¡Y con ustedes: el candidato del PRIRD!
Columna JFM

¡Y con ustedes: el candidato del PRIRD!

Exactamente 20 años le tomó pero finalmente lo logró: Andrés Manuel López Obrador será el candidato del PRI, pero ya no para la presidencia municipal de Macuspana, como lo deseaba entonces sino ahora para la presidencia de la república. Lo logra, además, porque su rival de toda la vida, Roberto Madrazo, dobla las manos y, ante la posibilidad cierta de la derrota, decide que el barco de lo que resta del priismo se debe hundir con él. Ahora sabemos que desde hace tres meses, en el seno del equipo de campaña de Madrazo estaban analizando y negociando una alianza con López Obrador con la excusa, dicen en el equipo de Madrazo, de denunciar una elección de estado.

Exactamente 20 años le tomó pero finalmente lo logró: Andrés Manuel López Obrador será el candidato del PRI, pero ya no para la presidencia municipal de Macuspana, como lo deseaba entonces sino ahora para la presidencia de la república. Lo logra, además, porque su rival de toda la vida, Roberto Madrazo, dobla las manos y, ante la posibilidad cierta de la derrota, decide que el barco de lo que resta del priismo se debe hundir con él. El pasado no importa: ni aquellas denuncias contra la corrupción del tricolor, ni las elecciones de estado en Tabasco, ni la toma de los pozos petroleros, ni las acusaciones de los asesinatos de priistas en el estado, ni las marchas a México financiadas por el entonces jefe de gobierno capitalino Manuel Camacho, ni las cajas en el Zócalo con los gastos de campaña de su adversario, tampoco la votación en torno al desafuero o las acusaciones de que existía un PRIAN. Nada de eso es importante, hoy López Obrador va del brazo y por la calle con quien fuera su enemigo histórico: Roberto Madrazo. Las guerras fraticidas siempre son las peores, pero también los pleitos de familia, por más violentos que hayan sido, siempre pueden encontrar una reconciliación. Hoy López Obrador parece convertirse en el candidato del PRIRD, o quizás, viendo la conformación de su equipo de campaña y estas novísimas alianzas, del viejo PRI a secas, porque el PRD ha quedado en el olvido. Aquella frustración de Macuspana ha sido recompensada con creces.

Cuando se dio el debate del 25 de abril pasado, dijimos que habíamos visto a un Roberto Madrazo desconocido, titubeante. Aparentemente, ese desequilibrio, fomentado por sus más cercanos colaboradores, la mayoría del ala más dura y oscura del priismo, ha decidido suicidar la campaña para salvar su destino personal. Ahora sabemos que desde hace tres meses, en el seno del equipo de campaña de Madrazo estaban analizando y negociando una alianza con López Obrador con la excusa, dicen en el equipo de Madrazo, de denunciar una elección de estado, con la ambición real de, ante la debacle, tratar de sumarse al enemigo histórico con tal de salvar algo. Por eso, ahora es comprensible, la cerrazón, la negativa a incorporar a representantes de otros sectores, fuera del madracismo duro, a las listas de candidatos, por eso el rechazo a siquiera hablar con militantes de las corrientes renovadoras, liberales, del priismo. El paquete, diría Francisco Franco, debería quedar atado y bien atado para el paso posterior: apostar por López Obrador y formar con él un grupo parlamentario común para después del dos de julio. Lo que en su novela La victoria, Jaime Sánchez Sussarrey preveía para el 2009, se adelantó tres años.

Pero la apuesta de Madrazo, de tan desesperada, puede resultar contraproducente, tanto para él como para López Obrador, que la ha aceptado sin abrir la boca, aunque el PRD no sepa ahora hacia dónde mirar. El problema es que Madrazo carga con buena parte del desprestigio pero con cada vez menos de su poder real. El peso decreciente de Madrazo se ha puesto de manifiesto en las dos últimas reuniones con los gobernadores priistas: en la anterior acudieron siete de 17, en la de Ixtapan de la Sal de la semana pasada, sólo cinco y la mayoría para reclamarle por su desastrosa campaña. Los gobernadores no están con Madrazo e incluso los que están con él se verán en serios problemas con la nueva estrategia porque son todos de estados donde su fuerza se ha cimentado, a lo largo de los años, en la confrotnación con el perredismo lopezobradorista: los gobernadores del norte, el centro y el occidente del país no quieren saber nada con Madrazo y lo que desean es ganar sus propias elecciones y apostar por la gobernabilidad y su futuro, están más cerca de Calderón que de López Obrador. Los que apoyan a Madrazo, en el sur y el sureste del país, no sé cómo harán ahora para explicarles a sus militantes que en realidad López Obrador es un buen tipo, un aliado al que hay que respetar y con el que hay que caminar juntos: no me imagino a Ulises Ruiz abrazando a Gabino Cué, a Andrade aliado con César Ojeda, a Félix González haciendo planes con el Chacho Zalvidea o a Carlos Hurtado acordando con Layda Sansores. Porque la apuesta es tan desesperada que ni siquiera ha incluido a esos integrantes del madracismo: sale directamente del equipo de campaña y de personajes como José Murat que vienen trabajando en ella de tiempo atrás. Lo que están buscando no es salvar su partido sino su cuello y en esa lógica todo se vale, sobre todo si, como consideran, pasado el 2006 pueden seguir con un registro y unas prerrogativas que les garantizarán varios cientos de millones de pesos al año.

Pero, paradójicamente, esa misma estrategia los dejará peor parados aún: con cada vez menos aliados internos y a disposición de un candidato, López Obrador, que los utilizará porque desde que perdió las preferencias electorales los necesita, pero que en realidad los desprecia. Al mismo tiempo, desde el panismo (pero también desde Alternativa) se podrá imponer la idea de que, efectivamente, el PRI y el PRD son lo mismo, que se trató, simplemente de una pelea de familia por una sucesión que está en vías de solucionarse. Madrazo, mientras tanto, se diluye y se queda, siguiendo un símil que él mismo presentó en el debate, como el equivalente a un Roberto Campa, pero defendiendo el espacio político de López Obrador. Y ello los puede hacer perder las elección a los dos: ¿qué mejor publicidad quiere Calderón que la alianza Madrazo-López Obrador?

Pero la estrategia resulta insostenible: no tiene sustento ni legitimidad. Madrazo, lo único que logrará será, en el mejor de los casos, salvar el futuro político de alguno de los suyos, desesperados porque se les va el último tren, pero se quedará cada vez más solo. López Obrador podrá ganar votos, pero perderá legitimidad. Claro, juntos pueden desestabilizar al país y provocar, después del dos de julio, una crisis. Esa es la otra apuesta.

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