos del Ciencia Citation Index y el Social Ciencia Citation Index; desempeño académico per cápita de acuerdo a los datos señalados. A cada uno de esos capítulos los investigadores le otorgan un 20 por ciento  y la suma da el promedio final. No se ha realizado, hasta el día de hoy, un estudio sistematizado mayor que éste, para analizar las universidades del mundo. Allí la UNAM junto con la universidad de Sao Paulo, se encuentra en el cuarto decil, el estudio no especifica el lugar, entre el 150 y el 200. ¿Es una posición respetable?, sí y no. Sí si lo vemos como ubicada entre las 200 primeras universidades del mundo. No porque otros países no latinoamericanos pero nuestro mismo nivel de desarrollo tienen más y mejores opciones. ¿Cuál es una de las diferencias entre este estudio y el de The Times? en este caso que el capítulo de artes tiene mucho menos peso en el ranking de la Shangai University y en que la UNAM genera un porcentaje enorme de la investigación científica que se realiza en el país, pero no es suficiente para figurar en posiciones más elevadas.

El propio estudio aborda algunos puntos en los que la UNAM debería y podría mejorar. La Universidad Nacional tiene el mayor presupuesto de América Latina: mil 500 millones de dólares mientras que la de Chile, por ejemplo, recibe unos 200 millones de dólares. La comparación con la universidad que queda primera en todos los estudios, que es Harvard, es enorme: esa institución genera 18 mil millones de dólares al año. Hay una diferencia más importante aún: Harvard no recibe recursos públicos. Y en estos estudios se atiende también la capacidad de cada universidad de generar recursos propios. Y en eso la UNAM ha avanzado pero está muy lejos de lo que debería y podría hacer. Sigue siendo increíble que en la UNAM no haya que pagar así sea una mínima cuota para estudiar. No digo que todos los estudiantes deban hacerlo, pero sí todos los que pueden deberían hacerlo. Nadie debe ser privado, si tiene la capacidad para hacerlo, de acceder a un estudio universitario por falta de recursos, pero es intrínsecamente injusto que quienes pueden pagar no lo hagan y que con ello impidan que la Universidad cuente con más y mejores recursos.

El gigantismo de la UNAM tampoco ayuda demasiado. Una de las diferencias importantes del estudio de Shangai con el de The Times es que toma en cuenta el desempeño per capita, y en ese sentido, la universidad nacional pierde mucho. No le veo el menor sentido a que existan escuelas preparatorias o CCH dependientes en forma directa de la universidad nacional. Mucho menos sentido tiene que los alumnos provenientes de ellos tengan el pase automático a la universidad, cerrándole el paso a otros jóvenes que pueden tener capacidades mayores y saturando carreras que tampoco son las que tienen mayor demanda en el mercado laboral. Según la ANUIES, de cada 100 egresados de nuestras universidades ya son 45 los que no tendrán trabajo en la carrera que estudiaron.

Entiendo que, con éstos y muchos otros problemas, en varios ámbitos, sobre todo en las ciencias y la investigación, ninguna de nuestras otras universidades se acerca a la UNAM. Creo también que cuando se analizan distintas carreras por separado (salvo en el ámbito señalado) son varias otras las universidades públicas o privadas que compiten con la universidad nacional. Es bueno que sea así porque se deben ampliar las posibilidades y la propia competencia universitaria para mejorar la educación superior. Pero para fortalecer a la UNAM se la debe adelgazar, se deben abrir fuentes de financiamiento propio, se debe impulsar la competencia académica, dentro y fuera de esa casa de estudios, se deben establecer pautas más rigurosas de ingreso y se deben adaptar más carreras a las exigencias del mercado laboral. No lo decimos porque pensamos que hay que acabar con la UNAM, sino, al contrario, porque creemos que debe ser mucho más fuerte que en la actualidad.

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