La otra Babel
Columna JFM

La otra Babel

Alejandro González Iñárritu imaginó una Babel de historias cruzadas, que parten de diferentes rincones del mundo para converger en una historia única de falta de comunicación e incomprensión. Pero en nuestra vida política, estamos en medio de otra Babel, que como en la película también está marcada por historias cruzadas, por falta de comunicación y comprensión pero que puede llevarnos a un despeñadero institucional con graves consecuencias para el país.

Alejandro González Iñárritu imaginó una Babel de historias cruzadas, que parten de diferentes rincones del mundo para converger en una historia única de falta de comunicación e incomprensión. Con ello ganó el premio a mejor director en el festival de Cannes y puso en lo más alto una cinematografía, como la nuestra, ávida de estímulos y reconocimientos, además de confirmarse como la más sólida figura nacional en ella.

Pero en nuestra vida política, estamos en medio de otra Babel, que como en la película de González Iñárritu también está marcada por historias cruzadas, por falta de comunicación y comprensión pero que puede llevarnos a un despeñadero institucional con graves consecuencias para el país. Hoy en la Babel política mexicana, para muchos López Obrador es un peligro que puede acabar con la estabilidad lograda a lo largo de varios años de enormes esfuerzos sociales. Para otros, el mismo personaje es la esperanza de un futuro mejor. Para algunos, Felipe Calderón es la encarnación de la derecha más retrógrada, para otros es la esperanza de un gobierno tolerante, liberal y democrático. Están los que consideran a López Obrador un hombre de izquierda, otros lo vemos como irremediablemente conservador. Existen los que consideran que Madrazo es una opción de regreso a un pasado que se considera mejor, para otros se trata simplemente de una restauración inviable. Toda una corriente del priismo pide votar para presidente por Calderón, otros llaman a ejercer el voto útil por López Obrador, e incluso hay priistas que llaman a votar por el candidato del PRI.

En nuestra Babel, después de experiencias tan marcadas como las que hemos tenidos durante décadas pero sobre todo después de la elección del 88, resulta que nada más y nada menos que desde el priismo se denuncia la existencia de una elección de Estado, pese a que el gobierno federal ya no controla ni los órganos electorales, ni el congreso, ni el poder judicial ni los medios de comunicación. En la misma Babel, el senador Manuel Bartlett, el mismo al que se le “cayó el sistema” en 1988 y que operó desde la secretaría de gobernación la expulsión del PRI de los miembros de la corriente democrática que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas (vaya paradoja: la corriente democrática se había formado, originalmente, para apoyar la precandidatura de Bartlett en contra de la de Carlos Salinas) resulta que llama a votar por López Obrador, mientras el candidato perredista lo califica como “un hombre de buena voluntad” y en el PRD consideran que representa la corriente de “centro izquierda” del tricolor, en la que alinean, entre otros, a personajes como José Guadarrama. En la misma Babel, tan lejana a la de González Iñárritu, Oscar Cantón Zetina, un ex madracista de hueso colorado, decide también apoyar a López Obrador porque no obtiene su candidatura y se topará en el mismo barco con un Arturo Nuñez al que denostó una y otra vez, cuando el ex subsecretario de Gobernación buscó la candidatura de su estado. La nuestra es una Babel en la cual López Obrador y Madrazo, pese a todo, encuentran un lenguaje común y acusan de antidemocrática a una de las instituciones que surgieron con la democracia, como el IFE, mientras que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, decide que su papel es jugar al censor de la democracia que también le dio origen.

El peligro de nuestra Babel es que, finalmente, nadie pueda entenderse y que lleguemos al dos de julio hablando idiomas diferentes, percibiendo realidades distintas y que nadie pueda, o quiera, compatibilizarlas en una visión de país común. Una Babel que termine generando la explosión de los muchos México que conviven en un solo territorio y que culminen ya no sólo sin comprenderse entre sí, sino, incluso, sin querer hacerlo. Desgraciadamente, parece que no tenemos, a nivel político, un González Iñárritu que pueda compaginar esas expresiones para convertirlas en arte. En nuestra vida política, mejor citar a Oscar Wilde y recordar que es verdad que la vida real se parece al teatro, el problema es que el reparto está formado por pésimos actores.

Las cuentas del populismo

Una muy buena medida publicitaria es la de López Obrador anunciando hoy, en apenas un par de minutos, su propuesta económica en un “mensaje a la nación”: no será tal (no hay tiempo para ello) sino una suma de promesas y ofertas que serán atractivas para muchos electores. El problema, como siempre, es ver cómo financiar esas propuestas. Ya analizaremos el mensaje de López Obrador. Pero, mientras tanto, hay un ejemplo excelente de la economía ficción del populismo latinoamericano. Los protagonistas son, obviamente, Hugo Chávez y Evo Morales, mandatarios, respectivamente, de Venezuela y Bolivia. La semana pasada, ambos países firmaron 207 convenios de integración, con el gobierno de Castro como testigo. El más importante de ellos establece que Venezuela le entregará a Bolivia 200 mil barriles mensuales de crudo, financiados y pagados por Bolivia con soya. A los precios actuales ese subsidio energético equivale a unos 14 millones de dólares al mes, unos 168 millones de dólares al año (el subsidio energético de Venezuela a Cuba es de unos mil millones al año). La tonelada de soya cuesta, actualmente, unos 160 dólares. Eso implica que Bolivia, si paga el crudo que le enviará Venezuela, tendría que entregarle un millón de toneladas de soya al año. Pero según información oficial, Venezuela consume 200 mil toneladas de soya al año, o sea que le sobrarán 800 mil toneladas anuales de ese producto, cuatro veces más de lo que consume. Con un problema adicional: la producción total de soya en Bolivia es de un millón 300 mil toneladas y es uno de sus principales productos de exportación. Pero entonces casi toda la producción tendría que ser enviada a Venezuela para pagar la deuda energética. Los números, no cuadran. Pero a quién le importa si hay que demostrar que la alianza de Chávez-Morales-Castro es más productiva que cualquier acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.

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