Oaxaca: muchas manos, poca voluntad
Columna JFM

Oaxaca: muchas manos, poca voluntad

Unas semanas atrás, Emilio Goicoechea y Ramón Muñoz se reunieron con un par de connotados priistas para analizar el tema Oaxaca. Tanto el secretario del presidente como su jefe de oficina y ahora senador, insistían en que el tema era local, que pasaba por el conflicto magisterial y que, en última instancia, se podría resolver con dinero y acuerdos puntuales. Pasaron las semanas y se demostró que no era así, que la solución al conflicto oaxaqueño tendría que ser política, porque ése es el sentido último de una movilización que lo que busca es espacios muy concretos de poder y a la cual las demandas coyunturales parecen importarle poco.

Unas semanas atrás, el secretario particular del presidente Fox, Emilio Goicoechea, y el que ha sido el principal operador de Los Pinos durante este sexenio, Ramón Muñoz, se reunieron con un par de connotados priistas para analizar el tema Oaxaca. Para desconcierto de éstos, tanto el secretario del presidente como su jefe de oficina y ahora senador, insistían en que el tema era local, que pasaba por el conflicto magisterial y que, en última instancia, se podía resolver con dinero y acuerdos puntuales. Pasaron las semanas y se demostró que no era así, que la solución al conflicto oaxaqueño tendría que ser política, porque ése es el sentido último de una movilización que lo que busca es espacios muy concretos de poder y a la cual las demandas coyunturales parecen importarle poco.

Hoy la gente de la APPO ya está en la ciudad de México y la situación, como se demostró el lunes con la llegada del contingente a la Plaza Tolsá, frente a las instalaciones del senado, es muy delicada y puede degenerar en hechos violentos. Y el peligro estriba en la enorme cantidad de manos, muchas de ellas prestas a la provocación de un sentido u otro, que están involucradas ya en este conflicto. Comencemos por las obvias: algunos grupos radicales emparentados en unos casos con el PRD, en otros con organizaciones más duras: la marcha de la APPO (y se debe destacar de la APPO, porque la sección 22, dividida como está y con demandas puntuales que pueden ser solucionadas, ha perdido protagonismo en el movimiento) fue recibida por los mismos de siempre: el Frente Francisco Villa y sus distintos membretes, los taxistas piratas, los grupos de comerciantes que maneja el bejaranismo en la ciudad; fue recibida, también por un Alejandro Encinas que aseguró que el plantón no ocasionaría ningún problema a la ciudad aunque a las pocas horas ya tenían cerrada la circulación de un tramo del sufrido centro histórico (por cierto, es verdad que Carlos Slim se ha alejado de lópez Obrador pero ¿eso justifica que el lopezobradorismo en el gobierno esté destrozando el que fue quizás su proyecto urbanístico más importante: el rescate del centro histórico?), mientras que el secretario de seguridad pública, Joel Ortega en lugar de cumplir con sus funciones la hacía de dirigente proselitista y saluda la llegada de la APPO al centro de la ciudad. Es evidente que el GDF está apoyando y no sólo con palabras, el movimiento oaxaqueño, tanto como el equipo más duro de Marcelo Ebrard está en Tabasco, tratando de manipular la elección del domingo en lugar de estar preparándose para gobernar la ciudad más grande del mundo.

En el priismo, la situación es muy compleja: si en el PRD tienen secuestrado a muchos sectores del partido con el apoyo incondicional a López Obrador, en el ámbito más duro del PRI intentan hacer lo mismo con el apoyo a Ulises Ruiz: si cae Ulises, dicen, cae Calderón; si cae Ulises caerán en cascada los demás gobernadores; si cae Ulises no habrá acuerdos legislativos con el PAN ni con Calderón. Todos saben que las tres cosas son falsas: Ulises es un gobernador con graves problemas de legitimidad y que cometió demasiados errores políticos: su caída no debería implicar la salida de ningún otro gobernador que no tuviera problemas similares, y ninguno parece tenerlos en esa magnitud. Regresamos al ejemplo que abordábamos ayer en este espacio: la salida del rector Barnés en el 99, no provocó la caída de ningún otro rector del país y abrió paso a una solución real del conflicto en la UNAM, incluyendo la intervención de la fuerza pública para acabar con el paro unas semanas más tarde. Nada parece indicar que la próxima gestión de Felipe Calderón se esté debilitando, al contrario, cada día gana espacio, como se demostró en la reciente gira por Centro y Sudamérica y como resulta evidente en la operación política cotidiana, incluyendo el grado de aceptación que muestran las encuestas. Si cae Ulises y salvo que quiera seguir la ruta suicida de los últimos años, el PRI tendrá que llegar a acuerdos políticos y legislativos, y los más interesados serán los gobernadores de ese partido. La línea restauradora del priismo ha sido un fracaso completo, que los ha dejado con apenas un centenar de diputados. Tienen, con un discurso conciliador (lo están demostrando con Granier en Tabasco) oportunidades de crecer y recuperarse. La salida de Ulises ni siquiera implicaría perder el estado para el PRI porque sería reemplazado, si el gobernador solicita licencia, por otro miembro de su partido: el propio Ulises operó una salida similar en Tabasco cuando Madrazo se fue a la precampaña en el 99 y dejaron en su lugar al gobernador interino Víctor Manuel Barceló. O sea que las tres premisas en las que se basa la imposibilidad de cambios en el gobierno del estado impulsadas por algunos priistas, son falsas.

Hay manos panistas metidas en el conflicto: el que asumió el compromiso de no mover a Ulises fue Manuel Espino que sabe que cada día que pasa se acota aún más su espacio de poder y quiere pertrecharse para después del primero de diciembre. Y por eso la actitud de muchos legisladores panistas.

Está metido, es casi obvio, el EPR: en el contingente de la APPO vienen unos 200 miembros armados de esa organización y otros 350 permanecen en Oaxaca. Están involucrados todos los grupos del magisterio, desde los más radicales hasta los de Elba Esther Gordillo, ya que todos tienen intereses que defender. Y hay muchos más: Murat por una parte, todos los ex gobernadores por la otra, Gabino Cué y Convergencia, los grupos civiles como el encabezado por Francisco Toledo. Muchos, con propósitos legítimos, con preocupaciones reales por la situación del estado. Otros apostando a la desestabilización. El problema en Oaxaca es de mucha mayor profundidad del que se aprecia y desmontarlo llevará mucho tiempo, pero cuando más se demoren, más costosa será la solución.

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