Prohibido opinar sobre México
Columna JFM

Prohibido opinar sobre México

En las últimas semanas en el poder y a pesar de la relativa tranquilidad que debe otorgarle al presidente Fox que el candidato de su partido Felipe Calderón, vaya a ser su sucesor en Los Pinos, se está terminando de perder la brújula en el gobierno federal.
En el caso Oaxaca es, por supuesto paradigmático en ello. Han pasado las semanas y los meses y el gobierno federal parece no tener una propuesta de salida clara. Vamos ni siquiera una propuesta de comunicación: el gobierno federal ha decidido que todo pase por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal y éste solo se limita a decir que hay una negociación en curso.

Me temo que en sus últimas semanas en el poder y a pesar de la relativa tranquilidad que debe otorgarle al presidente Fox que el candidato de su partido (que no el suyo) Felipe Calderón, vaya a ser su sucesor en Los Pinos, se está terminando de perder la brújula en el gobierno federal. Si siempre la administración Fox fue desordenada y sin un control centralizado de la función pública (a pocos meses de iniciar el gobierno lo calificamos de gabinete Montessori, para molestia de los seguidores de esa escuela pedagógica que se consideraron, con razón, maltratados por la comparación), en estos días parece difícil comprender cuáles son las apuestas del gobierno más allá de llegar al 30 de noviembre.

El caso Oaxaca es, por supuesto, paradigmático en ello. Han pasado las semanas y los meses y el gobierno federal no parece tener una propuesta de salida clara. Vamos, ni siquiera una propuesta de comunicación: el gobierno federal ha decidido que todo pase por el secretario de Gobernación, Carlos Abascal, pero el secretario, con o sin razones para ello, no suele hablar sobre el tema y se limita a decir que hay una negociación en curso. Y es verdad, pero mientras fluye con enorme lentitud la negociación en Bucareli, todos los demás actores del conflicto toman sus propias decisiones, actúan, manejan medios a su antojo y los duros de los distintos bandos se fortalecen. Sabemos la opinión de todos en el conflicto, menos la del gobierno federal. Quizás en las próximas horas nos sorprendan y, como le dijo el martes Abascal a un grupo de alcaldes y legisladores, se aplique un programa concreto para darle salida al conflicto. Hoy, por lo menos en las percepciones (y sabemos que en política, las percepciones suelen ser más importantes que la realidad) lo que parece haber es mucha confusión y pocas definiciones.

Ello se repite en muchos otros ámbitos. Por ejemplo, el martes la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Condolezza Rice dijo al Wall Street Journal, en una entrevista donde habló de cómo se percibe la situación en varios países del mundo, que  “México ha superado su crisis y pienso, agregó, que ha dado un real voto de confianza al sistema democrático mexicano, que, después de todo, está madurando relativamente hacia una suerte de sistema bipartidista”. En realidad, es una declaración casi académica más que política, y que debería ser bien recibida porque muestra una actitud respetuosa y bien intencionada hacia nuestro país de parte de nuestros principales socios comerciales. Uno puede comprender que algunos personajes de la política nacional como Porfirio Muñoz Ledo o Manuel Camacho, ya no hablemos de López Obrador, que han perdido el norte de su futuro político, pudieran molestarse por la declaración de la señora Rice (sin asumir siquiera que, quizás, cuando habla de bipartidismo, la secretaria de Estado le estaría haciendo un guiño al perredismo, más allá de López Obrador). Algo paradójico por cierto, cuando Muñoz Ledo fue el más insistente en llevar las elecciones mexicanas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (lo que la CIDH rechazó como notoriamente improcedente) o que Camacho no tuviera mejor idea que pedirle al New York Times que se encargara de hacer el conteo de la elección presidencial en México.

Pero lo que resulta aún más extraño es que sea el propio vocero presidencial, Rubén Aguilar, el que al ser interrogado sobre las declaraciones de Rice, en lugar de decir algo así como “la señora Rice tiene derecho a opinar lo que quiera” o algo por el estilo, haya salido con una declaración digna del muy viejo nacionalismo revolucionario: “en torno a la construcción del sistema político mexicano sólo toca opinar a los propios mexicanos” (sic). Lisa y llanamente es mentira: sobre el sistema político mexicano, como sobre todos los sistemas políticos existentes, opinan, cotidianamente, miles y miles de extranjeros: medios, diplomáticos, funcionarios, centros de estudios. Y así debe ser. ¿De dónde sacó Aguilar que nadie, sin ser mexicano, puede opinar sobre nuestro sistema político? Porque además, ni siquiera se hace una distinción entre opinar e intervenir: el presidente de Venezuela interviene cotidianamente en la vida política mexicana, violando claramente el derecho internacional y nuestras leyes: desconoce gobiernos, financia grupos, envía en forma secreta emisarios para reunirse con organizaciones radicales, establece por encima de la federación y sin autorización de ésta, relaciones con gobiernos municipales y no pasa nada. Cuando Chávez habla e interviene en nuestra vida política se prefiere mirar hacia otro lado. Pero el vocero presidencial regaña a la secretaria de Estado de los EU, por hacer una declaración amistosa, cuando se supone que esa es nuestra principal relación estratégica.

¿Qué hará la administración Fox la próxima semana cuando el presidente electo Felipe Calderón visite Guatemala, Costa Rica (donde se reunirá con todos los mandatarios de la región centroamericana), Colombia, Chile y Brasil?¿Qué sucederá cuando cualquiera de esos presidentes de naciones amigas hablen del sistema político mexicano o expresen alguna opinión con motivo de la visita del presidente electo de nuestro país?¿también le exigirán que no opinen porque “sobre la construcción del sistema político mexicano sólo le toca opinar a los propios mexicanos”? Es, para decirlo suavemente, una tontería. Más aún viniendo de un hombre que, se esté de acuerdo o no con los objetivos que planteaba esa lucha, tuvo una intensa y digna actitud internacionalista, participando, como mexicano y legítimamente, en las luchas políticas internas en El Salvador. Pero cuando en una administración sólo se tiene la vista fija en cómo llegar al final de un camino, siempre se suele perder el rumbo. El árbol, dicen, suele tapar el bosque.

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