Chiapas, un laboratorio muy peculiar
Columna JFM

Chiapas, un laboratorio muy peculiar

Un célebre político estadounidense Tip O? Nelly, decía que ?todo el poder es local?. En muy buena medida tenía razón, y lo confirmó estando en el congreso de su país durante más de 40 años. Pero que todo el poder sea local, no significa que ello le quite trascendencia nacional. En nuestro caso, la magnitud del poder local y su influencia en lo nacional apenas la estamos percibiendo ahora, pasada la época del presidencialismo más cerrado. Y se refleja en la influencia creciente que tienen en la política nacional muchas elecciones estatales. La del próximo domingo en Chiapas no es una excepción, al contrario. En muy pocas otras ocasiones, una elección local, la primera después del dos de julio, adquiere tantos significados.

Un célebre político estadounidense Tip O’ Nelly, decía que “todo el poder es local”. En muy buena medida tenía razón, y lo confirmó estando en el congreso de su país, representando a su estado Massachussets, durante más de 40 años.

Pero que todo el poder sea local, no significa que ello le quite trascendencia nacional. En nuestro caso, la magnitud del poder local y su influencia en lo nacional apenas la estamos percibiendo ahora, pasada la época del presidencialismo más cerrado. Y se refleja en la influencia creciente que tienen en la política nacional muchas elecciones estatales. La del próximo domingo en Chiapas no es una excepción, al contrario. En muy pocas otras ocasiones, una elección local, la primera después del dos de julio, adquiere tantos significados. Y pocas son tan locales como ésta.

Lo que está ocurriendo en Chiapas es inédito. Por primera vez habrá una suerte de coalición “de facto” entre el PRI y el PAN, a los que se ha sumado el partido Nueva Alianza, consumada no sólo por sus candidatos locales sino también por sus dirigencias nacionales, todos tras un candidato único, el priista José Antonio Aguilar Bodegas, que se enfrentará a otro, hasta hace unas semanas, priista, el ex alcalde de Tuxtla, Juan Sabines, candidato del PRD-CD y PT, pero sobre todo candidato del gobernador Pablo Salazar, otro ex priista que llegó a la gubernatura como parte de una alianza PAN-PRD y que durante todo el sexenio tuvo el apoyo de Vicente Fox (incluso Pablo fue manejado como un posible secretario de gobernación a la salida de ese puesto de Santiago Creel) pero a unos meses de la elección presidencial ese respaldo fue de y hacia López Obrador, precisamente a partir de diferencias sobre cómo operar la sucesión en el estado.

¿Puede ser más compleja y eminentemente local la situación chiapaneca? Sí. Juan Sabines fue alcalde de Tuxtla por el PRI pero renunció cuando perdió la candidatura con Aguilar Bodegas. Este, hace seis años había perdido la candidatura con Sami David que perdió la elección, a su vez, con Salazar representante de una alianza anti PRI. Aguilar fue muy cercano a Roberto Albores, un ex gobernador interino que a su vez buscó ahora repetir en el cargo y no pudo competir, resultando determinante para la ruptura interna en el PRI. Albores, aquel a quien los zapatistas apodaban “croquetas” y que fue un adversario durísimo de esa corriente y del perredismo, que provocó la alianza PAN-PRD en el 2000, es hoy un operador con mucho peso en el PRD, muy cercano a Sabines. Antes había intentado, y estuvo a punto de conseguirlo, ser candidato, además del PRI, del PAN y de Nueva Alianza. En este partido, el candidato, que declinó su participación para apoyar a  Aguilar Bodegas, era Emilio Zebadúa, durante tres años secretario de gobierno de Salazar Mendiguchia, luego diputado independiente por el PRD, partido que finalmente lo ignoró a causa, primero, de su relación con Cuauhtémoc Cárdenas, y segundo, por su distanciamiento con Pablo Salazar, y terminó de candidato con el partido de Elba Esther Gordillo.

En la historia también hay un panista, Francisco Rojas, ex alcalde de Tuxtla que también declinó para apoyar a Aguilar Bodegas. Sabines, lo acusó de abandonar los ideales de Gómez Morín para apoyar al del priismo, pero el propio Sabines olvida que dejó en 24 horas al PRI y a Madrazo para apoyar al PRD y a López Obrador (y a Salazar, del que fue un duro adversario) y de que la propia administración Salazar surgió de un pacto tan peculiar como éste entre el PAN y el PRD.

La alianza de facto, como la llaman en Chiapas (y lo es, porque ninguno de los candidatos, ni Rojas ni Zebadúa han renunciado formalmente a esa posición y sus nombres aparecerá en las boletas electorales) no pudo incorporar a otro convencido de que sí se escenificará una “elección de estado” el próximo domingo: Gilberto Gómez Maza, candidato de Alternativa Socialdemócrata, un fundador, con Heberto Castillo, del desaparecido PMT y que militó en el PRD precisamente hasta que se dio la elección, apoyada por ese partido, de Salazar Mendiguchia. De la misma manera que Manuel Espino estuvo en Tuxtla la semana pasada para oficializar, junto con Roberto Campa, las declinaciones y el apoyo a Aguilar Bodegas, López Obrador se fue esta sábado a Chiapas a apoyar a Sabines, denunciando una alianza “salinista” en su contra y diciendo que todo era parte de un acuerdo entre el PAN y el PRI para legitimar a Felipe Calderón. Salvo en un mitin en Tapachula y a pesar de la fuerte movilización nacional realizada en torno al viaje, le fue mal y tuvo, antes de ese cierre en una ciudad aún devastada, como toda la región, por las consecuencias del huracán Stan, tres mítines que pasaron sin pena ni gloria pero con un discurso cada vez más beligerante que, paradójicamente, ni le conviene ni coincide con el que intenta impulsar Sabines.

¿La alianza PRI-PAN-Nueva Alianza, como dice López Obrador, es consecuencia de un respaldo a la calificación de la elección presidencial? Puede ser, e incluso permitiría presagiar acuerdos que vayan más allá de la simple calificación. También es verdad que esos partidos están convencidos de que el lopezobradorismo quiere formar una suerte de cinturón político en la frontera con Chiapas, Tabasco (donde habrá elecciones en octubre) y Oaxaca que le dé base política y social (y recursos) a su estrategia política. Y eso es visto como parte de un plan desestabilizador desde los otros partidos. Pero también es verdad que el perredismo (o el panismo), en realidad, no cuentan en Chiapas. La lucha es, íntegramente, entre priistas, de todos los colores y sabores, que se disputan espacios de poder local. Vamos, hasta Marcos dejó hace ya tiempo atrás, el estado y las comunidades zapatistas ahora están bajo distintos y encontrados mandos. Chiapas es, una vez más, un laboratorio político, pero uno muy peculiar.

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