Crisis en la Freedonia tropical
Columna JFM

Crisis en la Freedonia tropical

Hoy, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación analizará los 375 juicios de inconformidad presentados por los diferentes partidos respecto a las elecciones del pasado dos de julio y estará en condiciones de dar el cómputo final de los comicios y de calificar las elecciones presidencial para designar así al presidente electo. Si no hay sorpresas, en las próximas horas o días, Felipe Calderón será confirmado como el próximo presidente de México.

Hoy, a partir de las ocho de la mañana y en una sola sesión, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, analizará los 375 juicios de inconformidad presentados por los diferentes partidos respecto a las elecciones del pasado dos de julio y estará en condiciones de dar, entonces, el cómputo final de los comicios y de calificar las elecciones presidencial para designar así, oficialmente, al presidente electo. Todo podrá darse en una sola jornada o puede extenderse la calificación uno días más, siempre antes del próximo 6 de septiembre. Lo cierto es que el Tribunal está ya en la etapa final del proceso electoral y sigue trabajando con mesura y responsabilidad. Si no hay sorpresas, en las próximas horas o días, Felipe Calderón será confirmado como el próximo presidente de México.

Pero eso ocurre en el México real. Lejos de él, en algo parecido a aquella mítica República de Freedonia que imaginaron los hermanos Marx, López Obrador sigue construyendo su propia realidad, alejado de la que cotidianamente vivimos el resto de los mexicanos. No importa si sus números se derrumban (una encuesta de Reforma confirma que sus simpatías siguen descendiendo y que si hoy fueran las elecciones apenas alcanzaría el 30 por ciento de los votos, mientras que Calderón tendría mayoría absoluta, 52 por ciento) y sus aliados se alejan discretamente, López Obrador quiere ser presidente “legítimo” de su Freedonia particular y seguramente hará suya la consigna marxista (no de Carlos sino de Groucho Marx) de que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

El problema es que esa Freedonia tropicalizada aún no ha nacido y ya está en crisis. Parece que muchos de sus ciudadanos y sobre todo de sus futuros gobernantes están huyendo hacia el México real. Así quien fuera el principal consultor legal de López Obrador y creador de aquella inolvidable idea de que el desafuero era equivalente a un golpe de Estado, Javier Quijano, ya ha dicho a sus colegas que ha abandonado la defensa jurídica de López Obrador, ya que éste sólo escucha sus propias opiniones, incluso en el terreno de las leyes, que evidentemente desconoce. Del PT no hemos tenido noticia y Convergencia ya ha dejado en “libertad” a sus militantes para que decidan si apoyan o no la resistencia civil, pero mientras tanto ha formado su propio grupo parlamentario y está apostando a una salida negociada en Oaxaca. Los nuevos coordinadores parlamentarios, Carlos Navarrete del senado y Javier González Garza entre los diputados, saben que no son de los elegidos de AMLO, y entonces el primero juega (en pocas ocasiones tan bien utilizada la palabra) a radicalizarse porque, como le dijo al periodista Francisco Garfias no quiere que lo identifiquen como “dialoguista” (cuando es uno de sus méritos), mientras que González Garza, sin dudarlo, apuesta a hacer un verdadero trabajo parlamentario y se muestra como lo que es: un político serio que le renunció a López Obrador cuando era director del Metro porque estaba en desacuerdo de que se sustrajera presupuesto de ese sistema colectivo y que no se lo ampliara, para construir los segundos pisos. José María Pérez Gay rechazó la oferta de convertirse en el canciller de la Freedonia tropical y, según nos dicen, decidió mejor irse con su familia tres meses a Italia. A Carlos Monsivais, ya no lo dejan siquiera entrar, por orden de López Obrador, a la zona del plantón: traicionó al líder argumentando que sus métodos eran contraproducentes para la causa.

En lo que debería ser la capital de Freedonia también hay problemas. Demográficamente, el plantón está quedándose solo, aunque se otorgen viviendas por permanecer en él. De Marcelo Ebrard poco sabemos desde una de las más desafortunadas declaraciones de su vida (aquella de “abran los ojos y cierren sus carteras” que en buena parte del mundo cultural y periodístico del país siempre recordaremos), pero debemos imaginarnos que se estará preguntando sobre qué ruinas deberá gobernar, si es que puede hacerlo porque el equipo del “presidente legítimo” de Freedonia ha anunciado que buscará refugio en el gabinete de Ebrard. El actual gobernante, Alejandro Encinas ha decidido acelerar el suicidio político asistido que ha emprendido y ahora apoya sin tapujos ni disimulos a su jefe y su plantón, se vuelve a confrontar con la Comisión de Derechos Humanos del DF y rechaza, una vez más, sus recomendaciones.

Los otros gobernantes perredistas han decidido quedarse en el México real, ese que gobernará Felipe Calderón y con quien tendrán que trabajar. Amalia García en Zacatecas, fortalecida por la autoderrota que se infligió Ricardo Monreal cuando propuso, acicateado por López Obrador, que los legisladores de su partido no asumieran sus cargos, está buscando fortalecerse dentro y fuera del PRD como una interlocutora legítima…y lo es. Lázaro Cárdenas está dedicado a gobernar Michoacán, mientras que el cardenismo se articula lejos y en contraposición a López Obrador. Zeferino Torreblanca no quiere saber nada de plantones sino ver cómo hace para deshacerse de los comandos de los Zetas que llevó a Acapulco la campaña de Félix Salgado Macedonio. En Baja California Sur, el gobernador Narciso Agundez Montaño, que había pasado desapercibido hasta ahora, comienza a estar preocupado, pero no por la suerte de López Obrador sino por la de su gobierno, luego de que el secretario de seguridad pública y ex alcalde de La Paz, Adam Ruffo Velarde, terminó, involuntariamente, poniendo de manifiesto los lazos de ese gobierno con los Arellano Félix.

En ese contexto, a López Obrador sólo le queda la fuga hacia delante, hacia lo desconocido: correr para fundar la Freedonia que imaginaron los hermanos Marx y que Andrés Manuel quiere hacer realidad. La pregunta es quiénes lo acompañarán en la aventura.

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