El gabinete: primero el diseño, después los nombres
Columna JFM

El gabinete: primero el diseño, después los nombres

Es inevitable, tratar de descubrir cómo se conformará el gabinete de Felipe Calderón. Incluso en un sitio de apuestos por Internet en Estados Unidos, se aceptan posturas respecto a quienes ocuparán los principales cargos en el mismo, particularmente en la secretaría de Gobernación. Tampoco existe todavía nada definido respecto al próximo gabinete de Felipe Calderón.

Se ha puesto de moda, es inevitable, descubrir cómo se conformará el gabinete de Felipe Calderón. Incluso, en un conocido sitio de apuestas por internet en Estados Unidos, se aceptan posturas respecto a quiénes ocuparán los principales cargos en el mismo, particularmente en la secretaría de Gobernación. Adivinar el futuro gabinete es una suerte de deporte nacional que se despierta con el final de cada sexenio y se va alimentando, aunque sea ya un ejercicio inútil con el siguiente deporte que es descubrir, desde antes de que el próximo presidente asuma el poder, quién será un sucesor, como si todavía viviéramos en tiempos en los cuales un mandatario en funciones pudiera decidir quién se quedará en su lugar.

No es así. Tampoco existe todavía nada definido respecto al próximo gabinete de Felipe Calderón. Es más, en ese sentido, sin duda se está trabajando y realizando consultas y entrevistas de todo tipo, pero como suele suceder con cualquiera que se acerca al poder desde la periferia de éste, el presidente electo parece en estas semanas estar descubriendo la magnitud del aparato estatal y los retos que éste implica a la hora de equilibrarlo y controlarlo. Calderón es un hombre con amplia experiencia política y legislativa pero con relativamente poca experiencia en el manejo público del poder, que sabe que tiene diferencias y no puede confiar plenamente ni en muchos de los integrantes de la administración Fox ni en buena parte de la cúpula de su partido. Por eso está construyendo su propio esquema de gobernabilidad, está pensando en los nombres pero sobre todo en cómo se estructurará el andamiaje institucional de poder, incluyendo, por supuesto, un esfuerzo por lograr, simultáneamente, una agenda legislativa común, que le permita contar con una mayoría estable en el congreso y, de la mano con ello, si fuera posible, no lo es plenamente, la construcción de un gobierno de coalición.

Existen diferencias notables en la manera en que el presidente Fox y el ahora presidente electo Calderón, asumieron sus periodos de transición hasta llegar al primero de diciembre. Vicente Fox ganó las elecciones por un margen considerable pero olvidó que perdió los comicios en el ámbito legislativo y no actuó en consecuencia. El presidente Fox no tenía experiencia real en el manejo del poder público pero tampoco experiencia política y partidaria. Pensó que con su popularidad y sus buenas intenciones podría hacer aplicar su programa y que las demás fuerzas políticas lo iban a seguir. Cometió muchos errores en el periodo de transición que fue virtualmente desaprovechado: se establecieron equipos que parecían la insinuación de un gabinete conformado por muchos hombres y mujeres casi tan inexpertos como el propio presidente que, en pocas semanas habían sufrido tal desgaste que pocos de ellos terminaron en los primeros puestos del gabinete y tuvieron que abandonarlo mucho antes de los seis años que Fox había prometido contratarlos. Tampoco existió claridad sobre cómo llevar las cosas e incluso, los anuncios por adelantado de algunas medidas, dándolas por hechas antes de siquiera presentarlas al congreso, terminó impidiendo que la administración pudiera establecer una agenda legislativa viable.

El diseño institucional que se adoptó, con aquellas comisiones que se superponían al gabinete; las diferencias de criterios internos en éste y la falta de mediación presidencial; la contratación de head hunters para seleccionar funcionarios; aquella ocurrencia de que el crimen organizado era un problema policial y no de seguridad nacional; la decisión de retirar las áreas de seguridad de gobernación; la colocación en el gabinete en tareas claves de funcionarios que, desde un primer momento, estaban jugando ya a la sucesión; afecto, entre muchas otras cosas, el desempeño de la administración Fox hasta hacerla, sobre todo en el ámbito político y de seguridad, un galimatías de difícil comprensión para sus propios integrantes.

Para formar un gabinete y antes establecer el diseño institucional del gobierno, se debe saber cómo y con qué objetivos se va a gobernar y, además, asumir que no se trata de un solo momento, sino un periodo de seis años con diversas etapas a cumplir. Todo parece indicar que Felipe Calderón está sopesando nombres, pero sobre todo cómo querrá y podrá gobernar para a partir de allí decidir con quiénes lo hará. La mejor demostración de ello es su propio equipo de transición. Es el mismo equipo pequeño, joven, relativamente cerrado, con el que ganó la campaña interna en el PAN y luego la elección presidencial: Juan Camilo Mouriño, César Nava, Josefina Vázquez Mota, Javier Lozano, Ernesto Cordero, Arturo Sarukhán, Germán Martínez, Juan Molinar Horcasitas, Eduardo Sojo (ya no estará Juan Ignacio Zavala, por una decisión familiar) y algunos pocos más conforman el equipo de Calderón. Es un equipo muy joven, con poca experiencia en el poder real pero muy talentoso, que debe saber ya que en muchos casos no ocupará, por lo menos en la primera etapa, las principales carteras del futuro equipo de gobierno, aunque seguirán siendo en buena medida el motor interno, la bujía del felipismo y estarán tomando experiencia para consolidarse en la segunda etapa de la administración.

Calderón, buscará integrar un gabinete relativamente joven pero de gente honesta, con amplia experiencia y capacidad operativa, que sepa de su labor y que provendrá de distintos orígenes políticos y profesionales. Calderón gusta de la pluralidad y de la eficiencia, sabe escuchar y eso se tendrá que reflejar en su equipo. Quizás, para integrarlo tenga que recordar a Maquiavelo cuando decía que “los príncipes deben huir de los aduladores como de la peste; para defenderse de ellos elijan hombres sabios: no deberán más que concederles libre albedrío y decirles la verdad”. Allí está la base para armar un buen gabinete.

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