El árbitro se deja presionar
Columna JFM

El árbitro se deja presionar

Alguna vez José Woldenberg, cuando era presidente del IFE y estaba sometido a fuertes presiones, dentro y fuera del instituto, entre otros por el entonces candidato Vicente Fox, para que tomara decisiones políticas que ?ayudaran? al proceso político, dijo que ésa no era una atribución del instituto: que el IFE era simplemente el árbitro en un juego que lo que tiene que hacer es lograr que se respeten las reglas del mismo y dejar éste a los propios jugadores. No lo dijo pero me imagino que Pepe podría extender esa idea al peligro contrario: al de un árbitro intimidado por los jugadores que cada vez que le reclaman con dureza se apresura a modificar sus decisiones.

Alguna vez José Woldenberg, cuando era presidente del IFE y estaba sometido a fuertes presiones, dentro y fuera del instituto, entre otros por el entonces candidato Vicente Fox, para que tomara decisiones políticas que “ayudaran” al proceso político, dijo que ésa no era una atribución del instituto: que el IFE era simplemente el árbitro en un juego que lo que tiene que hacer es lograr que se respeten las reglas del mismo y dejar éste a los propios jugadores. No lo dijo pero me imagino que Pepe podría extender esa idea al peligro contrario: al de un árbitro intimidado por los jugadores que cada vez que le reclaman con dureza se apresura a modificar sus decisiones.

Por eso es difícil resignarse al hecho de que cada vez que los representantes de la Alianza por el bien de todos pegan cuatro gritos, por una u otra razón, en el IFE se echan para atrás. Pareciera que no terminan de asumir de que su firmeza y sentido común son claves para llevar a buen puerto el proceso electoral y están cayendo en aquella tentación que en su momento evitó Woldenberg: acomodar sus decisiones a las “necesidades” o “exigencias” del momento, en lugar de limitarse a la letra de la ley. Porque, además, cada vez que el IFE es intimidado por el perredismo colocándolo como parte de una conjura en su contra, los hechos desmienten a los quejosos: los únicos que no lo terminan de comprender son los funcionarios del instituto. Por ejemplo: el tema de los spots de radio y televisión. Se trata de datos duros y ellos muestran que López Obrador fue el que más utilizó la radio y la televisión pagada durante el mes pasado, mucho más que sus adversarios. Ahora sale la información de la cobertura del primer trimestre de campaña y se demuestra que, una vez más, López Obrador tuvo la mayor cobertura (por cierto, en la tercera emisión de Imagen Informativa, de 18 a 20 horas, el tiempo dedicado a los tres candidatos es levemente favorable a AMLO y más equilibrada que, entre otros, la proporcionada en los buenos espacios de nuestros amigos Joaquín López Dóriga, José Cárdenas, Carmen Aristegui, José Gutiérrez Vivó o Sergio Sarmiento). En otras palabras, AMLO denuncia un complot en el que el único beneficiario es él mismo.

Pero los gritos sirvieron para otra cosa: primero, para que el IFE aceptara que “no tenía atribuciones” para obligar a los candidatos a participar en los debates. Hoy, el consejo general del IFE tendrá que decidir sobre la queja presentada por el PRD respecto a los anuncios del PAN en los que se compara a López Obrador con Hugo Chávez o donde se muestra a René Bejarano llenándose de billetes. La decisión previa de la Junta General es desconcertante: propone prohibir los spots porque consideran que difaman al candidato perredista. En realidad lo harían si esos spots sostuvieran alguna mentira pero no es así: la declaración del “cállate chachalaca” fue pública y reiterada, las declaraciones de Hugo Chávez también. ¿Dónde está la difamación o el delito? Lo de Bejarano es peor: el ex secretario particular de López Obrador está en libertad por la notable indulgencia de su ex jefe, pero el que se haya quedado en forma ilegal con millones es pública y evidente. El propio Bejarano ha dado a entender que ese dinero fue a las campañas electorales del PRD y AMLO jamás ha querido explicar qué sucedió con esos millones. ¿En qué se vulnera la legitimidad del proceso electoral al mostrar un hecho objetivo y público de la realidad?¿dónde está el agravio?

Cuando en el 2000, Vicente Fox hablaba de víboras prietas y el resto de la zoología política que era de su gusto, no era diferente a las chachalacas que gusta de utilizar López Obrador. Entonces también se le pidió al IFE intervenir pero éste se ocupó de organizar los comicios y de que ellos fueran imposibles de impugnar, no de espulgar los dichos y anuncios de los contendientes. Eso es parte de la campaña: el elector decidirá si acepta o no esos estilos y propuestas.

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