Segunda vuelta con un árbitro confundido
Columna JFM

Segunda vuelta con un árbitro confundido

El intento es muy obvio pero no por eso resulta menos peligroso: lo que buscan el PRD y el PRI es reventar, deslegitimar las elecciones. No es una ocurrencia de última hora. Hace tres meses, se reconoció en el equipo de Madrazo, iniciaron los contactos con el equipo de López Obrador, con ese objetivo. El propio López Obrador en un par de reuniones privadas con personajes ubicados en el centro del poder político, les advirtió que si perdía las elecciones por un margen relativamente pequeño, no aceptaría los resultados y buscaría anular los comicios e ir a una suerte de segunda vuelta.

El intento es muy obvio pero no por eso resulta menos peligroso: lo que buscan el PRD y el PRI es reventar, deslegitimar las elecciones. No es una ocurrencia de última hora. Hace tres meses, se reconoció en el equipo de Madrazo, iniciaron los contactos con el equipo de López Obrador, con ese objetivo. El propio López Obrador, en febrero pasado, en una par de reuniones privadas con personajes ubicados en el centro del poder político, les advirtió claramente que si perdía las elecciones por un margen relativamente pequeño, no aceptaría los resultados y buscaría anular los comicios e ir hacia una suerte de segunda vuelta.

La estrategia no es nueva. Casi todos los partidos, aunque existan diferencias abismales en los resultados, han tomado la costumbre de pedir la anulación de las elecciones estatales. En algunos casos han tenido éxito, como en Tabasco y Colima. No es nuevo tampoco para López Obrador: la estrategia fue la misma desde las elecciones del 88 en Tabasco hasta ahora y le fue muy fructífera en la época en que presidió al PRD: si su partido ganaba era porque se respetaba la legalidad, cuando perdía inevitablemente los comicios eran recusados. No es casual que su principal negociador para estos temas sea Manuel Camacho: no sólo el ex regente de la ciudad utilizó el mismo mecanismo para tratar de revertir la candidatura de Luis Donaldo Colosio, cuando en 93-94 buscó la presidencial del PRI, sino que además fue el ideólogo de las llamadas concertacesiones de aquella época: no importaba quién hubiera ganado en sentido estricto una elección, finalmente el poder era entregado o no de acuerdo a las conveniencias políticas del momento. La idea, en ambos casos, es la misma: deslegitimar el proceso para anularlo y tener así una nueva oportunidad. Los destinos de la democracia se deben decidir entre pocas manos.

Ahora el priismo ha adoptado la misma posición porque su candidato presidencial ya no tiene posibilidades y no quieren asumir, ni él ni su equipo, el costo del fracaso. Tuvieron la suma del control partidario, decidieron expulsiones, separaciones de facto, confeccionaron a placer las listas y diseñaron sin consulta su campaña. Pero hoy, para el candidato presidencial, las expectativas de voto son las más bajas del PRI en toda su historia. El que el miércoles se haya tenido que publicar un desplegado, supuestamente firmado por todos los gobernadores del PRI, para ratificar que éstos siempre sí apoyan a Madrazo, intentó ser una muestra de unidad pero se convirtió en una demostración de notable debilidad, sobre todo porque en las dos últimas reuniones de los gobernadores priistas con Madrazo, de 17 acudieron sólo siete, y la semana pasada en Ixtapan de la Sal le fue peor, apenas cinco llegaron. ¿Entonces por qué el desplegado? Porque incluso entre los mayores enemigos internos de Madrazo en el PRI se quiere despejar el camino para que el equipo del tabasqueño no pueda responsabilizar a nadie de su derrota. Los temas en el PRI son dos: primero, para los gobernadores, cómo salvar las elecciones en sus estados. Las diferencias entre las expectativas de voto de sus diputados y senadores y su candidato presidencial son aún muy amplias, pero continúan disminuyendo y ello termina poniendo en peligro la gobernabilidad y el futuro político de los gobernadores en muchos estados. Segundo, qué sucederá con el partido después de las elecciones. El madracismo querrá quedarse con él: implica recursos, posiciones, espacios reales de poder. Pero para ello debe compartir la derrota, ya con sus propios compañeros-enemigos en el partido como con las instituciones. Y aunque sea como apéndice del lopezobradorismo, piensan que así podrían jugar un papel en el reparto del poder.

Ese es el escenario que, como ha escrito López Obrador al presidente Fox, hace “inevitable” la convergencia entre ambos partidos y sobre todo entre los dos equipos de campaña: los dos se necesitan mutuamente. A poco más de un mes de las elecciones, López Obrador sigue estando debajo de Calderón y Madrazo ya no tiene posibilidades. La tentación de reventar el proceso es, pues, muy alta.

De allí la importancia del papel que deben jugar el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Parece que ellos, y sobre todo el Tribunal, parecen estar tentados en mostrarse como los grandes actores de la elección. Pareciera que en el Tribunal se han convencido de que podrán tener en sus manos el resultado y quieren mostrarse en toda su capacidad protagónica. Es un grave error: hay que insistir en la idea, muy deportiva pero también muy ad hoc para los días que corren, de que en un juego de fútbol lo peor que puede pasar es que el resultado se decida por una decisión arbitral o que el personaje más destacado del juego sea el árbitro. Cuando un árbitro cumple bien con su función es cuando pasa desapercibido y el espectáculo lo dan los jugadores, que son los que ganan o pierden los partidos. Jamás un árbitro puede cumplir eficientemente con su función si pretende convertirse en protagonista. Y eso parece que se está olvidando, sobre todo, insistimos, en el Tribunal y en ocasiones en el IFE. En todo caso, el Instituto tiene la obligación de tener un papel más activo, no para darle gusto en uno u otro sentido a los distintos partidos, sino para establecer con claridad las normas y frenar las ansias protagónicas de algunos de sus consejeros e incluso para marcar criterios al propio Tribunal, sobre todo después de su lamentable decisión sobre los spots de campaña, sanción que demostró que tienen la inquietud de ser algo más que simples “árbitros” en el proceso electoral, con todo el peligro que ello entraña.

Por eso, son las autoridades electorales las que deben convertirse en el muro de contención de esas presiones. Si ellas son rebasadas en este mes previo a las elecciones, poco será lo que se pueda hacer el mismo dos de julio.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil