La elección que definirá el futuro de los candidatos
Columna JFM

La elección que definirá el futuro de los candidatos

El próximo 12 de marzo no se decidirá la elección presidencial del 2 de julio, pero tendremos un indicativo clave para saber cómo afrontarán los diferentes candidatos la recta final hacia los comicios federales. El domingo 12, dentro de un mes, habrá elecciones municipales y legislativas en el estado de México, el estado con el mayor padrón electoral del país y el que mejor ejemplifica los distintos tipos de electores que coexisten en México. Siempre se ha dicho que las elecciones mexiquenses, las últimas antes de la elección federal, son una suerte de laboratorio político de lo que sucederá en aquellas. Y en esta ocasión, como en muy pocas otras oportunidades, ello se confirmará plenamente.

El próximo 12 de marzo no se decidirá la elección presidencial del 2 de julio, pero tendremos un indicativo clave para saber cómo afrontarán los diferentes candidatos la recta final hacia los comicios federales. El domingo 12, dentro de un mes, habrá elecciones municipales y legislativas en el estado de México, el estado con el mayor padrón electoral del país y el que mejor ejemplifica los distintos tipos de electores que coexisten en México. Siempre se ha dicho que las elecciones mexiquenses, las últimas antes de la elección federal, son una suerte de laboratorio político de lo que sucederá en aquellas. Y en esta ocasión, como en muy pocas otras oportunidades, ello se confirmará plenamente.

El resultado de las elecciones el año pasado y las previsiones para éste, confirmarían las fuertes diferencias que se perciben, sobre todo, en la percepción del PRI y del PAN entre los electores mexiquenses. Hace poco menos de un año, en julio, cuando fue elegido Enrique Peña Nieto con el 50 por ciento de los votos, ganando dos a uno los comicios a sus rivales del PRD y el PAN, el priismo vivió su momento más alto desde que había perdido las elecciones federales del 2000. La contundencia de la victoria (aunada a la recuperación del estado de Nayarit), hacían ver al PRI como un rival difícil de batir de cara al 2006. A eso se sumaba la percepción de que habría un acuerdo entre Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo, que el llamado TUCOM podría presentar un candidato fuerte para la contienda interna que quizás no ganara la candidatura presidencial pero que sí obligaría a una apertura importante en el priismo que lo beneficiaría electoralmente. Pero inmediatamente después de aquellos resultados (dicen que no hay nada más embriagador que el aroma del triunfo), el priismo comenzó un descenso que no ha concluido: Madrazo y Gordillo rompieron, el TUCOM sacó como candidato al mexiquense Arturo Montiel (cuando los candidatos que podían haber sido asumidos como renovadores eran Enrique Jackson, Enrique Martínez o Manuel Angel Nuñez Soto) y éste casi inmediatamente fue destruido por la información sobre los movimientos de dinero, suyos y de su familia, en un escándalo que no ha hecho más que crecer en forma casi cotidiana.

Peña Nieto no ha hecho una mala gestión de gobierno, ha tratado de cumplir con sus compromisos pero tampoco le ha alcanzado como para opacar el escándalo Montiel. Aparentemente, pocas cosas han vulnerado tanto al priismo, sobre todo en el estado de México que el caso del ex gobernador y la imposibilidad de éste y de las autoridades de ofrecer una explicación lógica, razonable, abierta, sobre sus recursos y propiedades. Es verdad que ha habido, en las denuncias, muchas especulaciones sobre su caso, pero también lo es que no ha habido respuestas sólidas a las mismas. Y el sospechosismo, diría Creel, ha crecido hasta convertirse en una certidumbre.

¿Cuánto ha afectado el caso Montiel al priismo en el estado de México?. Hay encuestas diferentes (tomando en cuenta, además, que en las elecciones municipales y para la legislatura local intervienen factores diferentes a los de una elección para gobernador o presidente) pero todas coinciden en que el PRI ha perdido alrededor de un diez por ciento de los votos desde julio a este mes de febrero. Y que la mayoría de esos electores no se han ido al PRD sino al PAN.

