Demócratas en Chiapas, ?revolucionarios? en Reforma
Columna JFM

Demócratas en Chiapas, ?revolucionarios? en Reforma

Un grupo plural de expertos, en el que participaron diversos analistas de todas las corrientes políticas, como Jorge Alcocer, hizo un análisis exhaustivo del proceso electoral basado en las copias de actas supuestamente irregulares que entregó López Obrador a Carlos Loret de Mola. Su conclusión fue que no hubo errores significativos en el cómputo de votos (como se ha demostrado una y otra vez) y que las quejas de la coalición por el bien de todos se basan en otro tipo de errores, en particular, aquellos relacionados con el llenado de otros capítulos del acta de escrutinio, que resultan difícil de completar para muchos ciudadanos por la complejidad de su diseño. Los analistas concluyeron, como lo ha hecho también ya el IFE, en que se debe buscar simplificar las actas y avanzar más en la preparación de los funcionarios de casillas. Pero que en la elección no hubo nada parecido a un fraude.

Un grupo plural de expertos, en el que participaron diversos analistas de todas las corrientes políticas, como Jorge Alcocer, hizo un análisis exhaustivo del proceso electoral basado en las copias de actas supuestamente irregulares que entregó López Obrador a Carlos Loret de Mola. Su conclusión fue que no hubo errores significativos en el cómputo de votos (como se ha demostrado una y otra vez) y que las quejas de la coalición por el bien de todos se basan en otro tipo de errores, en particular, aquellos relacionados con el llenado de otros capítulos del acta de escrutinio, que resultan difícil de completar para muchos ciudadanos por la complejidad de su diseño. Los analistas concluyeron, como lo ha hecho también ya el IFE, en que se debe buscar simplificar las actas y avanzar más en la preparación de los funcionarios de casillas. Pero que en la elección no hubo nada parecido a un fraude.

El proceso electoral del pasado dos de julio fue, en muchos sentidos, ejemplar: nunca antes se habían instalado tantas casillas (sólo once en todo el país quedaron sin instalar); se capacitó a un millón de ciudadanos para que participaran como funcionarios; incluso, comparado con el 2003, por ejemplo, hubo menos errores en el llenado de actas que ahora; si se hace una comparación con las elecciones de senadores y diputados se comprobará que, a pesar de tratarse de comicios simultáneos con los de presidente, realizados al mismo tiempo, en el mismo lugar y con las mismas autoridades y a pesar de que la alianza por el bien de todos obtuvo una votación en el ámbito legislativo significativamente menor a la presidencial, en esa elección prácticamente no hubo impugnaciones, incluso sólo se revirtió un resultado, en un distrito del estado de México donde el PRD había acreditado como representantes de casilla a funcionarios municipales del mismo partido, lo que provocó que se anularan las mismas, provocando el triunfo del candidato del PRI. Nada más. En el 2003, por ejemplo, hubo muchas más impugnaciones en las elecciones legislativas e incluso se anuló (y se ordenó repetir) la elección en dos distritos. La pregunta que hemos hecho muchos y que López Obrador jamás responde es cómo, si la elección de diputados y la de senadores se realizó al mismo tiempo, en los mismos lugares y con los mismos funcionarios que la de presidente, se pudo haber cometido algún tipo de fraude en la segunda y no en las primeras. No hay respuesta porque no puede haberla: la del dos de julio fue una elección con errores humanos, como siempre ocurre cuando se opta por una organización plenamente ciudadanizada, con un millón de personas elegidas aleatoriamente, trabajando en ella, lo que garantiza, como ocurrió, la imparcialidad y el correcto conteo de votos. Resulta lamentable que por intereses personales, ni siquiera de partido, sólo uno de los participantes, López Obrador, esté empeñado en ensuciar todo el proceso y a las instituciones encargadas de llevarlo a cabo.

La democracia y las instituciones que de ella derivan están a prueba de muchas cosas pero no de la ausencia de demócratas. El proceso electoral del dos de julio demostró estar a la altura de nuestra democracia, pero nada se puede hacer cuando un competidor sólo acepta las reglas del juego si él gana, y si no es así, llama, como lo hizo en la entrevista con el Financial Times esta semana López Obrador, a realizar una “auténtica revolución”. O se compite democráticamente o se juega a ser un revolucionario de cartón piedra. No es ni siquiera ético plantearse esa disyuntiva. López Obrador parece estar decidido a acabar con el mayor logro que ha tenido el perredismo a lo largo de sus más de quince años de vida (y esa es una contribución indudable de Cuauhtémoc Cárdenas): construir un partido con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que se fortalecía en la misma medida en que fortalecía los cauces democráticos del país. Ahora, por no aceptar que perdió las elecciones, López Obrador lo quiere lanzar a algo que la mayoría de los perredistas hace tiempo desecharon: nada más y nada menos que la “revolución”. ¿Se va a ir al monte López Obrador, se levantará en armas?¿se imagina usted acompañándolo en esa tarea a Manuel Camacho, a Ricardo Monreal o Juan Enríquez Cabot?¿iniciarán la “revolución” los gobernadores perredistas? Es ridículo y demuestra una ignorancia política increíble en un hombre que aspiró a gobernar a más de cien millones de mexicanos.

Que la democracia la hacen los demócratas lo podemos comprobar en Chiapas. Estuvimos allí la semana pasada: el clima electoral era especialmente denso. Hubo acusaciones muy fuertes respecto a la intervención gubernamental, que provocó, incluso, una tardía alianza de facto PRI-PAN. El resultado, hasta ahora (hoy se realizará el conteo distrital) no pudo ser más cerrado: Juan Sabines aventaja a José Antonio Aguilar Bodegas por apenas dos mil votos. La anulación o el nuevo escrutinio de un puñado de casillas podría variar el resultado. Tanto Sabines como Aguilar Bodegas, en ese contexto, se han declarado ganadores, pero los dos, en una actitud de sensatez y moderación que esperamos perdure en las próximas semanas, han insistido en que recorrerán exclusivamente el camino legal y reconocerán como triunfador a quien decidan las autoridades, incluso Sabines, candidato de la alianza por el bien de todos, fue enfático en deslindarse de la llamada resistencia civil de López Obrador, en reconocer a las instituciones electorales federales e incluso en decir que si el TEPJF confirma a Felipe Calderón como presidente, será con él con quien trabaje el gobierno chiapaneco. Aguilar Bodegas descartó plantones o movilizaciones y apuesta también a la vía legal. Y la diferencia, entre ambos, es de apenas dos mil votos. Una lección para los “revolucionarios” del Paseo de la Reforma.

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