La toma de Nuevo Laredo: el contagio
Columna JFM

La toma de Nuevo Laredo: el contagio

Nuevo Laredo es una de las ciudades más importantes y debería ser de las más prósperas del país. Por sus puentes fronterizos pasa cerca del 80 por ciento del comercio terrestre con Estados Unidos. En Nuevo Laredo concluye la principal red caminera del país, está a un par de horas de Monterrey y de toda la zona industrial de Nuevo León. Pero Nuevo Laredo es también un lugar donde no sólo se ha asentado el narcotráfico, sino donde éste ha logrado, como en ninguna otra ciudad de importancia similar, controlar casi plenamente el territorio.

Nuevo Laredo es una de las ciudades más importantes y debería ser de las más prósperas del país. Por sus puentes fronterizos pasa cerca del 80 por ciento del comercio terrestre con Estados Unidos. Cada día, miles de trailers forman una larga fila de varios kilómetros para transportar todo tipo de mercancía. En Nuevo Laredo concluye la principal red caminera del país, la llamada autopista del TLC; está a un par de horas de Monterrey y de toda la zona industrial de Nuevo León con las que integra un foco neurálgico para el desarrollo del país. Pero Nuevo Laredo es también, en buena medida por esas mismas características, un lugar donde no sólo se ha asentado el narcotráfico, sino también donde éste ha logrado, como en ninguna otra ciudad de importancia similar, controlar casi plenamente el territorio.

En Nuevo Laredo, el poder local del narcotráfico es evidente: no es suficiente, ni lo serán en el futuro, operativos como el México Seguro ni el Fronteras Seguras. Cualquier intento de asumir el control de la ciudad a partir de operativos especiales fracasará, porque el crimen organizado tiene controladas autoridades, policías, sectores sociales completos, tiene infiltradas las zonas aduanales y algunos medios, buena parte de los transportistas y taxistas locales trabajan para ellos, y prácticamente no hay movimiento que puedan realizar las fuerzas de seguridad federales que no sea previamente detectada por esos grupos que, además, están mejor armados (y sin duda tienen mucha mejor información de inteligencia) que quienes deben perseguirlos. El dato es sencillo de refrendar: en ningún otro lugar del país han muerto a manos del narcotráfico mayor cantidad de agentes federales (de la AFI, de la PFP, ministerios públicos federales, agentes de inteligencia) que en Nuevo Laredo. Siguiendo una lógica que se pudiera aplicar a la vieja concepción de la guerra de guerrilla, Nuevo Laredo debería considerarse un territorio controlado por un enemigo que le permite al Estado ejercer el poder formal pero que detenta el poder real. Las fuerzas de seguridad federales no persiguen a los delincuentes: son emboscadas y perseguidas por éstos.

Los datos son, además, demasiado duros como para ignorarlos: el reciente asesinato de cuatro agentes de la PFP fue provocado por policías municipales que trabajaban para los narcotraficantes. Fueron asesinados porque descubrieron un centro de estos grupos: antes, un día antes, habían sido advertidos y tiroteados, escaparon y realizaron el operativo, aunque ya no pudieron hacer detención alguna. Horas después estaban muertos.

Las consecuencias de esa guerra desigual genera problemas graves en muchos ámbitos. Nuevo León y toda la zona urbana de Monterrey, que cuenta con una de las mejores y más profesionales policías del país, es sacudida regularmente por la aparición de personajes ajusticiados en sus calles, que, en realidad, son víctimas del combate entre cárteles de la frontera tamaulipeca, particularmente de Nuevo Laredo que, para complicar el proceso de investigación y también para tratar de intimidar a las autoridades, son arrojados del otro lado de los límites estatales. El clima de inseguridad ha afectado, también, a Laredo, Texas, donde hay por lo menos 30 personas desaparecidas presuntamente secuestradas del otro lado de la frontera.

En el encuentro Fox-Bush de Cancún, el gobierno federal asumió diversos compromisos en el ámbito de la seguridad. Buena parte de ellos giran en torno a dos puntos de la frontera: uno es el de Arizona y Sonora, que tendrá un componente de mucha mayor participación tecnológica y de vigilancia. Y el otro pasa por Nuevo Laredo. Allí se podría generar un capítulo inédito en las estrategias de lucha contra el narcotráfico. Pero de eso hablaremos mañana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil