¿Por qué le temen a López Obrador?
Columna JFM

¿Por qué le temen a López Obrador?

En Coahuila, Andrés Manuel López Obrador dijo que no concurría a las reuniones empresariales porque están ?empanizadas? y allí pretenden ?trampearlo? diciendo que no tiene propuesta para el sector. Un día después, en un acto multitudinario y con acarreo intenso, dijo en Monterrey, que no tenía nada contra los ?empresarios honestos?. Agregó en una entrevista que los empresarios deben estar ?tranquilos? y no hacer caso de los rumores que se han propagado en el sentido de que los afectaría con sus políticas de gobierno. En el mitin dijo que no estaba en contra de los empresarios sino en contra ?de los traficantes de influencias, de los saqueadores, de los corruptos?.

El viernes pasado, en Coahuila, Andrés Manuel López Obrador (aunque sus documentos de identidad, según el registro que realizó ante el IFE, dicen que se llama Manuel Andrés López Obrador, lo que llevaría del acrónimo AMLO al de MALO y vaya si hay diferencia mediática entre uno y otro) dijo que no concurría a las reuniones empresariales porque están “empanizadas” y allí pretenden “trampearlo” diciendo que no tiene propuesta para el sector. Un día después, en un acto multitudinario y con acarreo intenso de distintos lugares de la república, dijo en Monterrey, que no tenía nada contra los “empresarios honestos”. Agregó en entrevista con Multimedios que los empresarios deben estar “tranquilos” y no hacer caso de los rumores que se han propagado en el sentido de que los afectaría con sus políticas de gobierno. En el mitin dijo que no estaba en contra de los empresarios sino en contra “de los traficantes de influencias, de los saqueadores, de los corruptos”.

Pues bien, siguiendo la lógica de López Obrador, todos los empresarios reunidos en la Concamin (la mayoría del país), los financieros y las empresas que son parte de la Bolsa Mexicana de Valores, los directivos de Bancomer y Banamex y los otros a los que López Obrador no ha querido acompañar, están “empanizados”, buscan “entramparlo”, o son “traficantes de influencias”, “saqueadores” y “corruptos”. Pero no deben preocuparse, él no está “en contra” de los empresarios.

Incluso en la única reunión que ha aceptado participar (fuera del encuentro con la cámara americana de comercio), la del consejo de administración de Televisa, fue bastante poco respetuoso de sus anfitriones. Para comenzar, casi sin avisar, llegó un día antes a Valle de Bravo, donde se realizaría el encuentro. Quienes allí estuvieron dicen que buscaba con ello no enfrentarse a los empresarios que forman ese consejo y que está constituido por varios de los que más y más injustamente, ha criticado López Obrador en sus intervenciones públicas. Resultó que varios de ellos ya habían llegado y se improvisó una reunión en la que no le fue nada bien a López Obrador y en la cual se suscitó un fuerte intercambio de palabras con Roberto Hernández. El candidato dijo, finalmente, que discutirían en otra oportunidad con el banquero, pero lo que hizo, dos días después, fue reiterar sus acusaciones contra éste en Mérida. La impresión que dejó entre los empresarios y directivos de Televisa, dicen participantes del encuentro, es que, efectivamente, no hay propuesta para el sector empresarial y que deben tomarse medidas precautorias porque lo percibieron, nuevamente, como un candidato autoritario.

En la reunión de Bancomer se hizo una votación entre todos los delegados que participaron en ella y que habían escuchado a los otros cuatro candidatos y López Obrador obtuvo menos del uno por ciento de los votos (si no me equivoco obtuvo cuatro votos de los casi 900 participantes). Recordaba Cuauhtémoc Cárdenas días atrás que en la reunión nacional de la banca, en la campaña del 2000, él se presentó, como lo hizo en todos los foros empresariales, fue tratado con respeto, presentó su propuesta y obtuvo, en una votación similar a la de los consejeros de Bancomer, pero realizada entre los representantes de todos los bancos del país, un 12 por ciento de los votos. El hecho es que en ninguna de sus tres campañas electorales, Cárdenas fue “el candidato” de los empresarios, pero nunca existió, ni cuando ganó el Distrito Federal en el 97, temor en la iniciativa privada por las acciones que pudiera adoptar el candidato perredista.

