Una historia de traición e incapacidad
Columna JFM

Una historia de traición e incapacidad

Un operativo policial mal realizado como consecuencia de filtraciones y de una división de tareas entre diversos cuerpos policiales que evidentemente no tuvo la coordinación suficiente, acabó en Lázaro Cárdenas con la muerte de dos trabajadores y un policía de la PFP, pero además, dejando abierta una puerta para la provocación que será difícil de cerrar de aquí al dos de julio.

Un operativo policial mal realizado como consecuencia de filtraciones y de una división de tareas entre diversos cuerpos policiales que evidentemente no tuvo la coordinación suficiente, acabó en Lázaro Cárdenas con la muerte de dos trabajadores y un policía de la PFP, pero además, dejando abierta una puerta para la provocación que será difícil de cerrar de aquí al dos de julio.

La filtración y la falta de control fueron evidentes porque los trabajadores de Sicartsa, lisa y llanamente, estaban esperando a las fuerzas de seguridad que iban a desalojarlos luego de que las autoridades laborales habían declarado ilegal su movimiento. Horas antes, el presidente Fox y el gobernador Lázaro Cárdenas Batel se habían reunido para establecer un acuerdo que permitiera la operación. Y el miércoles en la noche se decidió que en la madrugada se realizaría el operativo. Pero los trabajadores fueron informados de ello por funcionarios del gobierno estatal y estaban preparados para responder con una violencia que las fuerzas policiales no esperaban.

Si bien el gobierno federal ha pagado costos por esta operación fallida, el costo mayor, aunque se ha hablado poco al respecto, lo está pagando el gobernador Cárdenas Batel. A Lázaro lo traicionaron funcionarios de alto nivel de su gobierno en varios aspectos: primero, porque filtraron la información; segundo, porque pese a que se había establecido que los participantes en el operativo irían desarmados hubo un contingente de las fuerzas policiales estatales que llegaron armados al mismo y respondieron la agresión que sufrieron a disparos (los trabajadores también utilizaron armas: uno de los dirigentes muertos recibió un tiro en la nuca, proveniente de los “defensores” de la planta); tercero, porque los sindicalistas tuvieron tiempo incluso de avisar a la prensa local de lo que sucedería y nadie, en el gobierno, tuvo la información pertinente como para tomar las medidas del caso. Y cuarto, porque con este hecho, y luego de la muy fría recepción que había tenido López Obrador en su última gira a Michoacán, se intentará maniatar con este conflicto a Lázaro Cárdenas y por supuesto a Cuauhtémoc Cárdenas.

Hay diferentes consecuencias adicionales que se desprenden del caso: primero, como ya habíamos advertido en otra oportunidad, este conflicto en el sindicato minero será utilizado por grupos sindicales de la UNT de una forma similar a la que utilizó, hace seis años la huelga de la UNAM realizada por el CGH. La diferencia es que aquella toma universitaria se terminó con un operativo limpio y rápido, mientras que el fracaso de éste en lugar de disminuir sus efectos los amplifica. Ello a unos días del primero de mayo y permitiéndole a la UNT y algunas otras organizaciones sindicales, decir que el gobierno se ha manchado las manos de sangre, cuando en realidad, el fracaso del operativo es consecuencia directa de las fuerzas locales que traicionaron a Cárdenas Batel y de un grupo de sindicalistas que organizó, con toda precisión, la provocación en la que cayeron las fuerzas federales y locales.

Es notable también, la mala operación política que ha habido, desde un inicio, en toda esta historia. Napoleón Gómez Urrutia es un dirigente indefendible en muchos sentidos, pero la operación para decidir su permanencia o su salida, podría haber discurrido por cauces mucho más inteligentes. Dicen las autoridades laborales que ellos sólo se limitaron a “tomar nota” del reemplazo del dirigente. Puede ser que así haya sido, pero entonces se está confundiendo la administración con la política. Y eso le puede costar el puesto a Francisco Javier Salazar. Hoy casi todos están en problemas por la mala operación, por la traición y la ingenuidad política, todos menos un Gómez Urrutia que jamás tendría que haber llegado al liderazgo de la organización que heredó de su padre.

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