Más allá del ?infantilismo de izquierda?
Columna JFM

Más allá del ?infantilismo de izquierda?

En la misma medida en que se acerca el fin de la calificación de la elección del dos de julio, que resulta evidente que el Tribunal Electoral confirmará a Felipe Calderón como presidente electo, que se ultiman los detalles para la instalación de la próxima legislatura, los actores más radicales del proceso político se comienzan a quedar solos y las cosas comienzan, también, a tomar su curso natural.

En la misma medida en que se acerca el fin de la calificación de la elección del dos de julio, que resulta evidente que el Tribunal Electoral confirmará a Felipe Calderón como presidente electo, que se ultiman los detalles para la instalación de la próxima legislatura, los actores más radicales del proceso político se comienzan a quedar solos (y qué mejor demostración de ello que el abandono creciente que sufre el plantón capitalino, hoy casi vacío) y las cosas comienzan, también, a tomar su curso natural.

El martes, los legisladores perredistas decidieron, todos, asumir sus cargos de elección popular y designar a sus nuevos coordinadores. A pesar de los discursos rimbombantes y que su maestro Lenin hubiera calificado, sin dudarlo, de “infantilismo de izquierda” (“no llamaremos a Felipe Calderón señor presidente sino señor Calderón” o “participaremos del congreso pero no buscaremos acuerdos”), lo cierto es que la propia elección de los coordinadores envió un mensaje que López Obrador deberá entender: ni el senador Carlos Navarrete ni el diputado Javier González Garza, son personajes del primer círculo del lopezobradorismo. Ambos son destacados militantes de izquierda y mientras Carlos es de los principales dirigentes de Nueva Izquierda, que encabeza Jesús Ortega, González Garza es un fundador del PRD que se asegura que mantiene una buena relación con Cuauhtémoc Cárdenas (y recordemos que Cárdenas apoyó a Ortega en su búsqueda de la candidatura del DF) y que según las versiones de días pasados, había sido vetado por el propio López Obrador a causa de esa relación política. Son dos hombres del perredismo que dejaron en el camino a lopezobradoristas que cometieron errores políticos graves por seguir al pie de la letra las instrucciones del caudillo: el que más costos pagó fue Ricardo Monreal que declaró, a petición de AMLO, que los diputados y senadores no debían asumir sus cargos. Así se descartó en automático para la coordinación del grupo de senadores.

Por otra parte, y como lo adelantamos aquí, Convergencia finalmente puso distancia con la coalición y la resistencia civil, dejó a sus militantes “en libertad” para sumarse a ella, pero evidentemente Convergencia sabe que tiene un peso político propio con sus 17 diputados y cinco senadores y quiere utilizarlo en su favor. Los últimos resquemores se perdieron, aseguran, cuando Dante Delgado, ahora coordinador de los senadores de su partido, tuvo que dejar en forma apresurada uno de sus restaurantes favoritos en la ciudad de México, cuando comenzó a ser abucheado por los comensales. Esa es la anécdota pero el dato duro es que los principales hombres del partido, además de Dante, como el presidente de CD, Luis Maldonado, Jesús Martínez Alvarez y Gabino Cué impulsaron una misma posición de distancia con la coalición y sobre todo con las posturas más radicales de López Obrador. Para CD, además de los posibles acuerdos legislativos uno de los temas clave es Oaxaca, que comienza a convertirse en el principal foco rojo a nivel nacional en términos de estabilidad política y social. Gabino Cué ha puesto sobre la mesa la que es, quizás, la propuesta más interesante para recuperar ambas: llegar a un “acuerdo de gobernabilidad” que esté basado en una profunda reforma de las estancadas instituciones oaxaqueñas: establecer una nueva ley electoral y renovar con ello el consejo estatal electoral que tiene un fuerte sesgo partidista, establecer una ley de transparencia que permita conocer cómo se utilizan los recursos públicos en el estado, que el procurador de justicia (un puesto clave en un estado tan conflictivo como Oaxaca) sea propuesto por el gobernador pero ratificado por el congreso. Hay muchas otras propuestas, pero ellas pueden y deben salir adelante aislando a los sectores más intransigentes de ambos lados, se llamen el ex secretario de gobierno Jorge Franco, los muratistas duros o los militantes del EPR (que aunque las autoridades insistan en que no están allí resulta que ahí se encuentran). La salida para la crisis en Oaxaca no puede ser la desaparición de poderes, sino la renovación y modernización, mirando hacia el futuro, de las estructuras políticas y de justicia del estado. Y para eso se necesita, como lo propuso Gabino, un acuerdo de gobernabilidad, no una insurrección de una parte o una política contrainsurgente de la otra.

También llama la atención que, en forma coincidente con la distancia que ha mantenido la UNT con el lopezobradorismo (excepción hecha de Roberto Vega Galina, todavía líder del sindicato del IMSS y que ha perdido su curul en el senado y está punto de perder el sindicato), distintos conflictos laborales parecen comenzar a solucionarse. Ahí está en forma destacada el minero, con el levantamiento de la más importante de sus huelgas, la de la planta de Sicartsa en Lázaro Cárdenas, Michoacán, e incluso la aceptación del aumento salarial de 5.5 por ciento en la Volkswagen de Puebla, que permitió que el conflicto no escalara.

En otro ámbito, el del priismo, las condiciones también son buenas. Los gobernadores están dispuestos a trabajar con Calderón y ya están buscando acuerdos específicos para sus estados. Los coordinadores parlamentarios del tricolor, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, son también políticos natos, con amplia experiencia y voluntad política para la negociación y los acuerdos. EnChiapas debe mantener su estrategia de seguir escrupulosamente la vía legal. Y Oaxaca deberá exigir tolerancia y sentido común de todas las partes involucradas.

Las crisis implica conflictos, dificultades, pero son también sinónimo de oportunidad. Nunca el proceso de transición democrática estuvo en una situación tan difícil como la actual. Dejando de lado el “infantilismo de izquierda” la perspectiva para construir lo nuevo a partir de la crisis son, paradójicamente, promisorias.

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