¿Se dejará chantajear el IFE?
Columna JFM

¿Se dejará chantajear el IFE?

La estrategia de campaña de la alianza por el bien de todos es transparente y explícita: López Obrador no puede caer en las encuestas; no se puede demostrar que gasta más en spots televisivos que sus adversarios; no puede aceptar participar en condiciones de igualdad en un debate con otros candidatos; no se puede poner en duda ni siquiera la posibilidad de que pierda las elecciones del dos de julio. Y no se puede hacer nada de eso porque entonces el entramado de la campaña se cae.

La estrategia de campaña de la alianza por el bien de todos es transparente y explícita: López Obrador no puede caer en las encuestas; no se puede demostrar que gasta más en spots televisivos que sus adversarios; no puede aceptar participar en condiciones de igualdad en un debate con otros candidatos; no se puede poner en duda ni siquiera la posibilidad de que pierda las elecciones del dos de julio. Y no se puede hacer nada de eso porque entonces el entramado de la campaña se cae.

Las razones son sencillas de comprender: según todos los analistas serios, el voto duro, comprometido con el PRD, es pequeño: no pasa de los 4 millones de electores (ese fue el porcentaje que obtuvo en el 2003 y no ha mejorado sustancialmente en las elecciones estatales realizadas desde entonces hasta ahora) y está concentrado en unos pocos estados: en casi la mitad del país el perredismo es una lejana fuerza electoral y en muchos una cuarta fuerza. Entonces la elección de López Obrador, un aspirante indudablemente popular, debe apoyarse en el voto de los que no han definido su candidato. Pero ése es un electorado muy voluble. Lo que ha funcionado hasta ahora es asegurar, desde tiempo atrás, que los comicios son un mero trámite, que la elección ya está decidida, que López Obrador ya ganó. Lo mismo ha servido para inducir al electorado como para presionar a las instituciones y los diferentes sectores de poder. El mensaje para los primeros es que se suban al carro de la victoria; para los segundos también, con la diferencia de que se les advierte que si no lo hacen ahora, más tarde no tendrán espacio en él, llegando al absurdo límite de quejarse porque AMLO fue “maltratado” en un programa cómico de televisión (El privilegio de mandar) que durante meses lo trató con notable indulgencia mientras sus adversarios y otros personajes del mundo político eran duramente criticados. O sea que al candidato no se lo puede criticar, ni siquiera en un programa humorístico.

Por eso Andrés Manuel no puede aceptar que cae en las encuestas, que la elección está lejos de estar definida ni exponerse a debatir con sus iguales. Todo eso va en contra de su estrategia. El problema es que la realidad se ha impuesto y eso lo ha obligado, una vez más, ha romper su palabra y utilizar en forma intensiva la televisión abierta para anunciarse, incluso por encima de sus rivales. Pero la estrategia no es explicar que una campaña que está cayendo necesita un refuerzo mediático sino descubrir un nuevo complot y acusar al IFE de ser parte de él, tergiversando un sistema de mediciones que en el pasado se alabó, pero que cuyos resultados se confirman con simplemente ver televisión en distintas ciudades del país. Dice el equipo de López Obrador que no puede ser que emita más spots que sus adversarios porque ha gastado menos que éstos. Y paradójicamente se mete en un problema adicional: ¿ha gastado menos o ha tergiversado las cuentas entregadas al IFE? En todo caso, si ha asegurado una y otra vez que no pediría dinero a los empresarios, ¿cómo puede financiar una campaña que evidentemente está resultando mucho más costosa que las prerrogativas que su alianza recibe del IFE?

El hecho es que la presión contra el IFE, contra los empresarios, contra los medios, no sólo confirman el talante intolerante del candidato, sino que, además, son una preparación para el dos de julio. López Obrador ya le ha advertido, en privado y en ocasiones en público, a todos esos actores que si el dos de julio pierde la elección por un margen relativamente pequeño, no aceptará los resultados: esa es la verdadera advertencia, el chantaje, contra el IFE. Por eso, exige indulgencia en el tema de los debates, demanda que no se permitan los spots que lo critican, rechaza las mediciones de anuncios y gastos de campaña que hace el IFE. Muchos han intentado chantajear al IFE en el pasado. ¿Tendrán éxito en esta ocasión?

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