AMLO: peor para la realidad
Columna JFM

AMLO: peor para la realidad

Un hombre que miente concientemente o que no puede comprender, asimilar, los aspectos más elementales de la realidad, no puede, no merecer ser presidente de un país. Andrés Manuel López Obrador parece estar empeñado en demostrarnos que, por esa razón, no está a la altura de sus aspiraciones.

Un hombre que miente concientemente o que no puede comprender, asimilar, los aspectos más elementales de la realidad, no puede, no merecer ser presidente de un país. Andrés Manuel López Obrador parece estar empeñado en demostrarnos que, por esa razón, no está a la altura de sus aspiraciones.

Ayer, María de las Heras, una de las encuestadoras más serias de México, publicó su estudio de fines de abril en Milenio y encontró lo que ya habían hallado otros encuestadores, antes y después del debate: que López Obrador ya no es el favorito para ganar las elecciones del dos de julio próximo, que su caída es continúa y que ya está en un segundo lugar, incluso alejándose cada vez más de Felipe Calderón. López Obrador que ya había descalificado las encuestas anteriores, ahora hizo lo mismo con la de María de las Heras, aferrado al espejismo (o la mentira) de que él sigue diez puntos arriba, algo que ningún encuestador serio del país ha encontrado. Tan absurdo es el argumento de López Obrador que ni siquiera puede decir de dónde sale ese dato misterioso.

 En el mismo Milenio, durante todo abril, uno de sus colaboradores, ex director del propio grupo editorial y uno los principales dirigentes del equipo de López Obrador, Federico Arreola, había descalificado las encuestas de GEA-ISA, de Reforma, de Excélsior y de Mitofsky (para Televisa), diciendo que eran falsas y asegurando que las encuestas serias demostrarían que su candidato seguía arriba. Federico siempre ha dicho, lo reiteró hace un par de semanas con motivo de la presentación del nuevo libro de María, que ella es la mejor encuestadora de México y muy probablemente lo es. Arreola tendrá ahora que denunciar la corrupción de su propio periódico y de su encuestadora y amiga o reconocer que su jefe político está equivocado: López Obrador no matizó su juicio en absoluto, en su opinión se trata de una encuesta falsa, parte de la conspiración del gobierno y los sectores de poder en su contra. ¿Qué hará Federico, que hará Manuel Camacho que también estuvo aquella noche en la presentación de María de las Heras o los muchos dirigentes perredistas que saben que esa, como otras encuestas, son verídicas y confiables?

El problema no son ellos, es su candidato. López Obrador como decíamos el lunes, como ratificaba la portada de Proceso de ese mismo día, está convencido de tener la suma de la razón pública y, simplemente, hace ya mucho tiempo que no escucha a casi nadie y que se considera el único estratega de su equipo. Insiste en que confíen en él porque las cosas le saldrán bien, como le salieron con el desafuero. La diferencia enorme es que en el tema desafuero las cosas le salieron bien porque difícilmente puede encontrarse un momento en el cual este gobierno se haya equivocado tanto en tan poco tiempo.

El problema es que López Obrador se ha quedado sin estrategia: nunca ha tenido un discurso presidencial que pasara de los lugares comunes o de una suma de propuestas imposibles de realizar, incluso desde un punto de vista presupuestal. Pero, a ello, ahora se ha sumado la perdida de la brújula en la campaña: todo estaba pensado, concebido para que a estas alturas López Obrador tuviera tal ventaja que hiciera del dos de julio un paso burocrático.

No ha sido así. Si alguien con sentido común hubiera leído la tendencia de las encuestas, le hubiera podido decir lo que en este espacio sostuvimos desde enero: que si las cosas seguían igual, en abril esas tendencias se cruzarían. López Obrador no lo entendió porque no puede, lo decimos respetuosamente, entenderlo, porque su concepción de la política está imbuida por el misticismo (“estado de perfección religiosa que consiste en cierta unión inefable con Dios”, dice la Enciclopedia Británica) y no por la evaluación objetiva de la realidad. Por eso, si la realidad le muestra otra cosa, será peor para la realidad. Pero, si no se puede aceptar una encuesta, ¿cómo se podrá comprender un país, una sociedad, un mundo tan complejo como el nuestro?

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