Ninguno de esos dos partidos de oposición tuvieron una buen desempeño en las elecciones para gobernador: en el PRD, el affaire de Yeidckol Polenvsky y sus diferentes identidades, le impidieron despegar en el estado y se comprobó que el efecto López Obrador en los municipios conurbados no funcionaba de la manera en la que esperaban los perredistas, a lo que se sumó la división interna en el partido. En el PAN las cosas fueron incluso peores: a la división interna se sumó una pésima campaña de Rubén Mendoza Ayala que fue de la mano con quien fueron sus principales impulsores, Santiago Creel y Alberto Cárdenas.

Sin embargo, el PAN ha logrado recuperar buena parte del porcentaje que está perdiendo el PRI y lo ha hecho con una renovación importante de sus operadores en la entidad. Como en otros estados, han regresado a trabajar los operadores electorales que fueron parte del equipo de Felipe Calderón cuando éste fue presidente del PAN y que continuaron en la primera etapa de Luis Felipe Bravo Mena, pero que después del 2000 prácticamente habían sido desplazados del panismo. Eso le ha permitido recuperar posiciones, sobre todo en el cinturón suburbano, lo que va de la mano, también, con el crecimiento en ese sector de población de la candidatura de Calderón.

El PRD debe apostar muy alto en la elección porque en un estado con más de nueve millones de electores, donde se elegirán 45 diputados de mayoría, 30 plurinominales y los presidentes de 125 ayuntamientos, no puede quedar en tercer lugar. Hace seis años, en la misma elección local, se vio con claridad cuál era la tendencia que comenzaba a presentarse: ganó el PRI pero casi empatado con el PAN, con un perredismo que quedó en un lejano tercer lugar. La continuidad de esas tendencias permitió presagiar con bastante certidumbre el resultado de julio del 2000. En esta ocasión, López Obrador, con un índice de aceptación muy superior al de su partido, sigue estando a la cabeza de las preferencias electorales federales, pero en términos de percepción no puede permitirse un tercer lugar en el estado de México, sobre todo si se produce una caída del priismo y un notorio repunte del PAN.

Por eso mismo, al igual que lo hacen Calderón y sobre todo Madrazo, López Obrador tendrá que entrar en el estado de México, donde concluirá su primera etapa de campaña con un mitin a fin de febrero en Toluca. También a partir de esta semana, se encargará de la operación de la campaña en el estado, Ricardo Monreal, sin duda de los mejores elementos que tiene López Obrador.

La pregunta que queda en el ambiente es qué pasaría si, pese al caso Montiel y el alud de denuncias que cayeron sobre el ex gobernador, el PRI no se derrumba. Algunos conocedores del priismo dicen que ese tipo de escándalos no mueve su voto, que los priistas siguen apoyando al tricolor por otras razones. Puede ser, pero también se debe recordar que Peña Nieto obtuvo muchos votos que no necesariamente eran priistas y que ahora deberán redefinir su posición. Si el PRI mantiene en términos generales su votación de julio pasado, habrá que asumir que, pese a todo, Madrazo sigue en la competencia. Si en su principal bastión electoral la caída es abrupta, marzo y abril serán muy difíciles para Madrazo.

  Por el contrario, si en ese contexto Calderón recibe los votos que podrían haber dejado al PRI sus expectativas a futuro crecen. En el caso de López Obrador, las cosas deberán funcionar de la misma forma y el desafío es el mismo pero más complejo: para sus expectativas un resultado regular en el estado de México no es suficiente, necesita un resultado que lo muestre competitivo. Por eso, de aquí al 12 de marzo veremos a todos los partidos y candidatos apostando casi todo a los comicios mexiquenses: esos resultados serán más importantes que cualquier encuesta.

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