Madrazo: el candidato sin rumbo
Columna JFM

Madrazo: el candidato sin rumbo

Era la madrugada del viernes 14 de abril. En unas horas comenzaría el Consejo Político Nacional del PRI para aprobar la lista de candidatos a diputados de ese partido. Las presiones eran enormes porque los compromisos adquiridos eran mayores que las posiciones a repartir. Madrazo cerca de la una, decidió que las cosas se quedaran como se había acordado hasta entonces. Diez días después, Madrazo, asesorado por ese círculo intimo, llegó sin suficiente preparación al debate.

Era la madrugada del viernes 14 de abril. En unas horas comenzaría el Consejo Político Nacional del PRI para aprobar la lista de candidatos a diputados de ese partido. En las oficinas de Mariano Palacios Alcocer habían estado negociando los últimos detalles, el propio presidente del partido, el candidato Roberto Madrazo, la secretaria general, Rosario Green y un pequeño puñado de dirigentes partidarios más. Las presiones eran enormes porque los compromisos adquiridos eran mayores que las posiciones a repartir. Madrazo, cerca de la una de la mañana, decidió que las cosas se quedaban como se había acordado hasta entonces y se fue a dormir. Los otros se quedaron o se retiraron a sus domicilios para cambiarse de ropa y continuar. Horas después, antes de comenzar la sesión del CPN, la situación seguía igual de tensa: a la oficina de Palacios se había “metido”, literalmente, el gobernador de Colima, Silverio Cavazos, que exigía el cambio de una posición. Palacios negociaba con otro gobernador por teléfono y Green revisaba la documentación que se presentaría en el CPN: la ex canciller estalló cuando revisó los papeles: “esto es un desastre, dijo, estas listas son las primeras que se hicieron, no las de ayer, hay que cambiarlas”. No, le dijeron sus ayudantes, éstas son las listas actualizadas. No, insistió Green, “éstas son las antiguas, miren, aparece José Murat y ayer el candidato aseguró que no estaría en las listas”. Palacios interrumpió su negociación telefónica y también a su secretaria general: “no Rosario, están bien, Roberto me llamó ayer, después de irse, para decirme que Murat sí entraba en las listas”. No quedaba mucho más que hacer, pero era la demostración del profundo desorden que priva en el priismo, de la manera en que el candidato y su círculo más cercano están tomando las decisiones y de los costos que ello le está generando a su partido.

Diez días después, Madrazo, asesorado sólo por ese círculo íntimo, llegó sin la suficiente preparación al debate. Fue su peor jornada política en muchos años: no sólo perdió el debate sino que, además, perdió las formas y prácticamente se despidió de la posibilidad de ganar la presidencia. Un día después se reunieron en el hotel Four Seasons un grupo de ex gobernadores a los que se sumaron, más tarde, algunos otros dirigentes y gobernadores en activo: la idea era ver cómo se podía rescatar la candidatura de Madrazo, pero el debate derivó, insólitamente, en la posibilidad de cambiar de candidato. Tuvo que llegar Palacios Alcocer para tratar de calmar la situación y tuvieron que intervenir algunos de los principales aportadores a la campaña para explicar que ya no habría recursos para lanzar otra candidatura.
Sin lugar a dudas, Madrazo, después del debate, tenía que revisar su estrategia de campaña. Lamentablemente, tomó el camino equivocado: en lugar de irse por las propuestas y fortalecer su estructura (que es lo único que puede ya no ganar pero por lo menos salvar la elección para el PRI), decidió adoptar la misma estrategia de López Obrador: decir que estamos ante una elección de Estado, amenazando con desconocer sus resultados. Es paradójico, porque esa es la estrategia que todos los especialistas están señalando como la responsable de la caída electoral que sufre el perredista. Y su paisano, en lugar de tomar otro rumbo, decidió recorrer el mismo.

Pero no lo entienden así. En la reunión de Consejo Político donde se aprobaron las candidaturas, la dirigencia hizo números alegres: para ellos, el PRI tiene una base de 11 millones de votos duros y el partido Verde les sumará nada más y nada menos que entre siete y ocho millones de votos, con lo cual, dice la gente de Madrazo, ganarán la elección presidencial. Todo puede ocurrir pero lo cierto es que quizás los 11 millones de votos duros del PRI pudieran ser verdad, pero los siete u ocho millones de votos verdes están sólo en la imaginación de sus dirigentes.

Por eso son muchos los priistas que consideran que la alternativa de su partido está en concentrarse en los estados y el congreso, utilizando la candidatura presidencial como una suerte de plataforma para hacerse fuerte en esos ámbitos en los cuales son los únicos en los cuales el PRI aparece como realmente competitivo. En las encuestas presidenciales, Madrazo está apareciendo entre ocho y diez puntos abajo del puntero, Felipe Calderón, mientras que en los estados y en las elecciones legislativas sus perspectivas podrían ser mejores. El peligro es que si la campaña continúa en la lógica actual, el deterioro de la candidatura de Madrazo puede tener un efecto de cascada en la votación de los estados e incluso poner en peligro esas opciones. En varias encuestas recientes el PRI ya está tercero en el ámbito legislativo (muy lejos de las aspiraciones de ser primeros en el senado y por lo menos segundos en los diputados) y eso sería, lisa y llanamente, un desastre para la mayoría de sus gobernadores.

En los últimos días, Madrazo realizó algunos movimientos tratando de enviar señales para algunos de los políticos que habían roto o se habían distanciado en forma notable de él: colocó en su equipo de campaña a Francisco Rojas Gutiérrez, un político serio, muy cercano a Carlos Salinas (con el que las relaciones de Madrazo se han deteriorado al máximo), y a Manlio Fabio Beltrones, que había permanecido alejado del entorno de Madrazo, por fuertes diferencias con algunos de sus cercanos, como José Murat, para que coordine la campaña de senadores, lo que implícitamente lo coloca como un virtual líder de la bancada para la próxima legislatura. Quién sabe si con un par de movimientos será suficiente. Todo indica que no. Lo cierto es que mientras el discurso de la campaña gire en torno a la denuncia de “la elección de Estado” y la amenaza del desconocimiento de los resultados electorales, el suicidio en cámara lenta de Madrazo continuará y con él terminará arrastrando a su partido.

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