Que las 65 muertes no sean inútiles
Columna JFM

Que las 65 muertes no sean inútiles

Como era desgraciadamente previsible, los 65 mineros atrapados en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila, fallecieron durante la explosión que se registró el domingo pasado en esa excavación de la empresa Minera México que encabeza Jorge Larrea.
Los responsables son muchos: desde días antes había denuncias de trabajadores sobrevivientes y las familias de las víctimas, sobre una peligrosa acumulación de gases en el socavón de la mina. Todo mundo ignoró las denuncias.

Como era desgraciadamente previsible, los 65 mineros atrapados en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila, fallecieron durante la explosión que se registró el domingo pasado en esa excavación de la empresa Minera México que encabeza Jorge Larrea. Paradójicamente, casi al mismo tiempo que se conocía de la explosión, de la suerte corrida por los mineros y de las infructuosas tareas de rescate, se informaba que la empresa de Larrea había obtenido utilidades por 540 millones de dólares en el 2005. Se podrá argumentar que es, sencillamente una mala coincidencia, una señal de mala suerte que hizo concordar las buena cifras de la empresa con el accidente.

Es verdad. Como también lo es que una explosión de esas características, tan brutal, dejaba un margen ínfimo para tener esperanzas. Alguien más podrá sostener, también con razón, que la minería sigue siendo una de las actividades laborales más peligrosas y no faltará quien recordará que días atrás, murieron 14 mineros en Estados Unidos y que se estima que en China mueren una docena de mineros, en accidentes similares a los de Coahuila, cada semana. Pero son verdades a medias. El hecho es que existieron durante años pésimas condiciones laborales en ésa y en prácticamente todas las minas de México que establecieron las condiciones para un accidente de estas características.

Los responsables son muchos: desde días antes había denuncias, dicen los trabajadores sobrevivientes y las familias de las víctimas, sobre una peligrosa acumulación de gases en el socavón de la mina. Todo mundo ignoró las denuncias. Las condiciones de trabajo en la mina son las mismas que las de fines del siglo XIX: los trabajadores ganaban unos 600 pesos semanales. Se podrá argumentar que en realidad su salario era un poco mayor, pero esa es parte de la explotación que hacen ésas y otras empresas de sus trabajadores, mismos que además laboran en condiciones de seguridad lamentables. La tragedia de los mineros en Coahuila, me recuerda lo sucedido con las costureras en la ciudad de México, cuando las muertes provocadas en los talleres de costura del centro de la ciudad pusieron al descubierto las condiciones infrahumanas en que las costureras trabajaban. Hubo marchas, movilizaciones, la dirigente de las costureras, Evangelina Corona, llegó al congreso. Se habló mucho y se hizo poco. En todo caso se modernizó la industria y se movieron a otros espacios los viejos talleres del centro de la ciudad. Hoy sabemos, por ejemplo, que Kamil Nacif hace trabajar por salarios de 600 o 700 pesos a los trabajadores de sus maquiladoras o que uno de sus socios hacía trabajar en una maquiladora en un cereso de Puebla a los presos por 250 pesos semanales.

Espero que no suceda lo mismo con los mineros y que la indignación que ha producido este accidente, permita una revisión a fondo de lo que sucede en el sector. Pero para eso se requieren encontrar las responsabilidades de lo ocurrido. Uno de ellos, sin duda es la empresa que ha actuado con negligencia y que incluso casi no se hizo presente en los primeros días de las tareas de rescate. Tratar de ocultar los hechos con algunos desplegados en los periódicos es subestimar a la gente, sobre todo a las familias de las víctimas. Incluso el viernes se había dicho que, de acuerdo al nivel salarial de los trabajadores la indemnización para cada familia sería de 750 mil pesos lo que provocó la indignación de los deudos.

Hay una gran responsabilidad del sindicato de mineros que encabeza Napoleón Gómez Urrutia. El sindicato no cumple con su tarea de proteger a los trabajadores desde hace años, quizás desde nunca. Si las empresas no garantizan la seguridad de sus trabajadores es tarea del sindicato exigir que las normas nacionales e internacionales se cumplan. No lo hace y seguimos con la historia de siempre, de sindicalistas y sindicatos ricos formados por trabajadores empobrecidos.

Existe una responsabilidad indudable del gobierno federal. Es parte de su tarea garantizar que las normas federales para la actividad se cumplan. Nadie puede decir que eso se esté cumpliendo. No parece haber controles estrictos ni mucho menos, en ocasiones no parece haber control a secas. No resulta, en este sentido, sorprendente que, por ejemplo, no existan brigadas especializadas en nuestro país para atender este tipo de siniestros y que ello no esté contemplado ni por el gobierno ni por las empresas. Es verdad que probablemente desde el domingo pasado ya no había nada que hacer para rescatar con vida a los trabajadores enterrados en la mina tras la explosión. Pero las tareas se realizaron a pico y pala, improvisando sobre la marcha, con una falta de coordinación, sobre todo en los dos cruciales primeros días, notable. Luego es verdad que hubo una cierta coordinación a través del gobierno federal y del secretario del trabajo, Francisco Javier Salazar, pero también que se mantuvieron y generaron expectativas sobre el rescate con vida de los trabajadores cuando ello era ya literalmente imposible.

Finalmente, mucho se ha insistido en estos días sobre la utilización política de este accidente. También es verdad que no sería admisible ese hecho. Ha habido errores graves, se han puesto de manifiesto carencias importantes, que van desde lo ético hasta el ignorar regulaciones sobre seguridad, ha habido algunas acciones de prevención acertadas como las adoptadas por el ejército mexicano y por el gobierno estatal, por lo menos en este caso mucho más cercano a las necesidades de la gente. Pero no será posible evitar que exista una cierta politización de un evento que, evidentemente, tiene tantos y tan destacados responsables. Lo que no se debe utilizar es el maniqueísmo: por ejemplo, muchos han demandado en estos días que el presidente de la república o los candidatos se hicieran presentes en Coahuila para respaldar los trabajos de rescate. ¿Qué se hubiera ganado con ello en las condiciones en las que se estaban realizando las tareas?} El presidente o los candidatos no hubieran ayudado en nada y hubieran molestado mucho. Pero ahora sí uno y otros pueden cumplir con sus tareas. El primero exigiendo una investigación profunda y rápida respecto a lo ocurrido y actualizando las regulaciones a las normas internacionales vigentes para el sector. Los segundos, dejando las declaraciones fáciles y presentando propuestas concretas, serias, para el futuro. Que uno y otros no permitan que la vida de estos 65 trabajadores se haya perdido en vano.

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