Ahora no es así: existe un justificado temor entre los empresarios sobre las políticas de López Obrador porque al igual que Hugo Chávez, un símil que no le gusta a López Obrador, ha optado por colocarlos en su lista de enemigos “personales”, en muchos casos con nombre y apellido y rechaza el sencillo hecho de sentarse y explicarles cuáles serían sus propuestas económicas. Dice López Obrador que no va a sus foros porque se trata de empresarios que simpatizan con el panismo y que luego criticarán sus propuestas. La pregunta es casi obvia: ¿si gana las elecciones piensa gobernar sólo con quiénes compartan sus ideas y propuestas? Si no está dispuesto siquiera a presentar y discutir sus propuestas ahora que es candidato, ¿con quién discutirá y debatirá si algún día llega a presidente?¿sólo con los suyos, con los incondicionales, con nadie?

Esas son las señales de intolerancia que generan temor entre la iniciativa privada y en muchos otros sectores sociales respecto a López Obrador: no se trata de sus políticas, se compartan o no éstas, sino de su actitud intolerante: no habla con los empresarios porque no quiere que le critiquen sus propuestas; no quiere debatir con sus oponentes en la campaña electoral; antes no quiso debatir con su propio compañero de partido, Cuauhtémoc Cárdenas, sobre la propuesta electoral y mucho menos sobre la candidatura presidencial; durante sus cinco años al frente del gobierno del Distrito Federal, jamás se reunió con los dirigentes de los partidos de la oposición en la capital ni siquiera con sus representantes en la Asamblea Legislativa; cuando se crearon instancias que pudieran tener algún viso de autonomía del gobierno local, como el consejo de transparencia, impuso sus candidatos y cuando no pudo, como en el caso de la consejera María Elena Pérez Jaen, trató de impedirle su labor por todas las vías posibles. No ha aceptado, en los últimos años, una entrevista con un periodista o un medio que no sea de su confianza. Dice que respeta a los empresarios y les pide que inviertan pero en el gobierno capitalino concentró las obras en unas pocas empresas y las entregó no por licitación sino por adjudicación directa. Dice que le interesa una política equilibrada en el ámbito diplomático pero el hecho es que se trata de un hombre de 50 años que no ha tenido el interés de alguna vez salir del país y conocer personalmente lo que está sucediendo en el mundo.

Ese es el problema con López Obrador y eso es lo que suscita un justificado temor. No su programa de gobierno: si se respetan las leyes y las instituciones, existen una serie de mecanismos de equilibrios que impiden que cualquier gobernante que respete unas y otras, pueda hacer lo que quiera con el país. El temor es que con un talante autoritario e intolerante, donde la diferencia entre amigos y enemigos no acepta grises, donde no existe diálogo porque no interesa compartir ideas y propuestas sino imponer las propias, es muy sencillo dar los pasos que se necesitan para vulnerar esos equilibrios institucionales y democráticos. Más aún cuando a la lista de “traficantes de influencias, saqueadores y corruptos” se suelen sumar las descalificaciones a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Banco de México, el Congreso y muchos otras instituciones que no están bajo el control directo del ejecutivo federal.

Insistimos: López Obrador no genera temor por su política económica (que en última instancia no es diferente a la que ya vivimos con Echeverría y López Portillo) sino por la forma en que quiere imponer sus puntos de vista en la economía, la política, la justicia. Porque no acepta que existan puntos de vista diferentes a los suyos ni se digna siquiera debatir con quienes no piensan igual que él, mucho menos aceptar otras visiones de la realidad. En suma: porque se muestra como intolerante y autoritario. Ese es el problema. Ese es un temor que jamás se tuvo, por ejemplo, con Cuauhtémoc Cárdenas o con otros gobernantes de origen perredista, desde Amalia García hasta Lázaro Cárdenas. Ese es el temor que genera López Obrador.

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