No es una lucha sindical, es por espacios de poder
Columna JFM

No es una lucha sindical, es por espacios de poder

El Congreso del Trabajo realizó su mitin y demostró su rechazo al regreso de Napoleón Gómez Urrutia al liderazgo del sindicato minero. Los llamados independientes en los sindicatos. Las dos posiciones son legítimas pero es imposible no preguntarse qué tiene que ver todo esto con lo que la gente y el país necesitan de los sindicatos, de la vida laboral, para ser más productivos y más prósperos.

El Congreso del Trabajo realizó su mitin y demostró su rechazo al regreso de Napoleón Gómez Urrutia al liderazgo del sindicato minero. Los llamados independientes (¿de qué?¿de quién?) realizaron sus marchas y reclamaron el regreso de Napo y que el gobierno no se inmiscuya en los sindicatos. Las dos posiciones son legítimas pero es imposible no preguntarse qué tiene que ver todo esto con lo que la gente y el país necesitan de los sindicatos, de la vida laboral, para ser más productivos y más prósperos.

El tema minero es una gran coartada para dirimir posiciones de poder entre los sindicatos. El conflicto comenzó en realidad desde tiempo atrás pero hizo eclosión con la reelección de Víctor Flores al frente del Congreso del Trabajo. Gómez Urrutia rechazó esa decisión porque quería el control del CT y el tema terminó en la secretaría del Trabajo. Esta reconoció al ferrocarrilero y allí estalló el enfrentamiento con el heredero del sindicato minero. Por razones aún no explicadas, la toma de nota del nuevo liderazgo de Elías Morales que se realizó unos días antes del ¿accidente? de Pasta de Conchos no fue hecho público por el sindicato ni por las autoridades. Después, el cambio en la dirigencia catalizó un conflicto que tiene poco y nada que ver con el respeto a la vida sindical y mucho con las alianzas políticas de los “liderazgos” de cara a las elecciones del dos de julio.

El tema minero podría solucionarse con relativa facilidad: hoy comienza una asamblea nacional del sindicato. Con un recuento y la elección de un nuevo comité ejecutivo se acabaría el problema. No ocurrirá así porque lo que está en juego es político. Es verdad que a los miembros de la UNT o de la CROC les importa que el gobierno no se involucre en la vida sindical: cuando los dirigentes supuestamente antireeleccionistas llevan 30 años en el poder, no les gusta la posibilidad de perderlo. Los del CT no pueden permitir el regreso de Gómez Urrutia porque sería una demostración de pérdida de poder, cuando la mayoría de los contratos colectivos son suyos. El gobierno federal, que operó muy mal, no tiene demasiado margen para la negociación porque se colocó, solo, en una situación de “perder-perder”.

Es lógico exigir que las autoridades no se involucren en la vida sindical, lo que es ilógico es que los sindicatos no acepten que la sociedad pueda fiscalizarlos. Existe un justo y legítimo rechazo de la mayoría de la gente hacia los sindicatos: hoy apenas el 12 por ciento de los trabajadores del país están sindicalizados y si existiera la libre asociación, el porcentaje sería sustancialmente menor. Pero los líderes, que como en épocas que parecían ya pasadas, están utilizando a los trabajadores como grupos de choque y movilización para dirimir sus luchas de poder, no se dignan rendir cuentas.

Hoy, los dirigentes, todos, los del CT y los llamados independientes, son los únicos que no tienen que rendir cuentas a nadie. Los partidos políticos y sus dirigentes están en buena medida supervisados por las autoridades. Los funcionarios públicos federales y la mayoría de los estatales y municipales, deben presentar su declaración patrimonial y éstas la pueden conocer las instituciones y la gente. Lo mismo se aplica a empresas, personas físicas, a casi todos, menos a los dirigentes sindicales. Pedirle a Napoleón que diga dónde quedaron más de 50 millones de dólares que supuestamente estaban destinados a los trabajadores “viola” la autonomía sindical. Preguntarle a Víctor Flores de dónde salen tantos recursos en el sindicato ferrocarrilero cuando casi no hay trabajadores del sector es imposible. Que los de la UNT nos digan qué hacen con los enormes recursos que reciben de las empresas de servicios que representan, muchas de ellas públicas, es atacar su “independencia”. Pero casi todos los líderes, de uno u otro color, se han enriquecido en forma incalificable.

Los sindicatos tienen futuro y son necesarios, pero éstos, los nuestros, son una rémora de un pasado que ya debería estar superado.

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