Una izquierda disfrazada
Columna JFM

Una izquierda disfrazada

En realidad, salvo y en algunos aspectos de la corriente que encabeza Patricia Mercado, no tenemos una izquierda ni remotamente moderna en nuestro país. Se pueden compartir o no las formas del debate que impulsó el presidente Fox en Viena sobre el tema del populismo, pero el hecho es que tiene razón: nuestra denominada izquierda, no es hoy más que una mezcla de populismo y nacionalismo ?revisitado?. Y en nuestro caso, de ello no se escapa López Obrador, pero tampoco Marcos.

En realidad, salvo y en algunos aspectos de la corriente que encabeza Patricia Mercado, no tenemos una izquierda ni remotamente moderna en nuestro país. Se pueden compartir o no las formas del debate que impulsó el presidente Fox en Viena sobre el tema del populismo, pero el hecho es que tiene razón: nuestra denominada izquierda, salvo casos excepcionales como el de la socialdemocracia chilena, no es hoy más que una mezcla de populismo y nacionalismo “revisitado”. Y en nuestro caso, de ello no se escapa, por supuesto, López Obrador, pero tampoco Marcos.

Respecto a Marcos (¿no es hora de llamarlo ya por su nombre, Rafael Sebastián Guillén y olvidarnos del “nombre de guerra” de este personaje que abandonó aquella ambición guerrillera hace ya casi tres lustros?) su situación actual no se puede describir mejor de lo que lo hizo René Delgado en Reforma el sábado pasado: “un guerrillero sin fusil, dice René, es un hombre disfrazado. Un guerrillero sentado en un estudio de televisión, saboreando su pipa y señalando que en las charreteras lleva un pasamontañas de repuesto, mientras ofrece una entrevista, no es un guerrillero, es un hombre disfrazado. Marcos cayó en su trampa. Es hora de decir adiós a las armas o es hora de saludarlas”. Eso es hoy el llamado subcomandante: un hombre disfrazado de guerrillero, que el mismo día que critica a los medios electrónicos por haber, según él, reemplazado a los poderes políticos, llega gustoso a un estudio de televisión de la principal empresa mediática del país para hablar de cosas tan trascendentes como que tiene, según su propia opinión, “las mejores piernas” del sureste del país o sobre su estado civil. Brozo, disfrazado de payaso, es mucho más serio y creíble que Marcos disfrazado de guerrillero.

Las repercusiones de este Marcos anodino, banal, sin discurso, del guerrillero que se rebela contra el poder y pide, simultáneamente el derrocamiento del gobierno y el respeto al Estado de derecho, que oscila entre el guerrillerismo de café y el discurso de una ONG por encargo, se reflejan en su poder de convocatoria. Atenco fue una provocación armada desde semanas atrás, para permitir que Marcos suspendiera su fracasada otra campaña y pudiera relanzarse mediáticamente desde el DF, para que pudiera colocarse en un panorama político que hoy lo ignora. En los hechos fracasó en dos ámbitos: por una parte porque la respuesta, dura, de las autoridades recibió un amplio apoyo popular: la gente, incluso acepta tolerar los excesos cometidos, aunque tampoco de la magnitud que se quieren denunciar, harta de estar literalmente secuestrada por grupos políticos que no le han generado respuesta o resultado favorable alguno. Segundo, porque el zapatismo exhibió una debilidad conmovedora. Incluso con el apoyo de los Francisco Villa, apenas si pudo juntar unas tres mil personas y eso en el DF, en el resto del país, incluido Chiapas, ha pasado completamente desapercibido.       Esa debería ser una buena noticia para la izquierda democrática del país. No lo es porque el PRD se ha alejado tanto de esa concepción que hoy resulta tan irreconocible como parte de esa corriente política como Marcos en su disfraz de guerrillero. ¿Dónde está la izquierda en el actual PRD y en la candidatura de López Obrador? En el equipo de campaña no hay hombres o mujeres de izquierda: algunos serán más respetables que otros pero ninguno representa esa corriente o siquiera proviene de ella, quizás con la excepción de Jesús Ortega. En el propio partido, comenzando por su presidente, Leonel Cota Montaño, la izquierda está cada vez menos representada. El candidato López Obrador podrá generar expectativas de otro tipo, pero lo suyo nunca ha sido una visión realmente de izquierda de la sociedad: confundir ello con un discurso de una política supuestamente a favor de los pobres, es simplificar las cosas para llevarlas hasta el límite del ridículo. Hacerlo desde una visión paternalista y estatista es más grave aún. En realidad, esa visión, como la que exhibe Marcos, terminan siendo profundamente conservadores: se pueden entender como expectativas de poder, legítimas o no, pero jamás como parte de un cultura política de izquierda.

En los hechos, el único embrión de una izquierda moderna la tenemos en Alternativa, aunque no está ajena a algunas posiciones también incomprensibles. Por ejemplo, de cara a los sucesos de Atenco, Patricia Mercado ha declarado que le “debemos creer” a las mujeres que han denunciado violaciones en el operativo de desalojo por su género, o sea por que son mujeres. Y se equivoca: por su género no debemos creerle a nadie: se violaron derechos o no, sea de hombres o mujeres, de manifestantes o policías. El hecho es que ninguna de las mujeres que ha denunciado una violación, sean mexicanas o las jóvenes extranjeras que fueron expulsadas del país, han presentado prueba alguna de sus dichos, e incluso no se ha presentado siquiera alguna denuncia penal al respecto. No niego que esos u otros abusos pudieran haberse cometido, pero en estos temas lo único que puede ser tomado en cuenta son las pruebas, no los testimonios, interesados o no, de los supuestos afectados, entre otras razones porque sabemos que en esos sectores, desgraciadamente, también se ha generado toda una estrategia, una forma de operar mediática, altamente ideologizada.

¿Hay una izquierda democrática en México? Por supuesto que sí: vive en el PRD, en Alternativa, en el PRI, incluso en algunos sectores ligados al panismo. El problema es que hoy, ninguna de las principales fuerzas políticas asume como tal su discurso, sus principios y objetivos. Paradójicamente, mientras nuestra izquierda democrática se hunde en el conservadurismo populista o nacionalista, mientras las nuevas expresiones de ella no terminan de madurar, es en las posiciones liberales, en el mejor sentido de la palabra, donde podemos encontrar, por lo menos, algunas expectativas de progreso.

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