Calderón aprende de los errores de Fox
Columna JFM

Calderón aprende de los errores de Fox

Mientras López Obrador sigue el largo camino de la intolerancia y la cerrazón, llegando al extremo de acusar a sus representantes de casilla de haberse ?vendido? en plena jornada electoral, en las oficinas de Felipe Calderón han optado por la mesura y por echar a andar el proceso de transición de poderes: Calderón no quiere que se pierda el tiempo y el primero de diciembre se comiencen a estudiar las medidas que se adoptarán, despilfarrando, como ocurrió hace seis años, la oportunidad que siempre genera el inicio de una administración.

Mientras López Obrador sigue el largo camino de la intolerancia y la cerrazón, llegando al extremo, ahora, de acusar a sus propios partidarios, a sus representantes de casilla, de haberlo “traicionado”, de haberse “vendido” en plena jornada electoral (¿se imagina las implicaciones para un supuesto líder político de decir que varios miles de sus militantes se corrompieron por unos pesos en plena elección?¿qué implicaría en términos de la integridad de su propia gente?, si se corrompieron por unos pesos en plena elección ¿qué hubieran hecho de llegar al poder?¿no es una falta de respeto absoluta a los miles de militantes perredistas que creyeron en el propio López Obrador y trabajaron por él?), en el bando contrario, en las oficinas de Felipe Calderón han optado por la mesura y por echar a andar el proceso de transición de poderes: Calderón no quiere que, como sucedió durante el mismo periodo, en el tránsito de Zedillo a Fox, se pierda el tiempo y el primero de diciembre se comiencen a estudiar las medidas que se adoptarán, despilfarrando, como ocurrió hace seis años, la oportunidad que siempre genera el inicio de una administración.

Calderón dio a conocer un equipo de transición que también tendrá una enorme diferencia con el que designó Fox un sexenio atrás: ese equipo poco y nada tendrá que ver con el futuro gabinete. Hace seis años, cuando se designó el equipo de transición y se colocaron responsables de diferentes áreas, éstos comenzaron a moverse como los futuros secretarios de estado, algunos llegaron a esa posición, otros muchos no, pero le hicieron un daño considerable a la administración que terminó llegando, en los hechos, desgastada al primero de diciembre.

Nadie duda que Josefina Vázquez Mota y Juan Camilo Mouriño son dos personas muy cercanas a Calderón y que tendrán posiciones importantes en la futura administración, pero la labor de la primera es coordinador la búsqueda de acuerdos con los otros actores políticos, y la del segundo, coordinar el propio proceso de transición. Nada menos y nada más. La diferencia es importante porque el objetivo, explícito, de Calderón es formar un gobierno de coalición: eso quiere decir garantizar mediante acuerdos formales con fuerzas políticas o corrientes significativas de éstas, una mayoría legislativa en torno a un programa concreto, específico, común, que por supuesto trasciende al propio programa panista y que, de la misma manera que deberá incorporar ideas y propuestas de esas fuerzas políticas, puede, si hay acuerdo en ese sentido, incorporar también representantes de las mismas en el equipo gubernamental.

Por supuesto que no es el invento del hilo negro ni nada parecido: buena parte de los gobiernos democráticos del mundo, cuando no tienen mayoría legislativa propia (e incluso en ocasiones teniéndola) funcionan así. Por ejemplo, Angela Merker, la nueva primera ministra de Alemania, le ganó a Gerhard Sohereder por apenas cuatro miles votos. Luego de un periodo de negociación, establecieron un programa común, con un gabinete encabezado por la señora Merker pero con un alto componente de ministros socialdemócratas. En otras ocasiones el acuerdo sólo es parlamentario, de una agenda legislativa común, como incluso ocurrió en la segunda mitad del salinismo entre la administración de Carlos Salinas y el propio PAN, para sacar una serie de reformas estructurales importantes, como la religiosa, la de educativa, la del campo, la comercial, entre otras. Desde entonces no hemos tenido el talento político como para avanzar en acuerdos de esa características, salvo, por ejemplo, la reforma electoral de 1996. Es la hora de dar un paso mucho más ambicioso y están dadas las condiciones para hacerlo.

En la cámara de diputados, el PAN tiene una amplia bancada pero no le alcanza para tener una mayoría propia: tiene 206 diputados pero se necesita 251, o sea 45 votos más para sacar nuevas leyes, no es mucho pero ello exige acuerdos. El PRD se quedó con 127 y el PRI con 103. Los partidos más pequeños también han quedado con bancadas significativas: Convergencia 17, el PT 16, el Verde 18, Nueva Alianza 9 y Alternativa 4. Pero además, particularmente en el PRD y el PRI, coexisten legisladores de distintas corrientes que representan y promueven posturas diferentes. Algo similar ocurre en el senado donde el PAN tiene 52 curules y necesita 65 para tener mayoría, o sea sólo 13 más. Con todo ese andamiaje de personajes y corrientes, es con los cuales tendrá que trabajar, en el periodo de transición, antes de que comience la próxima administración, el equipo de Felipe Calderón.

Es importante destacar, además, que dos de las lecciones aprendidas por Calderón respecto al periodo de transición de Fox y la integración de su primer gabinete, es, primero, que un gobierno plural no es sinónimo de un gobierno de amplio espectro y mucho menos de coalición. El presidente Fox incorporó a muchos hombres y mujeres que no tenían relación con el PAN pero que tampoco representaban nada legislativamente. El entonces presidente electo Fox pensó que con el peso que le otorgaba el triunfo electoral se impondría a un congreso en el que no tenía mayoría y no trabajó para construirla en el periodo de transición. En lugar de establecer acuerdos con los partidos para colocar cuadros en su gabinete, recurrió a los head hunters, como sabemos con muy malos resultados. En el camino se perdió demasiado tiempo y oportunidades para reformar y sacar adelante al país.

El otro error, la otra lección, fue que el PAN, por una parte, se sintió desplazado del gabinete foxista y por la otra terminó queriendo para sí mayores espacios pero sin poder (o querer) tampoco conformar mayorías. En esta ocasión, Calderón ha sido explícito e insistente antes de la elección y sobre todo después de ella: la propuesta para el futuro inmediato es un programa común con otras fuerzas e incluso un gobierno de coalición con ellas. Nadie debería, entonces, llamarse a engaño.

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