El Sur también existe
Columna JFM

El Sur también existe

Ocupados como estamos con el conflicto oaxaqueño y las elecciones en Tabasco, no le hemos puesto la suficiente atención a los resultados de la gira que realizó Felipe Calderón por Centro y Sudamérica la semana pasada. La decisión y el estilo de Calderón de enfocar su política exterior ?mirando hacia el Sur? es un acierto. Sabemos que la principal relación internacional, en todos los ámbitos, de nuestro país pasa por Estados Unidos; pero los crecientes conflictos y vacíos de poder y la previsible caída del partido republicano y del presidente Bush en las próximas elecciones, la administración Calderón puede enfocarse mucho más y con mejores resultados en América Latina, Europa, Canadá y los países asiáticos.

Ocupados como estamos con el conflicto oaxaqueño y las elecciones en Tabasco, no le hemos puesto la suficiente atención a los resultados de la gira que realizó Felipe Calderón por Centro y Sudamérica la semana pasada. No es un tema menor: siempre la agenda exterior de México ha tenido repercusiones internas y así debe ser. Algunas presidencias se fortalecieron con una política exterior muy activa, otras, como la del presidente Fox, se encontraron con que casi cada salida al exterior terminaba con un pequeño o gran escándalo político interno, con altos costos que impedían observar cualquier otro beneficio. La lista de desencuentros en la política exterior y su costo en la credibilidad interna del presidente ha sido amplia: van desde la decisión de colocar por encima de toda la agenda internacional y bilateral con Estados Unidos la política migratoria (algo que en su momento, en aquella visita a Washington días antes del atentado del 11 de septiembre, el propio gobierno estadounidense trató de modificar para que no se convirtiera en un obstáculo en la relación y continuó, en la misma visita, con la desafortunada propuesta de la desaparición del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, casi simultáneo con los ataques terroristas), pasando por el famoso beso en El Vaticano y culminando con los conflictos con Cuba, Venezuela y Argentina, algunos provocados por malos manejos de esta administración, otros generados por los gobiernos de esos países, pero todos con costos internos en la agenda presidencial.

La decisión y el estilo de Calderón en esta primera gira, de enfocar su política exterior “mirando hacia el Sur” es un acierto. Sabemos que la principal relación internacional, en todos los ámbitos, de nuestro país pasa por Estados Unidos, pero también sabemos que, primero, esa relación no tiene porqué estar focalizada en exceso pero, además, que en los próximos dos años Estados Unidos vivirá un periodo muy difícil, con crecientes conflictos y vacíos de poder, consecuencia de la previsible caída del partido republicano, y del presidente Bush en las elecciones del próximo 7 de noviembre y los malos resultados de la guerra en Irak, combinados con una crecientemente difícil situación económica. Por eso, sin descuidar Estados Unidos, la administración Calderón puede enfocarse mucho más y con mejores resultados en América Latina, Europa, Canadá y los países asiáticos.

El tema de América latina es clave para la agenda interna y para romper la falsa imagen que el lopezobradorismo quiere dar de Calderón como un presidente de derecha, conservador. Calderón es un liberal, en el mejor sentido de la palabra, y como tal actuará en un subcontinente en el cual, como decíamos días después de la elección en Brasil, la llamada ola izquierdista (que en realidad no era tal, sino una corriente socialdemócrata que marchaba paralela pero sin tocarse, con otra corriente profundamente populista) parece haber pasado. El espacio de interlocución que se abre en ese sentido para México y en particular para Calderón, es muy amplio y se vio en la gira: en Centroamérica, la administración Fox hizo las cosas bien y Calderón podrá cosechar mucho en esa región. Con Colombia la relación de Alvaro Uribe con Calderón será fructífera y México puede aprender mucho de las reformas sobre seguridad pública, y sobre todo del ámbito judicial, que implementó la administración de Uribe. A Calderón le gustó, así lo dijo, la capacidad de reformar, afianzar la seguridad y al mismo tiempo establecer mecanismos de diálogo que logró establecer Uribe en su país. La relación de México con Chile es clave, por razones económicas, sociales y por afinidades e intereses geopolíticos. La relación con Michelle Bachelet y la experiencia de la concertación democrática en el país sudamericano son una experiencia que Calderón quiere asumir para su gestión. El encuentro, notoriamente cálido con Néstor Kirchner, luego de las fuertes diferencias que existieron entre el mandatario argentino y el presidente Fox debe ser registrado como uno de los puntos altos de la gira, lo mismo que el encuentro con Luis Inácio Da Silva Lula, aún golpeado, cuando se encontró con Calderón, por el mal resultado obtenido en la primera ronda electoral en su país.

El hecho es que el triunfo de Calderón en México, como antes el de Uribe en Colombia, incluso el de Alan García en Perú, la posición adoptada por Bachelet en Chile, la nueva realidad en Brasil (donde, luego de los resultados del primero de octubre y del reciente debate presidencial previo a la segunda vuelta, no se debería descartar en absoluto un triunfo de Geraldo Alckim el 29 de octubre) y la necesidad de Kirchner de adaptarse a esa  nueva realidad y la proximidad de las elecciones en su país, van de la mano con la profunda crisis que está acompañando la gestión de Evo Morales, la decisión, anunciada ayer, de los especialistas de imagen de “suavizar” a un Hugo Chávez cuya fortaleza depende demasiado de los precios del petróleo que están altos pero a la baja, con una Cuba que debe prepararse para la muerte de Fidel Castro. Y en todos esos casos la relación con México, bien administrada, puede ser importante y benéfica para esas naciones hermanas y, por supuesto, para nuestro propio país.

Entre los resultados de la gira no es menor, el reconocimiento que todos esos mandatarios han hecho del proceso electoral mexicano, lo que deja, una vez más solo a Chávez, pero también a un lopezobradorismo que se está quedando sin aliados, dentro y fuera del país. Y tampoco debería ignorarse, porque es otro dato importante, que el estilo, mucho más “presidencial” de Calderón, más atento al protocolo y las formalidades de la política exterior, lo hicieron ver bien en la gira y en la imagen que la misma proyectó en México. En ese ámbito, la administración Calderón comienza con el pie derecho.

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