El narcotráfico del futuro y la ceguera del presente
Columna JFM

El narcotráfico del futuro y la ceguera del presente

Mientras se cierran las campañas electorales y pocos parecen recordar que apenas hace dos años, marchamos cientos de miles por las calles de la ciudad del Distrito Federal exigiendo avances concretos en la seguridad pública que, por lo menos en la ciudad, no se han dado, del otro lado de la frontera, la DEA ha dado a conocer que la enorme mayoría del tráfico de metanfetaminas que se genera en Estados Unidos está manejado por cárteles mexicanos.

Mientras se cierran las campañas electorales y pocos parecen recordar que hace apenas dos años, marchamos cientos de de miles por las calles de la ciudad del Distrito Federal exigiendo avances concretos en la seguridad pública que, por lo menos en la ciudad, no se han dado, del otro lado de la frontera, la DEA ha dado a conocer que la enorme mayoría del tráfico de metanfetaminas que se genera en Estados Unidos está manejado por cárteles mexicanos.

En realidad, se trata de un tema mucho más delicado de lo que ha presentado la DEA. En primer lugar, lo que tenemos es un cambio de tendencias en el consumo de drogas en nuestros vecinos del norte. Las drogas son también parte de las modas y de la misma manera en que en los 60 y 70 estuvieron de moda la marihuana y los alucinógenos, desde mediados de los 80 la droga de moda fue la cocaína. Esa tendencia se mantuvo hasta que hace un par de años fue claro que las nuevas drogas de moda, en los Estados Unidos y por ende en buena parte del mundo consumidor, son las llamadas drogas sintéticas, que se agrupan bajo los nombres del cristal o el éxtasis, pero que en realidad constituyen una gran cantidad de compuestos derivados, en su mayoría, de las anfetaminas y metanfetaminas. Cuando el gobierno estadounidense dice que el consumo de cocaína ha disminuido suele olvidar que esa verdad (aunque sea en rangos relativamente marginales) se combina con  un aumento en el consumo de las drogas sintéticas.

Este cambio de tendencias ha provocado muchos fenómenos, como el fuerte aumento del consumo de cocaína en Europa y particularmente en España, donde se están colocando buena parte de los excedentes que quedan en el territorio americano, pero también el nuevo negocio que se genera en torno a las drogas sintéticas. Y en ese sentido, la DEA no está diciendo la verdad, o por lo menos la está matizando. La mayor parte de las drogas sintéticas que se consumen en Estados Unidos (lo mismo que más de la mitad de la marihuana) se produce dentro de los propios Estados Unidos. Para producir drogas sintéticas no se necesita más que unos conocimientos rudimentarios de química y, literalmente, una cocina. Se requiere, también, de los precursores químicos: las anfetaminas y metanfetaminas. En los hechos, esas drogas, que sirven lo mismo para medicinas contra la gripe que para todo tipo de dietéticos, están siendo controladas internacionalmente en forma muy pobre: es relativamente sencillo pasar cargamentos con esos productos que, además, partiendo de un porcentaje relativamente pequeño permitir la generación de una gran cantidad de drogas.

¿De dónde vienen los precursores para este tipo de drogas?. De varios países, pero básicamente, de Europa Central (existen muy importantes laboratorios en la república Checa y en Eslovaquia), de Rusia, de China, India y Paquistán. De allí llegan los cargamentos a distintos países para lograr ingresar la droga base a los Estados Unidos. En México, el cártel de los Arellano Félix desde hace años trabaja con este tipo de drogas. En su momento fueron famosos los hermanos Amezcua  (a los que la DEA apodó los reyes de las anfetaminas) por los cargamentos que movían hacia el otro lado de la frontera. Pero en realidad, hoy, ese tipo de comercio se ha tornado mucho más complejo.

En primer lugar, por sus relaciones con distintas naciones de Oriente, los países de América Central son los que están recibiendo mayores cargamentos de esos precursores. Todos los índices demuestran que ni aunque toda la población de América Central estuviera enferma de gripe o en dieta simultáneamente, se consumiría la cantidad de anfetaminas que se importan en esas naciones. De allí suelen pasar, todavía como precursores, sin ser procesados y sin problemas, a México. En nuestro país, aunque existen mayores controles, recibimos también cantidades muy importantes de esos precursores, que suelen entrar, ilegalmente, por los puertos de Manzanillo y Lázaro Cárdenas. En buena medida, la guerra que se está generando entre los cárteles de la droga en esas zonas incluye, aunque mediáticamente no se contemple el tema, por el control de esos cargamentos de los que se generan las ganancias más suculentas, hoy en día, del mundo de las drogas. En este sentido, es muy importante destacar que se trata de precursores legales, de muy difícil identificación, para los que no sirven muchos de los controles establecidos para las drogas tradicionales  y que incluso, una vez procesados, sus efectos son aún discutidos entre los especialistas, que están de acuerdo sobre sus daños potenciales pero no, por ejemplo, sobre sus índices de adicción.

Y es verdad que buena parte del producto base llega a Estados Unidos (que ha limitado en forma drásticas sus medicinas con anfetaminas o metanefetaminas, para reducir lo más posible el ingreso legal de la misma) vía México. Pero también es verdad que su procesamiento en sí se da dentro de la propia Unión Americana y que en su distribución y comercialización participan en forma muy destacada no sólo grupos mexicanos o latinos, sino también y sobre todo, organizaciones típicamente “americanas”.

El tema resulta especialmente preocupante porque ésta es la conformación del verdadero narcotráfico del futuro, donde el origen de los precursores, la producción en sí de las drogas y su consumo, se entremezclan mucho más que con las drogas tradicionales y se convierten en un negocio multinacional de dimensiones económicas difíciles de imaginar. Y en nuestro caso es doblemente preocupante porque, a unos días de las elecciones, aún hay candidatos, como López Obrador que creen que el crimen organizado es, simplemente, una consecuencia de la pobreza y no plantean estrategia alguna contra él.

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