Las primeras puertas abiertas
Columna JFM

Las primeras puertas abiertas

Las posiciones polarizadoras pueden provocar reacciones mediáticas, pero a nuestra gente no le gustan ni las provocaciones evidentes ni las represión injustificada. En ocasiones, por esa dualidad, nos hemos encontrado con que hechos represivos que tendrían que haber tenido un castigo social inmediato, terminaron siendo justificados por la sociedad. En otras, provocaciones obvias no fueron castigadas con el rigor que merecían. Pero con el paso del tiempo, estamos llegando cada vez más a un punto en el cual unas y otras, las provocaciones evidentes y la represión injustificable, se muestran como lo que son y así son aquilatadas.

Las posiciones polarizadoras pueden provocar reacciones mediáticas, pero a nuestra gente no le gustan ni las provocaciones evidentes ni las represión injustificada. En ocasiones, por esa dualidad, nos hemos encontrado con que hechos represivos que tendrían que haber tenido un castigo social inmediato, terminaron siendo justificados por la sociedad. En otras, provocaciones obvias no fueron castigadas con el rigor que merecían. Pero con el paso del tiempo, estamos llegando cada vez más a un punto en el cual unas y otras, las provocaciones evidentes y la represión injustificable, se muestran como lo que son y así son aquilatadas.

El lunes pasado, en San Lázaro se dio una de esas provocaciones evidentes. Un grupo de manifestantes lopezobradoristas, acarreados por un grupo de diputados aún en funciones (es un decir) y electos, de la corriente bejaranista en su mayoría, incluyendo a Dolores Padierna, intentaron bloquear los accesos a San Lázaro. No eran más que un centenar, pero llegaron con camiones para utilizarlos como barricadas en la avenida Congreso de la Unión, donde se encuentra el acceso principal al palacio legislativo, y tiendas de campaña para instalarse en la entrada e impedir el ingreso al edificio. La comisión permanente había pedido resguardo policial al gobierno del DF. En otra acción incomprensible de Alejandro Encinas, el jefe de gobierno se negó y pasó la solicitud a la secretaría de seguridad pública federal, con el argumento de que el resguardo de ese edificio era del ámbito federal (¿las calles que dan a San Lázaro también deben ser protegidas por la PFP?¿la policía capitalina, la más numerosa y mejor armada del país, la que más nos cuesta, no puede hacerse cargo de los bloqueos frente a San Lázaro?, qué pena con Encinas) y allí llegó la PFP que desalojó a quienes estaban bloqueando el acceso al palacio legislativo y, de paso, con unas grúas, desmanteló las barricadas que impedían el tránsito. Los provocadores se escandalizaron: “habían violado el fuero” de alguno de ellos, como si el fuero legislativo fuera una patente de corso. El artículo 61 dice con claridad que “los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos y jamás podrán ser reconvenidos por ellas”. No dice nada de que pueden cometer delitos con impunidad. Además, el párrafo siguiente de dicho artículo constitucional sostiene que “el presidente de cada cámara velará por el respeto al fuero constitucional de los miembros de la misma y por la inviolabilidad del recinto donde se reúnan a sesionar”. En otras palabras, no hubo violación de fuero alguno ¿o alguien espera que cuando se está cometiendo un delito, el policía a cargo se pare a pedirle al ciudadano o ciudadana que al mismo tiempo lo está golpeando e insultando (¿no diputada Clara Brugada?) si tiene algún documento que lo acredite como legislador?. Fue una provocación y una prueba para el primero de septiembre que realizaron estos grupos, con malos resultados para ellos.

Malos resultados porque la gente está harta de tantas provocaciones: si alguien se toma la molestia de estar una noche cualquiera, sólo unos minutos, por ejemplo, en el túnel mediante el cual el Circuito Interior pasa por debajo de Paseo de la Reforma, podrá escuchar un sonoro y constante concierto de mentadas vía claxon para los pocos sobreviventes del plantón que aún permanecen allí. Como ocurrió con el reciente desalojo de Atenco, cualquier encuesta demostrará que la gente, en el DF, se está cansando de tantas provocaciones impunes.

No es una situación fácil porque, cuando existen líderes insensatos como López Obrador, que están buscando concientemente hechos de violencia para reactivar su movimiento, y cuando sabemos que a toda acción corresponde una reacción, se pueden desatar hechos represivos que vayan más allá de lo justificable. Pero la gente cada vez más está pidiendo que se ponga un límite, que se establezca con claridad cuáles son los derechos de un grupo minoritario de manifestantes respecto a la enorme mayoría de la ciudadanía que no comparte sus opiniones y acciones. Y cada día esa situación se agudiza más.

Por eso, entre muchas otras razones, López Obrador se está quedando solo. El martes, la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, que siempre ha sido una de las mujeres más sensatas de la política nacional, se desmarcó de las posiciones ultras de su ex candidato y pidió (y ofreció) una alternativa de diálogo que impida hechos de violencia que desgasten las instituciones y polaricen aún más la situación. No está sola, uno de los principales dirigentes de Convergencia, el ex gobernador de Oaxaca, Jesús Martínez Alvarez, también pidió a López Obrador abandonar las posiciones radicales. Martínez Alvarez lo sabe porque si bien es y ha sido uno de los principales opositores a Ulises Ruiz, eso no impide que compruebe que la vía de la radicalización, en su estado y en el país, sólo puede terminar fortaleciendo a los más duros e intolerantes de ambos polos ideológicos. Lo comprenden incluso en el estado de López Obrador, donde la gente del candidato César Raúl Ojeda (uno de los coordinadores de la campaña) sabe que la polarización ya los hizo fracasar en el pasado y han optado, a cinco semanas de las elecciones, no participar en los bloqueos ni en la llamada resistencia civil. Aunque sea en forma indirecta también es significativo que Dolores Padierna se encargara de gritar a todo mundo que quien les había dado la orden de bloquear San Lázaro era Marcelo Ebrard. ¿Será así o es que la pareja Bejarano-Padierna quiere de esa manera “comprometer” más a un Ebrard que quizás ven poco entusiasmado con gobernar una ciudad ocupada?.

Son buenas noticias. Son las primeras puertas que se abren y permitirían un diálogo serio y maduro. Se abrirán más en cuanto tengamos, la próxima semana, presidente oficialmente electo.

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