Migración y seguridad: el acuerdo Fox-Bush
Columna JFM

Migración y seguridad: el acuerdo Fox-Bush

Los escenarios pueden ser Chicago, Milwaukee o Los Angeles. Lo cierto es que nunca antes tantos cientos de miles, millones, de migrantes mexicanos se habían movilizado con tanta fuerza, en tal número, en los Estados Unidos. Las marchas, el sentido de las mismas, nos hace recordar las realizadas por las libertades civiles y contra la discriminación en los años 60 y sus consecuencias pueden ser similares.

Los escenarios pueden ser Chicago, Milwaukee o Los Angeles. Lo cierto es que nunca antes tantos cientos de miles, millones, de migrantes mexicanos se habían movilizado con tanta fuerza, en tal número, en los Estados Unidos. Las marchas, el sentido de las mismas, nos hace recordar las realizadas por las libertades civiles y contra la discriminación en los años 60 y sus consecuencias pueden ser similares.

No nos engañemos: las marchas han sido acicateadas por la discusión de la ley Sensenbrener en el senado de EU, pero son parte de un cambio de visión que parece estar dando frutos. Por una parte, la cancillería ha logrado una serie de acuerdos diplomáticos que han permitido formar un frente común con los gobiernos centroamericanos, con Colombia y Perú, con una serie de demandas similares, pero además, en el caso de México, expresando claramente, para la sociedad estadounidense, qué se pide y qué se compromete, a su vez, a hacer el gobierno, en una postura asumida por todos los partidos en el senado. Segundo, se ha colocado la presión donde debe estar: en los legisladores locales, logrando concretar una labor de lobby que, por primera vez desde la negociación del TLC, parece tener un sentido claro. Tercero, de la mano con ello, el boicot a algunas empresas que han impulsado la discriminación, como la cervecera Miller, han sido todo un éxito y ha obligado a éstas a retroceder. Cuarto, se han podido explotar las diferencias internas y contradicciones sobre el tema, en el propio partido republicano y en el gobierno estadounidense, dentro y fuera de la Casa Blanca. Quinto, se ha comprobado que, bien utilizados, con un sentido comunitario que vaya más allá de la burocrática tarea de expedir documentos, los consulados pueden tener una labor clave en este sentido. Eso y más, comienza a dar como resultado una de las pocas experiencias exitosas que hemos tenido en este ámbito, el migratorio, en muchos años.

Pero también nos lleva a confirmar algo que hemos dicho muchas veces: la estrategia implementada en el pasado, destinada a lograr que nuestros paisanos voten en nuestro país, no tenía sentido ni posibilidades, por varias razones: la primera y principal, porque a ellos no les interesa. Quieren mejorar su situación en EU, no votar en México. Si comparamos los pocos miles que se registraron para votar en el extranjero, con los cientos de miles de desfilaron en Chicago o Los Angeles, la diferencia no podría ser más evidente. Allí está el eslabón que puede y debe jalar la cadena de los acuerdos migratorios con EU: operar sobre su política interna. Cuanta mayor influencia tenga la comunidad mexicana en EU, será más poderosa y más respetada. Al contrario, apostar a ampliar su participación política de este lado de frontera es incrementar su marginalidad, confirmar que son “el otro”, aquí y allá. Paradójicamente ha sido el fracaso, pese a los enormes recursos invertidos, del voto de los mexicanos en el extranjero, lo que ha permitido comprender (¿será así o simplemente el orden natural de las cosas se impuso?) que la estrategia se podía y debía revertir.

El hecho es que resulta muy probable que lejos de cualquier “enchilada”, en los próximos días, la ley que se discute en el senado pueda terminar no sólo abandonando las pretensiones de crear un muro o de tratar a los migrantes como delincuentes peligrosos,  sino también siendo benéfica para millones de ellos.

Pero habrá que asumir que nada en la política internacional (y éste es un capítulo de ella, aunque esté tan íntimamente relacionado con la política interior de México y EU) es gratis y México tendrá que aplicarse en cumplir con una dinámica de seguridad bilateral mucho mayor: no hay otra alternativa, ni sería deseable que la hubiera. Ese será el tema que jueves y viernes analizarán Bush y Fox.

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